La vuelta al mundo en 80 días página 8

Al día siguiente, el sirviente ya tenía mucha hambre, así que pensó en cantar en las calles algunas de las canciones inglesas y francesas que se sabía. El problema es que la ropa que llevaba no lo hacía parecer un vagabundo y quizá así la gente no le daría dinero. Entonces vendió su ropa, compró algo más sencillo y le sobró dinero para comer algo. Mientras caminaba rumbo al puerto buscando trabajo o un lugar para cantar, se encontró con un cartel que decía: “Compañía Japonesa Acrobática” ¡Últimas funciones antes de partir a Estados Unidos! ¡Venga a ver a los famosos Narigudos!

―¡Estados Unidos! Ésta es mi oportunidad ―gritó Picaporte muy emocionado.

Entonces el sirviente fue al lugar de la gran función y buscó al dueño de la compañía. Ahí se encontró con Batuclar, el jefe. De inmediato le pidió trabajo y le explicó que necesitaba ir con ellos a América. Al principio el hombre se negó, pero después de un rato aceptó contratarlo para el espectáculo de los Narigudos, pues uno de sus integrantes había enfermado un día antes.

Esa misma noche Picaporte se presentaría en el acto acrobático con los Narigudos y sin haber tenido ni siquiera oportunidad de ensayar, pero era necesario que hiciera su trabajo para viajar con ellos.

Salieron a escena con ropa espectacular, unas alas en la espalda y una larga nariz. El acto final era una pirámide humana sobre esas narices. Era un gran evento que emocionaba a todo el público. Lo único que debía hacer Picaporte era ponerse en su lugar. Todo iba muy bien hasta que, de pronto, ¡la pirámide se vino abajo! Lo más grave es que la culpa la había tenido el sirviente que abandonó su lugar y corrió hacia el público cayendo a los pies de espectador gritando:

―¡Amo mío! ¡Amo mío!

―¿Eres tú? ―preguntó Phileas sin reconocerlo.

―¡Soy yo!

―Bien muchacho, pues vayamos al barco ahora mismo ―dijo el amo y salieron corriendo del lugar.

Sin embargo, afuera se encontraron con el enojado Batuclar que exigía que se le pagaran los daños provocados por su sirviente. Fogg sin tardar le dio un pago justo y se fueron de ahí. Finalmente lograron llegar al barco a tiempo, aunque Picaporte aún tenía la gran nariz y las alas que no se había alcanzado a quitar de encima.

Lo que sucedió es que el barco que salía a Yokohama, había visto la bengala de Bunsby y lograron alcanzarlo. Un momento después, Aouida y Fogg se despidieron del capitán y subieron al barco. Al llegar a su destino buscaron el Carnatic y supieron que Picaporte había llegado en él un día antes. Como debían partir esa misma noche, Phileas decidió ir a buscar a su sirviente. Después de varias horas recorriendo la ciudad, pasaron frente al lugar donde se daba la función de los Narigudos y por un presentimiento decidió entrar. No había reconocido a Picaporte, pero él si vio a Aouida y a su amo. Fue tal su emoción que saltó de la pirámide hacia él y provocó que los narigudos cayeran sin remedio. Fogg le contó sobre su viaje y supo que Fix había viajado con ellos, pero el sirviente no quiso decirle a su amo lo que el detective planeaba ni la trampa que le había puesto. Ahora estaba tranquilo pues los tres viajeros se dirigían por fin a América. Sin embargo, Fix iba escondido en mismo barco que ellos. Como la orden tampoco había llegado a Yokohama, tuvo que seguir tras su ladrón hacia San Francisco.

Al día siguiente Picaporte daba un paseo por el barco y se encontró con el detective. Sin pensarlo se lanzó contra él y le dio un golpe.

―Me lo merezco ―dijo Fix muy apenado―. Quiero pedirte una disculpa por lo sucedido, pero ahora he cambiado de opinión.

―¿Vas a reconocer que mi amo no es un ladrón? ―preguntó el sirviente.

―No, pero los ayudaré a terminar su viaje y volver a Inglaterra, ya en Londres veremos qué sucede.

 

Por fin llegaron a América. Al día siguiente debían tomar un tren a Nueva York, así que tuvieron tiempo para dar un paseo. Picaporte fue a comprar algunas cosas, mientras Fogg y Aouida paseaban cerca de ahí. Más tarde Phileas se encontró con Fix, que no dejó de seguirlo, así que se unió al paseo de la pareja.

Más tarde se encontraron con Picaporte en la estación y abordaron el tren que partió a Nueva York.

Al otro día por la tarde, la locomotora se detuvo, pero no había ninguna estación cercana. Picaporte se ofreció a ir a ver lo que sucedía. Afuera discutía el conductor con uno de sus compañeros. ―¡No podemos pasar, el puente no resistirá el peso del tren y se vendrá abajo! Tendrán que caminar entre la nieve hasta la próxima estación.

La gente estaba muy enojada, incluido Picaporte. Hasta que alguien gritó:

―¡Si pasamos a toda velocidad, seguro lo lograremos!

Todos se entusiasmaron, pero Picaporte pensaba que lo mejor era cruzar el puente caminando y que después pasara el tren con menos peso. Sin embargo nadie lo quiso escuchar. Por fin el tren comenzó a ir en reversa y después de un rato empezó a ir a toda velocidad hacia adelante. Era tan veloz que parecía volar sobre las vías. Finalmente lograron cruzar y a los pocos segundos ¡el puente se derrumbó!

Al siguiente día, Fogg, Fix y Aouida jugaban cartas tranquilamente. De pronto se escucharon disparos afuera del tren que seguía en marcha. ¡Estaban siendo atacados por unos ladrones! De inmediato salieron del vagón con sus pistolas. Eran muchos hombres que le disparaban al tren para detenerlo y robarles a los pasajeros. Sin embargo, Picaporte sacó sus otras armas y le dio una a Fix y otra a Aouida que se mostró valiente para defender el tren. Todos gritaban y corrían asustados, pero muchos lucharon contra los criminales.

Lo importante era detener el tren hasta la siguiente estación donde había soldados y policías, pero el maquinista estaba herido y la única forma de pararlo era poniendo el freno que estaba debajo de la locomotora. Fogg se ofreció a hacerlo, pero Picaporte no se lo permitió y fue él quien valientemente salió del vagón y se metió por debajo del tren. El sirviente logró detenerlo y al estar cerca de la estación, los oficiales escucharon los disparos y salieron a ayudarlos. Todos estaban a salvo, aunque algunos habían resultado heridos.

 

Fogg, Fix y Aouida estaban ilesos, pero Picaporte y otros tres pasajeros estaban desaparecidos. Phileas no se iría sin su amigo, así que decidió buscarlo aunque eso le quitara tiempo y perdiera la apuesta. Entonces fue con uno de los jefes de policía, pero no quiso ayudarlo, pues tenía que quedarse al cuidado de todos los pasajeros y su gente. Esto enfureció a Fogg que decidió ir a buscar a Picaporte sin la ayuda de la autoridad. Entonces Fogg le pidió a Fix que se quedara en la estación al cuidado de Aouida, pues si le sucedía algo a él, ella tendría que llegar a toda costa a Holanda sana y salva. Aunque el detective dudó por un momento, pues perdería de vista a su ladrón, aceptó. Después se arrepintió, ya que pensó que quizá se escaparía.