Cinco semanas en globo página 8

Al llegar a la orilla decidió pasar la noche en un árbol, lejos de los caimanes. Al amanecer, miró a su alrededor y se dio cuenta que ¡estaba rodeado de serpientes! De un salto se tiró aterrado del árbol.

Después del susto, decidió continuar su camino, evitando las aldeas y los animales. No dejaba de mirar al cielo con la esperanza de ver el Victoria. Después de unas horas, se sentía muy cansado y con hambre. Poco a poco sus pies comenzaban a doler, pues las piedras y espinas le habían causado varias heridas. Aún así no se detuvo. Por la noche había recorrido gran parte de las orillas del lago, así que decidió descansar a pesar de la gran cantidad de mosquitos que lo picaban por todo el cuerpo.

Al amanecer se metió al lago con mucha precaución para quitarse la comezón de la gran cantidad de ronchas que tenía por culpa de los insectos. Después siguió su camino. Más tarde llegó a un lugar donde había un grupo de hombres afilando sus flechas. Joe se ocultó entre la hierba, esperando no se descubierto. De pronto miró al cielo ¡y vio al Victoria! No podía gritarles, pues entonces los salvajes lo descubrirían. Eso lo puso muy triste y lloró en silencio. Cuando los hombres se fueron, el joven corrió a un lugar donde pudiera ser visto por sus amigos. Entonces volvió a ver el globo, pero más lejos aún. Corrió gritando mientras agitaba sus brazos con la esperanza de que lo vieran o escucharan, pero no fue así. Sus pies estaban muy lastimados y las fuerzas se le acababan. Comenzaba a anochecer y arrastrándose llegó a un lugar húmedo. Pensó que se quedaría dormido pronto, pero en ese momento sintió que se hundía. Sin darse cuenta, había llegado a un pantano que poco a poco comenzaba a cubrirlo. Con las pocas fuerzas que tenía luchó para salir de ahí. Todo fue inútil. Pronto ya estaba cubierto hasta el cuello. Sólo se escuchó su grito de auxilio en medio de la noche y después todo quedó en silencio.

Capítulo 11

Fergusson y Dick habían tenido que alejarse del lago con la promesa de volver por Joe, sin saber si estaba vivo o no. Mientras observaban el paisaje, vieron a lo lejos un grupo de animales corriendo. Se elevaba una gran nube de arena a su alrededor, pero no se detenían.

―¿Qué son esos animales, Samuel? ―preguntó Kennedy con curiosidad.

―Creí que eran gacelas, pero no, son un grupo de árabes a caballo ―respondió el Doctor.

―¿A dónde van tan rápido?

―Al parecer están cazando. No te preocupes, van en la misma dirección que nosotros, así que pronto los alcanzaremos y podrás quitarte la curiosidad.

Pronto estaban tan cerca de ellos que pudieron distinguir mejor a la presa.

―¡Amigo! ―gritó Dick.

―¿Qué sucede? ¿Por qué tanto alboroto?

―¡Es él! ¡Es Joe! ¡La presa que persiguen es nuestro amigo Joe a caballo!

―¡No es posible! Tenemos que ayudarlo de inmediato.

Ambos comenzaron a gritarle al joven para que los viera, pero Joe no podía voltear o caería del animal. Entonces los viajeros tuvieron que ser pacientes hasta estar más cerca de su amigo. Ambos miraban angustiados, de pronto, después de tanto correr, el caballo estaba tan cansado que cayó y Joe rodó por la arena. Dick y Samuel sintieron que lo perderían, pero el joven tiró a otro jinete y subió a su caballo. En ese momento les hizo una señal. Su plan era seguir el rumbo del Victoria y encontrar el momento correcto para que ellos se acercaran con la escalera de cuerda. Más adelante el globo estaba muy cerca, pero uno de los árabes también. Éste intentaba golpearlo para hacerlo caer, pero Joe lo esquivó una y otra vez. De pronto, tuvo cerca la escalera y de un salto se agarró de ella. En ese momento Dick lanzó la comida del globo, lo que hizo que se elevara rápidamente. Como pudo, Joe llegó hasta arriba y fue abrazado con gran alegría por sus amigos. En ese momento el joven se desmayó.

El Victoria continuó su camino. Después de un momento Joe se recuperó. Bebió mucha agua y comió hasta quedar satisfecho. Después de eso se quedó dormido hasta el día siguiente. Sus amigos lo dejaron descansar y curaron sus heridas.

Cuando por fin despertó, no podía ocultar su alegría al ver a sus amigos de nuevo. Entonces les contó todo lo que había sucedido y el momento en que estuvo atrapado en un pantano:

―Amigos, creí que iba a morir. Cada vez me hundía más y no había nada de dónde agarrarme. Sólo quedaba mi cabeza y mis brazos fuera. Entonces sentí una cuerda. Sin dudarlo tiré de ella y al ver que estaba atorada, comencé a jalarme de ella con todas mis fuerzas hasta salir de ahí. Cuando por fin estuve en tierra firme, encontré algo que me dio nuevas esperanzas. ¡Esa cuerda era parte del ancla del Victoria! Supe que ustedes habían estado ahí. Dormí un poco y al día siguiente seguí mi camino. No lejos de ahí encontré a unos caballos comiendo. Sin dudarlo, monté a uno y corrí a toda prisa. Pasé cerca de aldeas y animales salvajes, pero nada me detuvo. De pronto ya estaba en el desierto y tenía la esperanza de ver el globo desde ahí. Como sólo miraba al cielo, no me di cuenta que de pronto estaba en medio de un campamento de árabes. De inmediato montaron sus caballos y me persiguieron. Mi animal ya estaba cansado y por eso se cayó, pero los de ellos aún estaban fuertes y por eso tiré a uno de los hombres y monté el suyo. Durante mi escape vi el globo, así que sólo corrí en la dirección que ustedes seguían. Por fortuna me vieron. Y bueno, el resto de la historia ustedes ya la conocen.