A los seis días, el viento fue más violento. Mangles vio que se acercaban a tierra, pero había muchas rocas. Estaban a punto de estrellarse y naufragar en el débil barco. Entonces tomó el mando. Condujo la nave con mucho esfuerzo. Pasaron muy cerca de las rocas y lograron librarse del accidente. De pronto, el barco dejó de moverse. Estaba atorado entre la arena y una roca. Como ya era de noche, no pudieron hacer nada. Esperaron hasta el amanecer para hallar la forma de llegar a tierra en el único bote que había.
Cuando salió el Sol, buscaron al capitán y a los marineros, pero no había nadie. Entonces tomaron el bote para irse, ¡pero también había desaparecido! Al verse solos en el barco, esperaron a que las olas los sacaran de ahí. El problema es que comenzaba a inclinarse hacia un lado y podía voltearse en cualquier momento. No estaban lejos de la playa, pero era peligroso ir nadando por las rocas. Entonces construyeron una balsa para todos. Tenían que salir del Macquarie de inmediato.
Paganel les contó que le tenía miedo a las tribus maoríes. Cualquier intruso era considerado su enemigo. Si los atrapaban, se los comerían vivos. Pues eran caníbales, es decir, ¡que comían carne humana! Esto los asustó, así que evitarían encontrárselos.
Terminaron los ajustes de la balsa. Llevaron comida y las armas que pudieron. Iniciaron el viaje hacia la playa. Cerca de la costa, la balsa se atoró en la arena. Vieron que el mar ya no era tan profundo y todos bajaron para llegar caminando a la orilla. Ahora estaban en las terribles tierras de Nueva Zelanda.
Capítulo 12: Tierras maoríes
Por la noche descansaron en un campo solitario. Algunos no durmieron para vigilar que ninguna tribu maorí los atrapara. Tampoco encendieron la fogata para no llamar la atención.
Al amanecer, los viajeros estaban en una canoa. Ésta la dirigía un indígena maorí. Ellos, sin darse cuenta, ¡durmieron en medio de su campamento! La tribu los tomó presos. Ninguno fue maltratado, pero tenían mucho miedo. Aun así, guardaron la calma.
Al escucharlos hablar, Edward se dio cuenta que conocían su idioma. Entonces les preguntó que a dónde los llevaban o qué harían con ellos. El jefe, de nombre Kai Koumou, le dijo que los intercambiarían con los ingleses por un jefe suyo que tenían preso. Pero, que si no aceptaban el trato, los matarían.
Al anochecer, se detuvieron en la orilla. Ahí los bajaron. Luego los sentaron en medio del campamento. Los rodearon con fogatas tan grandes que era imposible pasar. Ni siquiera pensaron en escapar.
Pasaron tres días navegando por el río. En el camino se unieron a ellos otras canoas con maoríes. Cada noche, acamparon rodeados de fuego. Una tarde, llegaron al lago Taupo. Los llevaron hasta un lugar donde había casas maoríes. Luego, los encerraron en un cuarto vacío. Afuera, los indígenas lloraban. Habían tenido una batalla contra unos soldados de Inglaterra. Muchos de sus compañeros murieron. Por eso querían vengarse con los viajeros, pues pensaron que tenían algo que ver. La gente quiso atacarlos. Así que el jefe decidió llevarlos a un lugar más seguro. Su plan era que no les hicieran nada. Debía intercambiarlos por los ingleses.
Entonces, Elena le confesó a Edward que tenía un arma en caso de necesitarla. A ella no la revisaron. Se la dio para que la escondiera. Después, un indígena fue por ellos y los llevó ante los jefes.
En el lugar estaba Kai Koumou junto a otro de los más importantes maoríes y un grupo de guerreros. Al llegar, le preguntaron a Edward si creía que los ingleses les regresarían a su líder a cambio de él. Les respondió que no, pero que si los entregaba a todos, tal vez le aceptarían el cambio. Los indígenas no estuvieron de acuerdo. Entonces Mangles pidió que entregaran a las mujeres por su jefe. Por tanto, ellos se quedarían presos o los matarían. No aceptaron la propuesta y se burlaron de ellos. El otro jefe dijo quería quedarse con Elena. Se acercó, pero Edward se puso frente a él y le disparó. Todos los guerreros los rodearon. Le quitaron el arma. Iban a golpearlos, pero Kai Koumou los defendió. Detuvo a los indígenas furiosos y llevó a los viajeros a una especie de cárcel. Al estar ahí, se dieron cuenta que Paganel y Roberto, ¡habían desaparecido!
Por lo que hizo Edward, era muy posible que lo mataran. Además, no sabían dónde estaban sus compañeros. Eran momentos terribles para ellos. Así estuvieron encerrados tres días. Luego los llevaron de nuevo ante Kai Koumou. Entonces le dijo su castigo por asesinar al jefe: lo matarían al día siguiente. En ese momento, llegó un mensajero indígena.
Le preguntaron si vio al líder maorí que los ingleses tenían preso. Le respondió que sí, pero que lo habían matado. Eso les quitó las esperanzas de salvarse a los viajeros. ¡Ya no tenían por quién intercambiarlos!
Capítulo 13: Las últimas horas
En la noche los regresaron a su cárcel. Eran sus últimas horas de vida. Pero sólo pensaban en escapar. Afuera, había veinticinco vigilantes alrededor de una fogata. La cárcel estaba en la cima de una montaña muy alta, así que por atrás no podían salir.
A las cuatro de la mañana, comenzaron a escuchar ruidos. Todos se inquietaron. Pensaron que alguien estaba excavando por detrás. Así que ellos también lo hicieron. De pronto, se encontraron con Roberto. ¡Estaba vivo!, y había estado buscando la forma de salvarlos. Pero de Paganel no había noticias.