Los hijos del Capitán Grant página 8

A las cuatro de la mañana, comenzaron a escuchar ruidos. Todos se inquietaron.  Pensaron que alguien estaba excavando por detrás. Así que ellos también lo hicieron.  De pronto, se encontraron con Roberto. ¡Estaba vivo!, y había estado buscando la forma de salvarlos. Pero de Paganel no había noticias.

Llegaron a una cueva en la montaña. Ahí se escondió el joven Grant. Luego avanzaron entre los montes. Trataron de no hacer ruido y alejarse lo más pronto posible. Comenzó a amanecer. De pronto, escucharon cientos de gritos. Era claro que venían de la aldea maorí. Al parecer, los habían descubierto. Los viajeros llegaron a lo alto de una montaña. Al mirar hacia abajo, pudieron ver a un gran número de indígenas. Éstos comenzaron a correr para atraparlos.

Al sentirse perseguidos, sacaron fuerzas y valor para seguir adelante. Sintieron que los maoríes los alcanzarían en cualquier momento. De pronto, dejaron de escuchar los gritos de los indígenas. Cuando se asomaron, vieron que no querían escalar la montaña. De pronto, Mangles les dijo que estaban en el mismo lugar que el día anterior. Ahí fue enterrado el jefe maorí. Se acercaron a la tumba y encontraron a un indígena. Comía muy tranquilo. Vestía como los demás maoríes. Él les dijo:

—Siéntense. Coman conmigo.

¡Era Paganel disfrazado de pies a cabeza como maorí!

Todos se alegraron. Pero aún tenían miedo de que los atraparan.

—No nos harán nada. Esta montaña es sagrada, no pueden subir —les dijo mientras se burlaba de los indígenas que estaban abajo.

Era hora de pensar cómo bajar sin ser atrapados. El geógrafo les dijo que fueran pacientes. No sabía cómo, pero estaba seguro que saldrían de ahí.

Luego, les dijo cómo escapó cuando mataron al jefe:

—Otro líder maorí me atrapó, pero éste era bueno y no me hizo daño. Al contrario, le daba curiosidad escuchar mis historias. Pero yo sólo pensaba en rescatarlos. Una noche, me escapé al monte para recuperar fuerzas y volver por ustedes. Por eso estoy aquí.

Después de eso, pensaron cómo bajar. No querían ser atrapados por los indígenas otra vez. Además, descubrieron que el lugar donde estaban no era una montaña, ¡si no un volcán!

Edward, Mangles y Nabbs intentaron bajar por un lado, pero les dispararon. Así que regresaron. Luego Paganel les enseñó lo que había en la tumba. Encontraron armas y comida para todos. Con eso podían sobrevivir varios días.

Tenían todo listo para hacer la cena, pero no tenían fuego. Así que Paganel les enseñó como calentar las cosas. Hizo un hoyo en la tierra y de inmediato salió calor. Como era un volcán, por dentro estaba muy caliente.

Al amanecer, Paganel ya tenía un plan de escape. Al llegar la noche, iban a hacer un gran hoyo en la tierra. Saldría tanto vapor que parecería una erupción del volcán. Entonces, iban a creer que los dioses maoríes los castigaron por estar en el monte sagrado. Se iban a esconder en la tumba del jefe. Así, los indígenas pensarían que estaban muertos y podrían partir.

En cuanto oscureció por completo, se fueron lejos de la tumba para hacer el agujero. Después de un rato, lograron hacer salir no sólo vapor, ¡sino lava! Tuvieron que alejarse corriendo para no quemarse. Poco a poco comenzó a brotar con más fuerza. Se escucharon gritos. Al día siguiente, con mucho cuidado, salieron de la tumba. Encontraron ese lado del volcán completamente quemado. Los maoríes ya no estaban. ¡El plan funcionó! ¡Por fin serían libres!

En la noche, decidieron bajar y huir de ahí. Fue un largo camino. Anduvieron en silencio y con miedo. Después de algunas horas, lograron llegar al bosque, donde ya era difícil que los encontraran. Ahora querían llegar al mar.

Capítulo 14: Entre dos fuegos

Caminaron toda la noche. Al día siguiente no se detuvieron, porque no encontraron un lugar dónde acampar. Pero también querían alejarse lo más posible del peligro. Así pasaron varios días a pie. Ya nadie hablaba del capitán Grant. Habían perdido las esperanzas de encontrarlo. Sólo querían volver a casa.

Pasados diez días, aún les faltaba mucho para llegar. Todos estaban muy cansados. Había caminos difíciles que agotaban sus pocas fuerzas. Ahora ya casi no tenían comida ni agua. Hasta que por fin llegaron a la playa. De pronto, vieron a un grupo de indígenas con hachas. Se dirigieron a ellos. Pensaron que los atraparían. Entonces vieron en la orilla una balsa con remos. Corrieron a ella, se subieron y comenzaron a remar. Ya lejos de la costa se sintieron a salvo. Entonces los enemigos tomaron otras balsas para perseguirlos. Entonces remaron de nuevo para alejarse a toda prisa.

Huyeron durante media hora, pero se quedaron sin fuerzas. Poco a poco, los indígenas los empezaron a alcanzar. De pronto, a lo lejos vieron un barco. Eso les dio energía y de nuevo comenzaron a avanzar para llegar a él. De pronto, Edward se paralizó. Nadie entendía. Hasta que por fin dijo:

—¡El Duncan! ¡El Duncan y los ladrones!

¡Ahora estaban en peligro por ambos lados! Se sintieron perdidos. Dejaron de remar. Ya no sabían qué era peor, si caer en manos de los caníbales o de Ben Joyce. Los indígenas les dispararon. Pero el Duncan abrió fuego contra los maoríes. Los viajeros se quedaron inmóviles. Estaban en medio de la batalla. Sólo les quedaba evitar salir heridos. En eso, Roberto gritó:

—¡Tom Austin! ¡Es él! ¡Nos han encontrado!

De pronto, del Duncan salió un último disparo que hundió la balsa enemiga. Y claro, los demás indígenas huyeron. Poco después, y sin salir de su asombro, los viajeros estaban de nuevo a bordo del Duncan.

Todos lloraron de alegría al reencontrarse. Por fin pudieron preguntarle a Tom Austin cómo llegó ahí. Él les dijo que recibió la carta de Edward, donde le pidió que fuera a las costas de Nueva Zelanda. Ayrton insistía en que tenía que ir a Twofold, pero Tom obedeció lo que decía el mensaje.

Todos se sorprendieron, pues Edward le dictó a Paganel que escribiera Twofold, no Nueva Zelanda. Cuando Austin les mostró la carta, vieron que decía: ¡Nueva Zelanda! Ese día, Paganel no paraba de decir: Eland Zelanda. Así que no escribió lo que le dictaba Edward, si no lo que estaba pensando: ir a Nueva Zelanda ¡Esa distracción los había salvado a todos!

Después de un rato, Austin les contó que Ayrton estaba a bordo. Esto los sorprendió. Les explicó que lo tenía preso, pues cuando supo que no irían a Twofold, sino a Nueva Zelanda, se enfureció. Entonces trató de poner a los marineros en su contra. Así que al ver que era peligroso, lo encerró en un lugar donde no hiciera daño.

Capítulo 15: ¿Ayrton o Ben Joyce?

Cuando Edward tuvo enfrente a Ayrton, lo interrogó. Pero éste no respondía nada. Ni siquiera sobre el Britannia. Mejor lo volvieron a encerrar.

Después de eso, planearon el regreso a Europa, pero les hacía falta carbón para el barco. Decidieron regresar a Australia. Aunque volverían a casa, todos estaban tristes. Al final, no lograron encontrar al capitán Harry Grant. Algunos pensaron que Ben Joyce tampoco sabía del Britannia. Sin embargo, lady Elena fue a verlo al lugar donde lo tenían encerrado. Estuvo dos horas con él. Al salir, logró algo: no confesó, pero pidió hablar con Edward.

Ayrton quiso que también estuvieran Nabbs y Paganel. Le dijo que necesitaba testigos, pues les propondría un trato. El trato era que no lo entregaran a la policía, sino que lo abandonaran en una isla desierta. Él se las arreglaría sólo. A cambio, les diría todo lo que sabía del Britannia. A Edward le costó trabajo, pero finalmente aceptó.

Les dijo que sí se llamaba Ayrton. Que mientras viajaba con Harry Grant, tuvieron una discusión y el capitán decidió bajarlo en Australia. Después, les contó todo lo que ellos ya sabían sobre el plan de robar el Duncan. Nabbs le preguntó si sabía a dónde se dirigía el Britannia. A lo que le respondió que sólo sabía que Grant quería visitar Nueva Zelanda. Terminaron la conversación y lo enviaron a su encierro.