De la Tierra a la Luna página 2

EL OBSERVATORIO DE CAMBRIDGE

¿Sabes qué es un observatorio? Bueno, me imagino que sí, pero si por casualidad hay algún pequeño lector despistado, les diré que es un lugar para observar. ¿Qué ven ahí? Pues nada más y nada menos que las estrellas, los planetas y todo lo que puedan alcanzar a ver del Universo.  ¡Todo con un gigantesco telescopio!

Mientras la gente seguía entusiasmada con la idea, Barbicane no perdió tiempo. Le escribió una carta al director del observatorio de Cambridge. En ella la hacía varias preguntas. Poco después recibió las respuestas:

“7 de octubre

Hemos recibido su carta y aquí le respondo sus preguntas:

¿Es posible mandar un proyectil a la Luna?

Sí, es posible. Debe ser muy veloz para que al salir de la Tierra, no disminuya mucho su velocidad y alcance a llegar hasta allá.

¿La Luna está siempre a la misma distancia?

No. A veces está más lejos y otras más cerca. No gira alrededor de la Tierra dibujando un círculo perfecto, sino un óvalo.

¿Cuánto tardará en llegar el proyectil a la Luna y en qué momento nos recomienda lanzarlo para que alcance el destino deseado?

Al hacer los cálculos y tomando en cuenta todos los elementos que pueden afectar su velocidad, creemos que llegará en noventa y siete horas, trece minutos y veinte segundos. Les recomendamos que lo envíen calculando que en ese tiempo llegará al punto en que la Luna se encuentre en la posición deseada.

¿En qué momento la Luna estará en la mejor posición para que el proyectil la alcance?

Se recomienda que sea cuando la Luna esté lo más cerca posible de la Tierra. La buena noticia es que el 4 de diciembre del próximo año, a las once cincuenta y nueve de la noche, estará muy cerca de nosotros y en una posición perfecta. Esto ocurre muy rara vez. Así que les recomendamos lanzarlo el primero de diciembre a las diez de la mañana con cincuenta y seis minutos y veinte segundos. Así llegará en punto a su destino.

Les recomendamos que comiencen a trabajar en su proyecto para que esté listo en la fecha que les sugerimos y todo salga bien.

Los felicitamos y estamos para apoyarlos.

J. M. Belfast. Director del observatorio de Cambridge.”

 

LOS PREPARATIVOS

Después de la propuesta de Barbicane, la Luna se hizo famosa. Todos hablaban del tema, salía en los periódicos, los científicos se interesaban más por ella, los músicos le cantaban y en general, todos incluían en sus pláticas al astro de la noche.

El presidente del Club Cañón, tuvo que organizar a mucha gente. Debían saber de qué tamaño sería la bala, cuánta pólvora usar, a qué velocidad era necesario que viajara, con qué problemas se iba a encontrar, de qué tamaño necesitaban que fuera el cañón y en fin, todos esos cálculos científicos y de gente muy seria, que eran importantes para la gran idea de Barbicane.

Ellos esperaban que la bala fuera lo suficientemente grande, no sólo para que pudiera contener la pólvora necesaria para mandarla tan lejos, si no para que los habitantes de la Luna la vieran de inmediato. 

Por otro lado, el Presidente propuso fabricar un telescopio tan grande, que lograra ver más de cerca la llegada del proyectil a su destino.

UN ENEMIGO PARA VEINTICINCO MILLONES DE AMIGOS

Después de la propuesta de Barbicane, la Luna se hizo famosa. Todos hablaban del tema, salía en los periódicos, los científicos se interesaban más por ella, los músicos le cantaban y en general, todos incluían en sus pláticas al astro de la noche.

El trabajo duraría más de un año y aún había mucho que hacer. Tenían que realizar cálculos, pruebas y herramientas necesarias para la construcción del primer proyectil-cohete que viajaría a la Luna y al cual nombraron El Columbiad.

Aunque muchos apoyaban la idea, hubo un hombre que estuvo en contra. El capitán Nicholl era un viejo enemigo de Barbicane. No se conocían en persona, pero aun así se odiaban. Ambos competían todo el tiempo por ver quién construía lo mejor, uno la bala más poderosa y el otro las planchas de hierro más fuertes que no permitieran que esos proyectiles las traspasaran. A veces uno ganaba y luego el otro. Pero la última vez, las balas de Barbicane hicieron pedazos las planchas de Nicholl. Luego el capitán realizó un último invento, pero el presidente se negó a probarlo con sus balas, pues no quiso perder y prefirió quedarse con su último triunfo. Esto enfureció mucho al capitán. Así que cuando se enteró del gran invento de Barbicane, la envidia y la rabia se apoderaron de él.

Empezó a decir que la idea del presidente del Club Cañón fracasaría. Lo demostraba con operaciones científicas. Decía:

—Esa bala será tan pesada, que no alcanzará la velocidad suficiente. Además no resistirá la presión al salir del planeta Tierra. No llegará lo suficientemente lejos. Sólo estallará en el cielo. Se convertiría en una terrible lluvia de metal hirviendo que caerá sobre los curiosos espectadores.  

Aun así, Barbicane continuó ignorando al pobre Nicholl. Entonces dijo:

—Será un gran peligro para la gente realizar el invento del presidente. El  gobierno debe intervenir por el bien de todos. ¡No se debe lanzar esa peligrosísima bala!