Alrededor de la luna de Julio Verne página 9

EL SALVAMENTO

A bordo del barco iban buzos, marinos e investigadores. Ahora ya llevaba las máquinas necesarias para pescar al Columbiad. El mundo entero estaba al pendiente del rescate de los viajeros.

Al llegar al lugar pusieron, en la superficie del mar, un submarino para tres pasajeros. Ahí se metieron Maston, Brans y su ayudante, un hombre experto en rescates submarinos. De inmediato se sumergieron. Al llegar a las oscuras profundidades del océano, encendieron las lámparas de su nave. Miraron para todos lados, pero no vieron nada. Estaban impacientes.

―Pero, ¿dónde están? ¿Dónde? ―dijo Maston muy preocupado.

Así buscaron por seis horas en esa zona, pero no encontraron nada. ¡El oxígeno se agotaba! Por eso enviaron una señal para que los jalaran a la superficie. Tuvieron que esperar hasta el día siguiente. Todos comenzaron a desanimarse, excepto Maston que seguía confiado en que sus amigos estarían vivos y muy cerca de ellos.

Pasó otro día y otro, pero no los encontraban. Fue entonces que él también comenzó a perder las esperanzas.

A la mañana siguiente, cuando estaban decididos a partir, uno de los vigilantes, gritó:

―¡Veo algo brillante a lo lejos! ¡Es muy grande y flota!

La tripulación corrió a ver. El capitán del barco condujo hacia ese lugar. Se acercaron en completo silencio. Entonces Maston gritó:

―¡Pero somos unos tontos, tontísimos!

Todos lo observaban, algunos creyeron que se había vuelto loco. Entonces continuó:

―El Columbiad tiene aire dentro de él y en el agua no pesa tanto. ¿Cómo no nos dimos cuenta? Estábamos buscando bajo el mar, ¡pero el cohete flota!

Sin decir nada, todos corrieron a lanzar botes salvavidas al agua. De inmediato, rescatistas y, por supuesto, Maston y sus compañeros se dirigieron hacia el lugar donde se veía brillar la punta del Columbiad.

Cuando llegaron, Maston vio un cristal roto. Esto lo asustó mucho y esperaba encontrar lo peor. De pronto escuchó un grito:

―Es un seis, Barbicane ¿qué no lo ves?

¡Era Ardan quien jugaba dominó con Barbicane y Nicholl!

Nuestros tres aventureros eran muy queridos por todos desde que partieron, pero al saber de su regreso, la felicidad era enorme, pues no esperaban volver a verlos. Ahora todos tenían nueva información de aquella misteriosa Luna. Barbicane, Ardan y Nicholl contaron una y otra vez todas sus aventuras. La gente no se cansaba de escucharlos.

Al poco tiempo se creó un nuevo club. El presidente fue Barbicane y su vicepresidente, Nicholl. El encargado de organizar las exploraciones fue Ardan. Ahora no se llamaría el Club Cañón, que estaba dedicado a construir armas para las guerras, le pusieron: Club de investigaciones espaciales Columbiad. ¿Te imaginas todo lo que hicieron?