Un viaje puede ser tranquilo o sin contratiempos, es decir, que podemos tomar un barco, que tal vez haya un poco de viento y luego, después de unos días, llegar a nuestro destino, o… ¡puede ser una increíble aventura llena de misterios y desafíos.
Resumen de los hijos del Capitán Grant para niños
Claro, como este es un libro del gran maestro Julio Verne, pues entonces tenemos el segundo caso, en otras palabras, este es un libro para niños que no podrás soltar ni un segundo.
Además, como es para niños, es un resumen por capítulos que puede servir para hacer las tareas o para darnos cuenta si queremos leer el libro completo (sí deberían). Bueno, ya basta de plática y vamos a disfrutar de esta historia del gran Julio Verne.
Los hijos del Capitán Grant en PDF
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Capítulo 1. Un tiburón amarillo
Esta historia sucedió hace como 150 años. En esa época, no había televisión, ni videojuegos o computadoras. Eso parece muy aburrido, ¿verdad? Pero no lo es. La gente se divertía de otras formas. Un buen ejemplo, es esta aventura que te contaré.
En esa época, un gran barco llamado el Duncan paseaba en Inglaterra. Su dueño era lord Edward. Con él iban su esposa lady Elena y su primo Nabbs.
Al ir de regreso a tierra, ¡vieron a un gran tiburón martillo! Lo triste, es que ya estaba muerto. Como no los conocían de cerca, decidieron sacarlo del agua. Fue difícil porque daba miedo, sobre todo por su boca llena de filosos dientes.
Lord Edward pensaba que, dentro de los tiburones, había tesoros. Por eso decidieron abrirlo. Después de un rato, Tom Austin, que era el ayudante del capitán del barco, llamado Mangles, vio una botella que el tiburón se había tragado. Cuando la revisaron, descubrieron que dentro, ¡tenía un mensaje!
Sacaron el papel, pero estaba muy maltratado y borroso. En él, apenas se podía leer esto:
El 7 de junio de 1862, el barco Britannia de Glasgow, naufragó. Es Patagonia… Austral…eland Dos marineros y el capitán Grant, nadaron a tierra. Ahí hay unos indios. Son personas muy malvadas. Seguro nos harán prisioneros. Arrojamos la botella al agua. Por favor ayúdennos o estaremos perdidos.
Después, recordaron haber escuchado sobre eso. El barco Britannia salió dos años atrás. Nunca volvió. Lord Edward estaba emocionado.
—Vamos a rescatarlos en el Duncan —dijo Lord Edward.
La noticia del mensaje de Harry Grant era tan interesante, que casi de inmediato fue publicada en el periódico. Por eso, una mañana llegaron a casa de Lord Edward y su esposa Elena dos jóvenes.
―¿Son ustedes los que encontraron la botella en el tiburón? —preguntaron.
―Así es―contestó Elena.
―Nosotros somos los hijos del capitán Harry Grant. Mi nombre es Mary y el de mi hermano, Roberto ―dijo la joven que estaba muy nerviosa.
—Es poco lo que sabemos. Pero no pierdan las esperanzas. Iremos a buscar a su padre y a sus marineros. Si quieren, pueden venir con nosotros. Saldremos mañana —dijo Elena muy emocionada.
El grupo sólo pensaba en encontrar al capitán Grant, pues esos muchachos necesitaban a su padre. No había tiempo que perder. Así que prepararon el barco para el viaje. Al día siguiente, el Duncan estuvo listo para navegar y salió del puerto. ¡Iba a ser como darle la vuelta al mundo!
Capítulo 2: El pasajero despistado
Una mañana los viajeros estaban conversando. Cuando de pronto, vieron a un hombre platicando con el mayordomo. Le decía nombres que él no conocía. Esto les causó curiosidad. Por eso, el capitán decidió acercarse.
―Buen día, señor ―saludó Mangles muy amable.
―¡Ah! Usted debe ser el capitán ―respondió alegremente el hombre.
Nadie sabía quién era este señor. Todos lo veían sorprendidos.
―Así es. Soy el capitán…―se presentaba Mangles, pero fue interrumpido.
―Lo sé. El capitán Burton. Es un placer ―continuó el hombre―. Dígame, ¿es verdad que el Scotia es complicado para navegar?
―¿Scotia? ―preguntó el capitán, mientras miraba al resto de los pasajeros que estaban tan confundidos como él.
―¡El nombre de este barco siempre me ha gustado! ―dijo con una gran sonrisa, viendo a su alrededor.
Entonces fue con los demás.
―Ah, muy buenos días a todos. Es un gusto verlos.
―Señor, ¿quién es usted?, ¿cuál es su nombre? —preguntó Edward.
―Soy Santiago Paganel. El geógrafo que dirige los trabajos de los viajeros. Esta vez voy a la India. ¡Estoy muy emocionado!
Lord Edward había escuchado del despistado señor Paganel. Sabía que era un geógrafo muy famoso. Pero no entendía qué hacía en el Duncan. Santiago les explicó muy contento:
―Llegué a Glasgow en tren. Luego tomé un carruaje que me dejó en el muelle. Frente a mí, vi al Scotia. Estaba oscuro. Me subí muy cansado. ¡Había viajado treinta horas!
Luego busqué mi habitación. Sólo quería dormir y así lo hice por treinta y seis horas. Después me despertó el hambre. Como ya les dije, voy a la India a explorar. Busco pistas de unos viajeros muy famosos. ¡Será emocionante!
Todos comprendieron lo que pasó. Paganel se subió al barco equivocado. Ahora, ¿qué hará cuando sepa su error? ¿Se lanzará al mar y nadará de regreso? ¿Conseguirá una lancha para remar a casa? Por eso Edward dijo:
―Señor Paganel, ese viaje suena muy interesante. Pero debo decirle la verdad. Por ahora no podrá ir. Vamos en otra dirección. ¡La India es para el otro lado!
―¿Qué? Pero el capitán Burton… ¿y el Scotia? Es broma, ¿verdad? ―dijo Santiago.
El geógrafo observó el barco y por fin vio su nombre: ¡El Duncan!
―Perdón, caballero. Este barco no se llama Scotia, ni yo soy el capitán Burton ― dijo Mangles un poco apenado.
Ninguno pudo evitar reírse. Paganel caminaba de un lado a otro. Estaba avergonzado y preocupado, pues no podría cumplir su misión. ¡Los geógrafos pensarían que era un mal científico! Edward trató de calmarlo.
—Lo bajaremos en el próximo puerto —dijo Edward.
—Mejor acompáñenme a la India —contestó Paganel.
Mientras él decía esto, los pasajeros negaban con la cabeza. Le dijeron que tenían una misión en la Patagonia. Con calma, le contaron toda la historia, desde el tiburón y la botella, hasta los peligros que les esperaban. Lady Elena le propuso que mejor él los acompañara. Paganel aceptó.
—Su viaje parece más emocionante —dijo.
El geógrafo era muy gracioso. Pronto se hicieron buenos amigos de él. También le enseñaron el mensaje de la botella. Él les dio esperanzas de encontrar a los náufragos.
Durante el viaje, Paganel veía mapas, anotaba datos y hacía dibujos. También quiso aprender español, pues ellos hablaban inglés.
En sus ratos libres, le enseñaba geografía a Roberto Grant. Mientras cruzaron el estrecho de Magallanes, a la hora de comer, el geógrafo les contó muchas historias.
Poco a poco se acercaron a Chile. Pasaron varios lugares que parecían habitados. Pero como no sabían qué tipo de gente vivía ahí, decidieron no detenerse.
Podría ser peligroso. Por fin, un día salieron del estrecho y llegaron al inmenso mar, ¡era el océano pacífico!