La vuelta al mundo en 80 días página 2

―No lo sé, pero creo que la Tierra es muy grande ―respondió Andrés riendo.

―Antes lo era… ―dijo tranquilamente Fogg―. Te toca, Ralph.

―¡Cómo que antes! ¿Acaso la Tierra se encogió? ―continuó Andrés.

―Claro, la Tierra es más pequeña, pues ahora se recorre más rápido. Por eso será más fácil atrapar al ladrón ―dijo Ralph lanzando una carta.

―O hará que cualquier criminal escape más fácilmente ―respondió Andrés burlonamente―. Es gracioso que digas que la Tierra es más pequeña sólo porque se recorre más rápido y ahora se le puede dar la vuelta en tres meses…

―Ochenta días tan sólo ―interrumpió Phileas Fogg.

―Claro, en ochenta días, sin tomar en cuenta el mal clima, los accidentes de tren, las descomposturas de los barcos, ni nada parecido ―respondió Andrés.

―Contando eso también, son ochenta ―dijo Fogg sin dejar de jugar.

―¿Pero si asaltan el tren o se hunde un barco o hay indios que los atacan?

―Si cuento eso, también son ochenta.

―Puede ser, tiene razón. Si sólo lo decimos suena posible, pero en la práctica…

―En la práctica también, Andrés ―interrumpió Fogg muy serio sin dejar el juego.

―Quisiera verlo ―respondió Andrés riendo.

―Vamos entonces ―dijo Phileas Fogg mirando por primera vez a Andrés desde que habían comenzado a jugar.

―¡Nunca! Eso es una locura. Pero sí apostaría cuatro mil libras a que es imposible hacer algo así en ochenta días.

―No es imposible, al contrario, es posible sin duda alguna.

―Pues hágalo.

―¿La vuelta al mundo en ochenta días? No tengo problema, lo haré ahora mismo. Pero perderás la apuesta ―dijo Fogg dejando sus cartas sobre la mesa.

―¡Es una locura!

―Tranquilo, Andrés, esto no es de verdad ―dijo Sullivan riendo.

―Para mí, lo es. Estoy apostando y es de verdad.

―Pues acepto. Tengo veinte mil libras que con gusto apuesto ―respondió Phileas poniéndose de pie.

―¡Veinte mil! ¡Cualquier mal cálculo le hará perder ese dinero! Es una broma ¿verdad? ―dijo Andrés sin poder creerlo.  

―Yo no hago malos cálculos y no bromeo cuando se trata de apuestas, así que van mis veinte mil libras a que le doy la vuelta al mundo en ochenta días o menos.

Después de hablarlo, Andrés, Ralph y Sullivan aceptaron la apuesta.

―Bien, mi tren sale hoy a las ocho de la noche, me iré en él. Las veinte mil libras están en el banco, si no vuelvo en ochenta días, son suyas.

Todos firmaron una hoja donde se comprometían a seguir la apuesta. Phileas se fue y sus compañeros se quedaron tranquilos pues estaban seguros de ganar.

Fogg llegó a su casa antes de la hora acostumbrada. Esto para Picaporte fue muy extraño y se preocupó de haber estudiado mal los horarios de su amo.

Después de un momento, Phileas llamó a su sirviente.

―En diez minutos nos vamos.

―¿Vamos a salir de viaje, señor? ―preguntó Picaporte sin entender lo que sucedía.

―Sí, vamos a salir. Daremos la vuelta al mundo en ochenta días.

―¡La vuelta al mundo!

―En ochenta días. No perdamos tiempo ―respondió Fogg con tranquilidad.

―¡Pero debemos preparar el equipaje, señor! ―dijo Picaporte muy sorprendido.

―No llevaremos. Sólo guarda un par de camisas y unos buenos zapatos. Lo demás lo compraremos en el camino.

Picaporte tenía muchas dudas, pero se quedó callado y obedeció de inmediato.

―Y yo que pensé que tendría una vida tranquila ―dijo Picaporte en voz baja.

Pensaba que era una broma. A los diez minutos ya estaban listos para salir.

―Toma esta maleta y cuídala muy bien. Adentro hay veinte mil libras.

Esto sorprendió tanto a Picaporte que por poco la suelta. Fogg salió de la casa y detrás de él su confundido sirviente.

Al llegar a la estación del tren compraron sus boletos de viaje. Cuando estaban por subir a su vagón, se encontraron con Ralph, Andrés y Sullivan.

―Señores, es hora de irme. En cada lugar al que llegue, pediré que le pongan un sello a mi pasaporte para que al volver puedan comprobar que he realizado mi viaje.

―No, señor Fogg, no es necesario, creeremos en su palabra ―dijo Ralph.

―Aún así lo haré para que no haya dudas.

―No olvide volver… ―dijo Andrés.

―En ochenta días ―dijo Phileas―. El 21 de diciembre de 1872 a las ocho cuarenta y cinco de la noche. Hasta pronto, señores.

Así subieron Picaporte y Fogg y ocuparon sus asientos. A las ocho cuarenta y cinco de la noche, sonó el silbato y comenzó a avanzar el tren.

Después de dejar Londres, Phileas no imaginó que su viaje provocaría tanto entusiasmo. Pronto ya se hablaba en los periódicos de su apuesta. Muchos pensaban que no lo lograría y sólo unos cuantos estaban seguros de que volvería en la fecha indicada.

Después de algunos días llegó un mensaje a la oficina de la policía. Decía:

 

Jefe de policía Rowan:

Estoy siguiendo al ladrón del Banco de Inglaterra, Phileas Fogg. Le pido que envíe a Bombay una orden para que lo arreste en cuanto llegue a esa ciudad.

Atentamente, Detective Fix.

 

Este hombre estaba seguro de que nuestro aventurero era el verdadero ladrón. Sospechó de él por su repentina salida de la ciudad. Para él, darle la vuelta al mundo no era más que un absurdo pretexto. Además, no creía que alguien por una simple apuesta quisiera perder así veinte mil libras, a menos que hubiera robado un banco. Así pensaba el detective Fix, que ahora iba tras nuestro aventurero Phileas.

 

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