De la Tierra a la Luna página 6

―Sí, y en público ―respondió Nicholl riendo.

―Pues te haré pagar. No quiero que nadie se entere. Nos vemos mañana en el bosque Skernaw. ¿Lo conoces?

―Lo conozco.

―Te espero mañana antes del amanecer. A las cinco.

―Ahí estaré.

―No olvides llevar tu rifle ―dijo Barbicane.

―Ni tú el tuyo―respondió Nicholl.

Al terminar esta conversación, cada uno, muy tranquilo, se fue del lugar. Pero luego Barbicane ya no pudo dormir, pues estaba preocupado por los nuevos arreglos que tenía que hacerle al Columbiad. El tema del duelo a muerte con Nicholl no le importaba demasiado.

CÓMO ARREGLAN LOS FRANCESES UN DESAFÍO

Mientras los dos hombres se preparaban para su duelo secreto, Ardan descansaba tranquilamente en su habitación. De pronto, alguien tocó como desesperado a su puerta. Era Maston que gritaba desde afuera:

―¡Abre! ¡Abre pronto, es urgente!

Con mucha calma, el francés le abrió al secretario del Club Cañón. Entró a toda prisa, muy agitado y asustado.

IMAGEN 15

―Ayer, Barbicane fue insultado públicamente por aquél hombre extraño que te hizo tantas preguntas. Luego platicaron y supo que era nada más y nada menos que ¡el capitán Nicholl! El problema es que acordaron verse hoy por la mañana para batirse a duelo. Barbicane me lo contó. Si él muere, ¡todo el proyecto se viene abajo! Es importante que los detengamos. La única persona que podría convencerlo en este momento, eres tú.

Mientras Maston hablaba, Ardan se vestía a toda prisa. En el camino le explicó por qué eran enemigos y Michel comprendió lo terrible de la situación, pues ambos eran hombres muy orgullosos. También le contó cómo sería el duelo. Ambos estarían en el bosque, entre los arbustos y los árboles. Se buscarían el uno al otro. El que encontrara primero a su enemigo, podría dispararle y vencerlo, así que debían andar en silencio, atentos y bien escondidos. Ellos también corrían peligro pues podrían confundirlos. ¡Cualquier movimiento en falso, era mortal!

Cuando entraron al bosque, se encontraron con un leñador: ―Señor ¿ha visto por aquí a algún hombre con un arma? ―preguntó Maston amablemente.

―¿A un cazador? ―dijo el leñador.

―Sí, sí, a un cazador. Es amigo nuestro. Díganos ¿lo ha visto? ―preguntó Ardan algo nervioso.

―Sí, hace un rato pasó por aquí. Caminaba muy despacio, como si se escondiera de alguien.

―¿Y ha escuchado por casualidad algún disparo? ―continuó Maston muy preocupado.

―No, ninguno ―respondió el leñador y continuó con su trabajo.

Con estas respuestas, ambos continuaron su camino con mucha precaución. Pasaron un buen rato buscando, no escucharon ningún disparo y estaban muy nerviosos. De pronto vieron a alguien escondido entre unos arbustos.

Se acercaron con cuidado y descubrieron que ¡era Nicholl! Pero no tenía su arma. Pensaron lo peor. Al estar más cerca, se dieron cuenta que estaba ayudando a un pájaro a escapar de unas ramas en las que había quedado atrapado, sin importarle el peligro que corría, pues si Barbicane lo encontraba primero, le dispararía.

Cuando finalmente lo liberó, Michel le dijo:

―Eres un hombre valiente y de un gran corazón.

―¡Michel Ardan! ¿Qué hacen aquí?

―Vengo a proponerte algo y a evitar que mates a Barbicane o él te mate a ti.

―¡Cierto! Barbicane… hace dos horas que lo busco y no lo encuentro―dijo Nicholl un poco molesto.

―Capitán, ya sabemos que su rivalidad es tan grande que están dispuestos a matarse, pero eso no sucederá, porque dos hombres tan valientes e inteligentes, pueden pasar del odio a la amistad si se dan la oportunidad de conocerse.

―De ninguna manera, hoy lo venceré.

―No, no lo hará. Aquí no habrá ningún duelo.

―Sí lo habrá―insistía Nicholl como niño pequeño.

―Claro que no, porque tengo un trato que proponerles y al que no se podrán negar.

―¿Un trato? ¿Cuál?

―Sea paciente, se lo diré cuando encontremos a Barbicane.

―¡Pues vamos a buscarlo!

Dicho esto, comenzaron a caminar. Nicholl se puso el rifle en la espalda y no dijo una palabra más. De pronto, Maston se detuvo bruscamente. Entre los arbustos, había un hombre agachado e inmóvil. Estaba junto a un gran tronco recargado. De inmediato reconocieron a Barbicane.