Un capitán de quince años página 6

—¡El americano Harris y el cocinero Negoro de seguro son amigos! —gritó el joven capitán.

Después de meditar un rato sobre el camino que recorrieron, Dick llegó a la conclusión de que estaban en Angola.

Dick Sand, aquel capitán de quince años, dejó de lado el miedo. Su deber era seguir adelante para salvar a sus compañeros. No sabía que dos hombres desalmados se habían reunido no muy lejos de ahí. Eran Harris y Negoro.

—¿Por qué no llevaste más adentro de la selva al grupo del capitán Sand? —le preguntó Negoro a Harris.

—El joven comenzó a sospechar de mí—dijo Harris, y agregó—, ¿qué pasó contigo durante todos estos años? Desapareciste y ya no supimos sobre ti.

—¡Casi me quedo en la cárcel para siempre! —dijo Negoro—. Los portugueses me atraparon. Pero logré escapar y me hice cocinero en el barco La Pilgrim. Luego, cuando se perdió el capitán, supe que era mi oportunidad para volver con ustedes y con el amo Álvez.

—¿Por qué no viniste sólo? ¿Qué piensas hacer con esa gente? —preguntó Harris.

—Los negros pueden ser vendidos como esclavos —respondió el cocinero.

En ese momento, un enorme perro apareció frente a ellos. ¡Quería morder a Negoro! Pero el hombre logró tomar un fusil y disparó. El perro huyó con rapidez.

Mientras tanto, Dick se acercó a Tom y le dijo:

—Usted sabe que estamos en África. Es necesario que sólo nosotros tengamos esta información. Hay que decirles que Harris nos traicionó, ¡pero ni una palabra de nuestra ubicación! Se van a desesperar si conocen la verdad.

El viejo Tom estaba de acuerdo en todo. Dick les explicó a sus amigos que Harris los había traicionado y que era compañero de Negoro.

—Debemos buscar un río para borrar sus huellas, y salir de aquí —dijo el capitán.

Caminaron durante tres días, y no vieron a Negoro o a Harris. Dick estaba preocupado porque tampoco sabía nada de Dingo.

Por fin encontraron un riachuelo y caminaron a la orilla del agua. Había pisadas de elefantes y hasta de humanos. “¡Quizá eran esclavos!”, pensó el capitán, sin decírselo a nadie.

Horas más tarde, el suelo se comenzó a sentir más pantanoso. Dick les dijo que lo mejor era tener mucho cuidado. Hércules, que era muy fuerte, tomó al pequeño Jack. Bat y Austin ayudaron a la señora Weldon.

Para su mala suerte, cayó una tormenta terrible. Todo estaba muy oscuro. De pronto, un relámpago iluminó la llanura.

—He visto algo muy cerca, creo que es un campamento —dijo Dick.

Parecía un pueblo abandonado. El capitán Sand fue a investigar. A los pocos minutos regresó.

—No es un campamento, ni una aldea —dijo Dick—. Son unos hormigueros.

—¡Hormigueros tan altos! —gritó el primo Benedicto—, debe tratarse de la termita devoradora. Sólo ese insecto puede construir algo así.

—En marcha. No podemos perder tiempo —ordenó Dick.

—¡Un momento! —exclamó Benedicto—. ¡Estoy seguro que esos hormigueros sólo existen en África!

—¡En marcha, he dicho! —contestó Dick enojado y todos le hicieron caso.

Caminaron hasta encontrar un refugio en uno de los hormigueros gigantes que estaban vacíos.

El primo Benedicto, con ayuda de su linterna, observó el hormiguero. Era maravilloso y grande. ¡Todos pudieron acostarse con comodidad!

—Este hormiguero —dijo el primo— lleva poco tiempo abandonado. Esta misma mañana las termitas todavía vivían aquí. De seguro los insectos huyeron de un gran peligro.

Mientras todos descansaban, Dick sintió que estaba en una alberca. ¡El hormiguero se estaba inundando! Los despertó a todos y les dijo:

—Creo que el río se desbordó. El aire que está dentro del hormiguero no permite que entre más agua, pero si hacemos un agujero para salir, se meterá todo el líquido y ¡nos vamos a ahogar!

Todos se espantaron mucho. Y más porque el agua aumentaba su nivel. Dick pensó rápido qué hacer y se subió sobre los hombros de Hércules. En lo más alto abrió un agujero con su hacha. La luz entró por ahí. ¡Estaban salvados!

Dick Sand siguió abriendo hoyos, pero al asomar la cabeza por uno lanzó un grito de espanto. ¡Alrededor del hormiguero navegaban unas barcas repletas de indígenas! En cuanto vieron al capitán, le dispararon flechas.

Dick se volvió a meter al hormiguero y les contó a sus amigos lo que vio. Tres de sus compañeros tomaron sus fusiles y dispararon para espantar a los indígenas.

No sirvió de nada. Eran muchos, así que llegaron al hormiguero y capturaron a todos los viajeros. Como eran demasiados enemigos, no servía de nada pelear. Luego los llevaron a tierra firme.