De la Tierra a la Luna página 4

EL TELEGRAMA

Muchos curiosos de todo el mundo iban al lugar para ver aquél gran acontecimiento. Florida se llenó muy pronto de turistas, reporteros y gente importante que no quería perderse la oportunidad de conocer aquél artefacto que haría historia.

Por supuesto que se hicieron muchas pruebas con cañones más pequeños, pero que eran iguales al que usarían para lanzar la bala a la Luna. Cuando veían que algo no funcionaba, hacían otro para mejorarlo. En estas pruebas la gente se juntaba para ver el experimento y era una gran fiesta cuando el proyectil salía disparado por los aires a toda velocidad.

Finalmente el proyectil Columbiad fue terminado. Ya sólo faltaban algunos ajustes.

Cuando todos festejaban, llegó a manos de Barbicane, un mensaje que venía de Francia. Éste decía:

“30 de septiembre

Señor Barbicane:

Le pido que cambie el interior del Columbiad y lo prepare para un pasajero, es decir, para mí. Partiré dentro de él a la Luna. Llegaré pronto en el barco Atlanta.

Michel Ardan.”

EL PASAJERO

Nadie podía creer que ese telegrama fuera real. Alguien estaba dispuesto a viajar dentro del primer proyectil que iba a llegar a la Luna, claro, si todo salía bien.

Todos hablaban de Michel Ardan, el intrépido francés. Pero los miembros del Club Cañón, no sabían qué hacer, pues si esperaban a que llegara el pasajero para construir un lugar apropiado dentro de la bala para su viaje, perderían mucho tiempo, pero si se apresuraban a hacerlo y resultaba ser una broma, sería un enorme gasto de dinero y esfuerzo innecesario, pues era tiempo que podrían usar en perfeccionar el Columbiad. En fin, que en esos problemas estaban ahora y fue entonces que Barbicane tuvo una gran idea.

Él y todos los curiosos del Club Cañón, decidieron ir nuevamente al telégrafo y enviar un mensaje al puerto francés. Este mensaje tenía tres preguntas muy importantes:

“¿Hacia dónde se dirige el barco Atlanta? ¿Qué día salió? ¿Iba a bordo un francés llamado Michel Ardan?”

Después de dos horas, recibieron la respuesta:

“El barco Atlanta se dirige a Florida. Salió el 2 de octubre. Sí, lleva a bordo a un pasajero llamado Michel Ardan”.

Al leer esto, todos se emocionaron, pues si ya la idea de Barbicane era maravillosa, ahora, con un hombre que viajaría a la Luna, ¡se convertía en algo extraordinario! De inmediato envió la orden de que suspendieran las labores y esperaran nuevas instrucciones, pues era necesario construir dentro del Columbiad todo lo necesario para que Ardan viajara cómodo y seguro.

Días después, desembarcó el francés en Florida. Fue recibido con mucha emoción. ¡Todos querían saludarlo! Luego Michel se encontró con Barbicane.

―Bienvenido a Florida ―saludó el presidente dándole la mano.

―¿Eres Barbicane?

  ―Así es. Ven, te llevaré a un lugar donde no te molesten los curiosos.

Entonces se alejaron de la multitud. Ya en un lugar más tranquilo, Barbicane le preguntó:

―¿Estás seguro de querer viajar en el Columbiad?

―Muy seguro. Es una gran oportunidad que no quiero perderme ―respondió Ardan muy orgulloso.

―¿Nada te detendrá? ¿Lo has pensado muy bien? ―continuó el presidente, que se veía preocupado.

―¡Nada! Y no tengo mucho que pensar. Estoy convencido. ¡Quiero estar en la Luna! ―dijo Michel, muy seguro y emocionado.

Barbicane comenzó a emocionarse también, pues le parecía una gran idea y se contagió del entusiasmo del francés.

―Mañana, si me lo permite, diré frente a todo el público algunas palabras y resolveré todas sus dudas ―continuó Ardan.

―Está bien, por hoy lo dejaremos descansar. Hasta mañana ―dijo el presidente y se marchó.

LAS ACLARACIONES DE MICHEL ARDAN

Al día siguiente, y ante un gran número de personas, apareció el francés listo para explicarles a todos por qué quería realizar ese viaje tan arriesgado:

―Señores, tal vez estén a favor o en contra de mi loca idea de viajar dentro del primer proyectil que será enviado a la Luna. No tengo idea de los peligros a los que me enfrento, pero tampoco me importa. Alguien algún día tenía que hacer este viaje y quiero ser yo. Pero no se preocupen, he estudiado todo lo relacionado a la velocidad, la construcción del Columbiad y las condiciones del viaje. No veo nada que pueda salir mal.

Todos lo miraron sorprendidos y guardaron silencio. Así que Michel continuó con una gran sonrisa.

―Sé que es un gran riesgo, pero si los grandes inventores y aventureros, no se hubieran arriesgado nunca, jamás habríamos conocido los grandes descubrimientos de la ciencia. Algunos me dicen que será un largo viaje, pero qué importa, es tal vez el mismo tiempo que tardé en venir de Francia a Florida, así que no es gran cosa.

—¿Qué planea encontrar? —preguntó un periodista.

―Que si  descubro que la Luna es un lugar donde se puede vivir y donde hay otras personas o seres, entonces seré yo quien logre que tengamos comunicación con ellos. Además, en vez de enviar un balazo que sería poco amigable, ellos tendrán una visita amistosa y nosotros un nuevo lugar a donde ir.

Todos aplaudieron con gran entusiasmo. Estaban convencidos de que la idea de Ardan era maravillosa y sería un gran paso para la humanidad.