De la Tierra a la Luna página 3

Fue tanta su envidia que dijo que era necesario proteger a la humanidad del malvado Barbicane.

Por supuesto que era tanta la emoción de la gente por el viaje de esa bala a la Luna, que ignoraron por completo a Nicholl.  Ni el presidente le respondió todas aquellas agresiones.

Por eso fue que el capitán decidió publicar, en un periódico, una apuesta que Barbicane no podría rechazar:

“Apuesto

 Mil dólares a que no logran juntar el dinero para llevar a cabo su invento.

Dos mil dólares a que su cañón no va a funcionar.

Tres mil dólares a que no podrán ni levantar la bala.

Cuatro mil a que El Columbiad explotará en cuanto lo disparen.

Cinco mil a que la bala no llegará más allá de las nubes, cayendo a los pocos segundos”.

En total, apostó quince mil dólares. Como respuesta, recibió un simple mensaje:

“Baltimore 18 de octubre.

ACEPTO LAS APUESTAS.

Barbicane”.

FLORIDA Y TEXAS

Otro problema al que se enfrentaban, era que no sabían en dónde construir el cañón para hacer el lanzamiento. Hicieron cálculos. Debían encontrar la parte del planeta que estuviera más cerca de la Luna el día en que lanzaran el proyectil.

Maston, uno de los hombres más importantes y serios de este proyecto, propuso:

―Pienso que el lanzamiento debe ocurrir dentro del país.

Todos lo apoyaron, pues no querían compartir con nadie la gran experiencia del primer lanzamiento al espacio exterior. El problema era que la parte que estaría más cerca a la Luna, pertenecía a México, así que les dijo:

 ―Lo único que nos queda es declararle la guerra a ese país para quitarles su territorio, haciéndolo parte de Estados Unidos y así poder hacer nuestro experimento sin problemas.

―¿Estás loco? ¡Eso no es necesario! ¿Una guerra para quitarles un pedazo para nuestro experimento? Has perdido un tornillo, Maston. Qué locuras dices ―le dijeron todos.

Maston, se quedó callado y muy enojado porque ya nadie lo apoyó. Entonces Barbicane le dijo:

―Este gran momento no debe lograrse gracias a guerras y cosas que le hagan daño a otras personas o países. No estoy de acuerdo con tu propuesta. Lo más cercano a México que podemos encontrar, y seguro será un buen lugar también, son Florida y Texas, que sí pertenecen a nuestro país.

Entonces tuvieron que decidir entre estos dos estados.

Cuando los tejanos y los floridenses se enteraron, mandaron de inmediato representantes a Baltimore. Ambos querían que se hiciera en su territorio y pelearon por eso.

―Nosotros tenemos más condados que Florida ―decían los tejanos.

―Sí, pero los nuestros son más grandes que los suyos ―respondieron los floridenses.

―Pero nosotros tenemos más habitantes.

―¡Sí, pero en su estado hay enfermedades muy peligrosas, como las fiebres palúdicas!

―¡Sin embargo, en Florida tienen la enfermedad del vómito negro!

Ambos tenían razón y así se la pasaron peleando, sacando a relucir los defectos del estado enemigo. Pero también presumían sus propios logros para demostrar que eran mejores que el otro. Y así, llegaba hasta los periódicos la información de lo que unos decían un día y al otro publicaban la respuesta del contrincante.  Después de un tiempo ya se burlaba uno y el otro se defendía con otra broma también. Por supuesto que la gente que leía los periódicos se divertía mucho con esa discusión tan absurda.

Barbicane no sabía qué hacer para que no se pelearan más, pero tenía que decidir pronto a cuál de los dos estados llevaría su experimento. Ambos lugares tenían ventajas y desventajas, estaban muy parejos, pero una razón lo hizo tomar la decisión:

―Texas es muy grande y tiene al menos once ciudades importantes, pero Florida sólo tiene una: Tampa ―le decía a sus compañeros―. Si elegimos a Texas, será un nuevo problema, porque entonces comenzarán a pelearse entre esas once ciudades para que las escojamos. Así que me decido por Florida y su única ciudad, Tampa.

Cuando los tejanos se enteraron, salieron muy enojados de Baltimore. Pero antes de irse, lanzaron una última burla.

―Quédense ustedes con el experimento, su ciudad no resistirá el sacudimiento del disparo de ese gran cañón. Saltará con tal fuerza que desaparecerán para siempre.

A lo que sin miedo, los floridenses respondieron:

―¡Que salte! No nos importa.

PALA Y ZAPAPICO

Al poco tiempo muchos países comenzaron a enviar dinero para la fabricación del gran cañón y su proyectil. Todos querían formar parte del histórico suceso. Además, algunos fabricantes de herramientas y material necesario para la construcción también decidieron apoyar el proyecto.

Finalmente, llegaron al lugar donde iniciarían el trabajo.

Durante el tiempo que duró la fabricación del cañón y la bala, mucha gente estuvo trabajando ahí. Poco a poco, iba creciendo aquél gran invento. Tuvieron que cavar un agujero enorme, como del tamaño de una escuela. Ahí fundieron el hierro que le daría la forma a la base del cañón. Por otro lado construían la bala, también de un gran tamaño: ¡como el de una casa!