La vuelta al mundo en 80 días página 3

Picaporte y Fogg llegarían a Suez en un gran barco llamado Mongolia. En el puerto ya lo esperaba Fix. Caminaba de un lado a otro desesperado por atrapar a quien creía era el ladrón de bancos. Ya se imaginaba recibiendo mucho dinero como recompensa por su heroica labor de detective.

―¿Entonces dice que el barco está por llegar? ―preguntó Fix muy ansioso.

―Así es. Éste es un barco que siempre llega a la hora que debe, por eso es famoso. No se preocupe. Lo que no entiendo es cómo reconocerá a su criminal tan sólo porque le han descrito algunas cosas de él —dijo el embajador de Suez.

―Nosotros, los buenos detectives, no necesitamos mucha información, con solo ver al ladrón, sabemos que es él. Es un talento especial que no cualquiera tiene.

―Le deseo mucha suerte, pues fue un robo muy importante ―dijo el embajador que confiaba en las palabras de Fix.

―Muy importante. No siempre hay un robo tan grande. Es mi gran oportunidad.

―Por supuesto. Pero lo que me preocupa es que el hombre que me describe parece una persona de bien.

―Señor, los buenos ladrones deben parecer personas honradas y buenas, de lo contrario se delatarían ellos mismos. Un buen ladrón sabe cómo engañar, pero yo como profesional, sé reconocer hasta al más experimentado criminal.

 Finalmente llegó el Mongolia lleno de gente. Fix los miraba a todos detenidamente buscando a su ladrón. De pronto se le acercó un joven.

―Disculpe ¿dónde está la oficina del embajador? Necesito sellar este pasaporte.

Fix tomó el documento y sorprendido leyó el nombre del pasajero Phileas Fogg.

―Este pasaporte no es de usted.

―No, es de mi amo. Se ha quedado en el barco.

―Él mismo debe ir a la oficina del embajador para sellar su documento.

―¿Es obligatorio? ―preguntó Picaporte.

―Sin duda.

―Entonces iré por mi amo. Muchas gracias ―dijo el sirviente y volvió al barco.

 

Rápidamente, Fix fue a la oficina del embajador.

―Señor, mi ladrón viene a su oficina.

―¿De verdad? Querrá que le selle su pasaporte. Pero si es tan inteligente, no creo que lo haga, seguro sabe que podrían atraparlo ―respondió el embajador.

―Vendrá, porque necesita tener sus documentos en orden para poder escapar. Sólo necesito que no le selle su pasaporte ―dijo Fix muy emocionado.

―No puedo hacer eso. Si su documento está bien, debo sellarlo.

―¡Pero es necesario! Debo retener a ese criminal hasta que llegue la orden de arresto de Londres.

―Bueno, ése si es un problema que tendrá que resolver usted, pero yo no puedo ayudarlo en este asunto, pues…

El embajador no pudo seguir hablando pues alguien tocó a la puerta. Entonces entraron Fogg y Picaporte. Le entregaron el pasaporte que el embajador revisó atentamente. Mientras tanto, Fix se escondió en un rincón para observar a Fogg.

―¿Es usted Phileas Fogg? ―preguntó el embajador.

―Así es. Y él es mi sirviente Picaporte. Nos dirigimos a Bombay.

―Su documento está en orden ―dijo nervioso, mientras sellaba el pasaporte.

Entonces ambos viajeros salieron despidiéndose con amabilidad.

―Me parece un buen hombre ― dijo el embajador.

―Tal vez, pero es igual a la descripción que tengo del ladrón. Su sirviente me parece más inocente, de seguro lograré sacarle algo de información ―dijo el detective y salió en busca de Picaporte.

Mientras tanto, Phileas volvió al Mongolia. Ya en su camarote sacó su cuaderno de notas en el que tenía las fechas y horarios muy bien planeados para su viaje.

 

Picaporte se paseaba por el muelle, sorprendido de estar en ese lugar.

―¿Lograron que le sellara el pasaporte? ― le preguntó Fix.

―Ah, qué sorpresa. Sí, muchas gracias, ahora todo está en orden. Es maravilloso. Nunca imaginé llegar tan lejos, pero andamos tan a prisa que no sé si alcance a disfrutar de todos los lugares que visitaremos ―respondió Picaporte.

―Así que tienen mucha prisa. ¿Por qué?

―Yo no, pero mi amo sí. ¡Debo ir a comprar ropa! Salimos de noche sin equipaje.

―Yo lo llevaré a un lugar donde puede encontrar lo que necesitan. Aún faltan algunas horas para que salga el barco, así que tenemos tiempo ―dijo Fix ansioso por obtener más información.

―Es usted muy amable.

―Entonces ¿salieron a toda prisa de Londres? Preguntó Fix.

―Así fue, por la noche mi amo volvió antes de lo acostumbrado y a los diez minutos ya salíamos de casa a toda prisa rumbo a la estación del tren.

―¿A dónde van?

―El señor Fogg quiere darle la vuelta al mundo en ochenta días. Dijo que era una apuesta, pero aún tengo mis dudas. Me parece poco tiempo, así que tal vez vayamos a otro lado o tenga otros planes.

―Debe ser rico ―dijo Fix para que Picaporte hablara sobre el dinero del banco.

―Seguramente. Lleva consigo muchos billetes nuevos. Además le pagó al capitán del Mongolia para conseguir que lleguemos antes a Bombay.

―¿Hace cuánto que lo conoces?

―¿Yo? Apenas había comenzado a trabajar para él el día que partimos ―respondió Picaporte riendo.

Todo esto hacía que Fix se sintiera más seguro de que Phileas era el ladrón. Salir de Londres tan a prisa, querer llegar al otro lado del mundo con el pretexto de una apuesta y con mucho dinero nuevo en sus bolsillos, acompañado de un joven que en realidad no lo conocía, era demasiado sospechoso. Estaba convencido, pero al no tener la orden de arresto en sus manos, no podía detener al criminal aún. Entonces decidió mandar un telegrama para pedir que le enviaran una nueva orden, pero ahora a Bombay.

Una hora después, Fix subía al Mongolia dispuesto a no perder de vista su ladrón.

Al navegar por el Mar Rojo todo parecía muy tranquilo. Phileas no se preocupaba por el tiempo, ni por cualquier atraso. Siempre estaba tranquilo en su camarote.

Por otro lado, Picaporte disfrutaba del paisaje, pues creía que este viaje iba a terminar en Bombay. De pronto vio a un hombre que le preció conocido.

―Si no me equivoco, es usted el hombre que conocí en Suez, el señor Fix.