Con esto, Edward y Nabbs dieron por perdido al capitán Grant. Pero Paganel se confesó: La palabra eland en el mensaje, podía significar Nueva Zelanda. Era algo que habían ignorado. Creo que ése era el lugar. De todos modos, si naufragó ahí, seguro que los maoríes lo atraparon. En ese caso, no logró salvarse.
Edward les pidió que no dijeran nada aún a los hermanos Grant. Esperarían el momento para decirles la verdad: ¡que su padre había muerto!
Capítulo 16: Un grito en la noche
Todos se desilusionaron al saber que Ayrton no había dado información importante. Ahora tenían que buscar una isla dónde abandonarlo. En el mapa vieron una que se llamaba María Teresa, en medio del océano Pacífico.
Al día siguiente, a lo lejos, vieron el lugar y un poco de humo. Se preguntaron si eso era un volcán, pero no lograban distinguirlo. Estaba anocheciendo y no sabían si era seguro acercarse. En la oscuridad, se veía una luz en la playa moverse de un lado a otro. Pensaron que podía estar habitada, pero no sabían si era por salvajes. Por eso decidieron que al día siguiente lo averiguarían.
Los hermanos Grant estaban tristes. Ya no sabían si su padre estaba vivo. Entonces, Roberto le dijo a Mary que sería marinero y dedicaría su vida a buscarlo. Ahora no estaban solos. Mientras se abrazaban, escucharon algo en la oscuridad. Era un grito que decía: ¡A mí, a mí!
Ellos se sorprendieron. ¿Habían escuchado bien? De pronto se miraron. Estaban seguros de oír lo mismo. Luego gritaron: ¡Mi padre! ¡Mi padre!
Todos corrieron hacia ellos. Roberto señaló la isla y dijo: ¡Mi padre está allá! ¡Los dos lo hemos escuchado!
Nadie lo podía creer. Pensaron que era su imaginación y les dio mucha tristeza. Pero ellos seguían emocionados. Mary se desmayó y se la llevaron a su cuarto. Poco tiempo después, Roberto, también alterado, se quedó dormido repitiendo: Mi padre, mi padre…
Los viajeros estaban apenados por ellos. Pensaron que fue su imaginación. Pero Paganel no estaba de acuerdo. Era posible que uno imaginara las voces, ¡pero no los dos al mismo tiempo!
Al día siguiente, los hermanos corrieron para ver de nuevo la isla. Los demás los siguieron curiosos. Entonces vieron a tres hombres agitando una bandera de Inglaterra. Roberto pidió que le dieran la lancha para ir a la isla. Los demás no estaban seguros, pensaron que sería una gran decepción. Aun así, subieron al bote Edward, Mangles, Paganel y los hermanos Grant. Cuando casi llegaron a la playa, Mary Grant gritó: ¡Padre mío!
En la orilla había tres hombres. Uno de ellos cayó de rodillas y extendió sus brazos al ver a sus hijos. ¡Era el capitán Grant!
Fue él quien agitó la luz en la isla la noche anterior. Se abrazaron y lloraron de alegría. Luego los llevaron al Duncan. Ahí conocieron a todos esos valientes que lo habían estado buscando. Después, él los invitó a comer en la isla. Sería su último día en ese lugar que le dio todo para sobrevivir.
Le dijeron lo que había hecho Ayrton, a quien el capitán consideraba un buen hombre. Pero entendió que tomó un mal camino. Estaba de acuerdo en que la isla María Teresa sería un buen lugar para él.
El capitán Harry Gran les contó todo. Les habló del naufragio y de cómo, con los restos del Britannia, se construyeron una pequeña casa.
El capitán decidió no llevarse nada y dejarle todo a Ayrton. Éste, al ver a Harry Grant, lo saludó con respeto. Aceptó que hizo hecho mucho daño y que necesitaba la soledad para arrepentirse.
Por fin volvieron a Europa. ¡Los recibieron con mucha alegría! Todos sabían de sus aventuras. Mary y Mangles se casaron y Roberto fue un gran marinero.
Paganel se comprometió con una prima de Nabbs. Pero el día de su boda, se vistió de pies a cabeza. Se veía muy extraño. Luego le confesó a sus amigos: Mangles, Edward y Nabbs la razón:
—Mientras estuve preso de los maoríes, me pintaron el cuerpo de forma permanente. Ahora soy mitad francés y mitad maorí —dijo el geógrafo.
A Paganel no le incomodaban los dibujos en su piel, pues eran un recuerdo eterno de sus grandes aventuras por el mundo.
FIN