Cinco semanas en globo página 4

Fergusson decidió hacerles creer que tenían razón para que no los atacaran. Entonces el mago le pidió que fuera ver al sultán, rey de ese pueblo, pues estaba muy enfermo y el Doctor aceptó. Como Dick y Joe no habían entendido nada, Samuel les explicó y después se fue con el mago. El cazador subió de nuevo al globo para vigilar a todos desde la altura y Joe se que quedó abajo para vigilar que nadie intentara subir o desanclar el globo. Y ahí se sentó en el piso con las piernas cruzadas y todos los que se quedaron ahí hicieron un círculo a su alrededor imitando su forma de sentarse y sin dejar de verlo sorprendidos.

Finalmente Fergusson llegó con el sultán y descubrió que no estaba enfermo, si no que había bebido demasiado durante muchos días. El Doctor le dio unas gotas de una medicina que servía para reanimarlo y todos se sorprendieron al ver que lo había hecho despertar.

Para ese momento Joe disfrutaba de las atenciones de la gente que pensaba que era un dios y decidió bailar con ellos, quienes lo imitaban en sus movimientos. De pronto, vio a lo lejos a Fergusson, que se acercaba corriendo y haciendo señales para que subiera al globo. Detrás de él venía un gran grupo de gente muy enojada gritándole y lanzándole tierra. Joe no entendía nada, pero rápidamente se preparó para subir con su amo al globo. En menos de un minuto, los tres estaban a bordo.

―¡No hay tiempo que perder, sólo corta la cuerda del ancla y salgamos de aquí! ―gritó el doctor.

―¿Pero qué ha pasado? ―preguntó Kennedy.

Entonces Samuel señaló al cielo y sus compañeros vieron que ¡ahí estaba la verdadera Luna! Habían sido descubiertos y eso enfureció a los pobladores de Kazeh. Cuando estaban por cortar el ancla se dieron cuenta que uno de los magos ya la había desenganchado, pero ahora estaba atorado en ella y comenzaba a elevarse con el globo. Como no querían lastimarlo, un poco más adelante bajaron un poco el globo para que el hombre escapara. Seguro se volvería famoso en su aldea por lo que le había sucedido. Ya en un lugar seguro, los tres viajeros se rieron mucho por lo que les había sucedido.

Capítulo 6

Por la noche, el cielo comenzó a nublarse. En esos lugares las tormentas pueden comenzar de pronto y ser muy fuertes, llenas de relámpagos y vientos violentos, así que no podían subir más pero tampoco bajar el ancla, pues podían ser alcanzados por un rayo o azotados contra la tierra. Por la noche, mientras Fergusson vigilaba y sus compañeros dormían, cayó un fuerte rayo muy cerca de ellos.

―¡Peligro! ―gritó el Doctor.

De un salto el cazador y Joe se despertaron. Samuel decidió que lo mejor era subir sobre la tormenta antes de que comenzara y fuera imposible hacerlo. Los relámpagos comenzaron a caer uno tras otro mientras el Victoria subía lentamente. El ruido era tan fuerte que no podían hablarse entre los viajeros y no les quedaba más que esperar a cruzar las nubes sin ser partidos por un rayo. Después de quince minutos, por fin lograron cruzar. Estaban mojados, pero a salvo. Ahora, debajo de ellos quedaba la enorme nube que se iluminaba con la tormenta eléctrica y sobre ellos un hermoso cielo lleno de estrellas. Era un espectáculo maravilloso, ya que estaban a salvo.

A la mañana siguiente por fin pudieron bajar el globo y continuaron su camino hacia el nacimiento del río Nilo. Por la tarde se encontraron sobre un gran terreno de pasto muy alto. Parecía como si flotaran sobre un mar color verde. Necesitaban comida y agua, así que buscaron dónde atorar el ancla, pero no se veía nada más que el suelo cubierto de hierba. Entonces decidieron lanzarla y esperar a que en algún momento se enganchara. De pronto sintieron una fuerte sacudida y creyeron que al final lo habían logrado. Cuando Joe iba a bajar la escalera, escucharon un fuerte sonido parecido a un grito.

―¿Qué es eso? ― preguntó Dick asustado.

―No sé, pero seguimos avanzando ―respondió Samuel―. Parece que arrastramos algo.

―¡O nos arrastra a nosotros! ¡Parece ser una serpiente! ―dijo Joe.

―¡No lo es! ¡Es un elefante y ésa es su trompa! ―dijo Fergusson muy sorprendido ―. Se ha atorado con el ancla y nos lleva en la dirección que queremos.

El animal corría muy rápido y pronto llegó a una zona donde pudieron verlo por completo. Joe pensó en cortar la cuerda, pero el Doctor lo detuvo, pues quería que los llevara un poco más lejos. Después de una hora de viaje, el elefante no parecía cansado, pero ya comenzaba a desviarlos del camino. Entonces Fergusson, que había observado muy bien al animal y la forma en que estaba atorado, le pidió a Dick que diera algunos disparos para hacer que el elefante, al girar, lograra zafarse. Fue así que el ancla quedó libre, igual que aquella enorme bestia.

Un poco más adelante lograron anclar en una roca y decidieron pasar la noche en tierra, pues el lugar era muy tranquilo.

Al otro día continuaron su camino. Pronto vieron a lo lejos el enorme lago llamado Ukereue, que según algunos exploradores, era un lugar muy cercano al nacimiento del río Nilo. Pasaron sobre algunas aldeas, pero ya no hicieron caso de los gritos de sus pobladores. También vieron numerosos hipopótamos bañándose a orillas del fresco lago. Con todo y los fuertes vientos, el Doctor logró que se detuvieran sobre una pequeña isla y ahí pasaron la noche. Pero al día siguiente a primera hora, Fergusson estaba ansioso por seguir su camino para llegar al origen del Nilo. El viento soplaba en la dirección correcta y todo indicaba que pronto lo lograrían.