Un capitán de quince años página 3

La ballena tardó en salir, pero cuando lo hizo, ¡atacó a los marineros! La habilidad del capitán los salvó. Los tripulantes aprovecharon para lanzarle otros arpones. Pero el mamífero recuperó sus fuerzas y se lanzó contra ellos de nuevo. La embarcación estaba medio llena de agua y ya no podía maniobrar bien. Por eso ya no lograron esquivar a la ballena.

El capitán levantó la mano en dirección hacia La Pilgrim. Pero el joven Dick había recibido la orden de no dejar el barco pasara lo que pasara. La ballena atacó una vez más a la balsa y la hizo pedazos. El capitán y los tripulantes se agarraron a lo que quedó del barco y luego nadaron hacia una pequeña isla.

Cuando Dick Sand intentó volver por ellos, cayó una tormenta muy fuerte. Como se perdió, ¡ya no encontró a los tripulantes que fueron por la ballena!

“Espero que estén bien, quizá la balsa no estaba tan dañada y pudieron navegar hacia un lugar más seguro”, pensó Dick, e hizo lo que creyó correcto: ser el capitán del barco.

El capitán Hull y su tripulación desaparecieron. Entonces, Dick estaba a cargo. Pero los hombres que quedaron en el barco, los náufragos, no eran marineros. ¿Qué podía hacer?

De pronto se acercó el cocinero Negoro y le preguntó quién mandaba ahora en el barco.

—Yo —respondió Dick.

—¡Tú! —dijo burlándose Negoro—, ¡un capitán de quince años!

El cocinero alzó los hombros y regresó a la cocina. El pequeño grumete, convertido ahora en capitán, llamó a los hombres que había rescatado y les dijo:

—Ustedes son toda la tripulación que queda, aunque no son marineros, son fuertes, y espero que me ayuden a llevar este barco a algún puerto.

Tom, en nombre de todos, respondió:

—Mis compañeros y yo seremos sus marineros. Haremos todo lo que nos pida, capitán.

Dick se sintió muy contento y comenzó a dar órdenes para regresar a tierra.

Los hombres trabajaban muy bien. Al seguir las órdenes del capitán Dick, lograron extender todas las velas para que el barco tuviera muy buena velocidad. Según los cálculos del joven, se dirigían a Valparaíso, en América.

Dick se guiaba por medio de dos brújulas. Una colocada junto al timón, y otra que estaba en unos barrotes en el camerino del capitán Hull.

Pero en la noche del 12 al 13 de febrero, ¡la brújula del camarote se cayó sin que nadie se diera cuenta! Se rompió y no era posible arreglarla. Nadie entendió cómo sucedió eso. “A lo mejor el tubo que sostenía a la brújula estaba oxidado y se rompió por el movimiento de la embarcación”, pensó Dick.

A la siguiente noche, Tom relevó a Dick para que descansar un poco. A las tres de la mañana pasó algo extraño: Tom se quedó viendo a un punto fijo y de pronto, ¡cayó completamente dormido!

En ese momento, el cocinero Negoro caminó y puso debajo de la brújula un objeto muy pesado y luego se fue. ¡Ojalá Dick se hubiera dado cuenta de eso! El objeto que dejó era un trozo de hierro de magnetita, que cuando está cerca de las brújulas, las descompone.

La aguja de la brújula dejó de apuntar al Norte, ¡ahora marcaba el Nordeste! Cuando Tom despertó, pensó que el navío había perdido el rumbo y colocó al barco en dirección al Este. Pero como la brújula ya no servía bien a causa de la barra de hierro, ¡en realidad puso el barco en dirección contraria! Nadie se dio cuenta que estaban navegando para otro lado.

Dick Sand estaba preocupado porque todavía no llegaban a las tierras americanas, pero lo más alarmante era una tormenta que los encontraría pronto. La señora Weldon se acercó a preguntarle al joven capitán cuánto faltaba para llegar.

—Es muy extraño —dijo Dick—, ya deberíamos ver tierra.

—¿Estás seguro de no haberte equivocado? —preguntó la señora Weldon.

—No pude equivocarme. La brújula no miente —contestó el joven.

Dick estaba muy tenso. Un viento muy fuerte arrancó una de las velas principales. En ese momento, el cocinero Negoro se asomó y miró hacia el horizonte. No dijo nada, pero sonrió con maldad. Luego regresó a la cocina.