La vuelta al mundo en 80 días página 9

Unas horas después el tren estaba listo para seguir su camino. Los heridos fueron regresados para llevarlos a Nueva York, donde serían mejor atendidos. Aouida suplicaba que no se fueran sin Phileas ni Picaporte, pero no logró convencerlos. Finalmente el detective y la mujer se quedaron en la estación con la esperanza de reencontrarse con Fogg y su sirviente. Así pasaron la noche y la mañana del día siguiente mientras caía la nieve. Por la tarde, otro grupo de soldados decidió salir a buscar a los viajeros y a sus compañeros, pero antes de partir vieron a lo lejos que venían por las vías Fogg, Picaporte, los otros viajeros y los soldados.

¡Habían enfrentado valientemente a los ladrones y escapado a salvo! Aouida no dudó en correr a los brazos de Fogg al verlo vivo. Entonces Picaporte preguntó muy preocupado:

―¿Y el tren?

―Se ha ido ―respondió Fix―. El siguiente pasará en la noche.

―Muy bien ―dijo Phileas muy tranquilo.

Un par de horas después, Fix se acercó a Fogg y le preguntó si de verdad quería llegar a tiempo a Nueva York. Haciendo cálculos, tenían veinte horas de atraso y perderían el barco que los llevaría a Liverpool, Inglaterra. Phileas le respondió que si no llegaban a tiempo perdería la apuesta, así que el detective le dijo:

―Le he conseguido un trineo, si usted quiere, podemos llegar a una estación donde podamos tomar un tren que nos lleve a tiempo a Nueva York.

De inmediato fueron al lugar donde un hombre ofreció llevarlos por una buena cantidad de dinero. Una hora más tarde, los cuatro viajeros y el conductor partieron en el trineo a toda velocidad hacia Omaha, lo cual les llevaría casi un día de camino en medio del frio y la nieve.

Finalmente llegaron a tiempo y de inmediato, casi congelados, tomaron el tren que los llevaría a Chicago. Ahí tomaron el siguiente tren rumbo a Nueva York. Todo fue muy rápido y parecía que habían recuperado el tiempo. Al llegar a la ciudad, corrieron al muelle. Buscaron el barco con destino a Liverpool, pero ahí supieron que había partido cuarenta y cinco minutos antes de lo programado.

Todos se sentían derrotados, pues era inevitable que Fogg perdiera la apuesta. Pero él estaba muy tranquilo y los llevó a descansar a un hotel diciéndoles que al amanecer verían cómo resolverlo. Phileas durmió profundamente, pero el resto de sus compañeros no, pues estaban muy preocupados por lo que pasaría ahora.

Al amanecer, Fogg y Picaporte fueron al muelle. Después de buscar un largo rato, encontraron un buen barco que estaba por partir a Burdeos, Francia. El capitán viajaba sin más pasajeros que sus ayudantes. El navío era muy bueno. Phileas le ofreció mucho dinero o comprarle su barco si los llevaba a Liverpool, pero el hombre no quería hasta que aceptó llevarlos pero a Burdeos, pero si le pagaban ¡dos mil libras por cada pasajero! De inmediato fueron por Aouida y Fix y partieron en punto de las nueve de la mañana.

Al día siguiente el capitán estaba encerrado bajo llave en su camarote y no dejaba de gritar furioso. Sucedió qu,e como sus ayudantes no lo querían porque los trataba mal, Fogg los convenció de encerrarlo y les pagó por ayudarlo a llegar a Liverpool. Todos aceptaron gustosos y ahí sus compañeros descubrieron que Phileas había sido marinero, pues ahora él conducía el barco.

 El viaje iba muy bien, hasta que no muy lejos de Irlanda, se comenzaron a quedar sin carbón. Fogg les dijo que pusieran todo el que quedara con la esperanza de que se acercaran lo más posible a alguna costa, pero no fue suficiente. Entonces decidió sacar al capitán para hablar con él. El hombre estaba furioso, pero de inmediato Phileas le ofreció de nuevo comprarle el barco por el doble de su precio, pues planeaba quemar toda la madera que había a bordo y pero que le permitiría quedarse con todo lo que fuera de metal. Después de pensarlo un poco, aceptó el trato. Así, todos comenzaron a echar a las calderas la madera. Finalmente llegaron a tierra y de inmediato tomaron un tren que los llevaría a Dublín. Ahí tomaron un barco que, por fin, los condujo a Liverpool.

El 21 de diciembre a las once cuarenta de la mañana, Phileas llegaba a la ciudad con casi diez horas para llegar a Londres que estaba a sólo 6 horas de camino. Entonces Fix se acercó a él y le dijo:

―¿Phileas Fogg?

―Sí, señor.

―Queda usted bajo arresto ―dijo el detective muy orgulloso.

 

Phileas estaba preso y lo único que sabía era que hasta el día siguiente sería llevado a Londres. Por otro lado, Picaporte y Aouida estaban afuera muy tristes por lo que sucedía. A las dos de la tarde se comenzaron a escuchar los gritos furiosos de su sirviente discutiendo con Fix. Los ojos de Fogg se iluminaron. El detective abrió la puerta y le dijo:

―El verdadero ladrón fue atrapado hace tres días, usted es inocente, puede irse.

Phileas salió de su celda  tranquilamente, pero con un movimiento rápido, le dio un golpe a Fix, el cual no dijo nada pues comprendió que se lo merecía. Mientras tanto, los tres aventureros salieron a toda prisa hacia la estación del tren. Buscaron una locomotora que estuviera dispuesta a llevarlos en ese momento a Londres. A las tres de la tarde salieron a toda velocidad rumbo a su destino. En el camino se encontraron con algunos obstáculos. Al llegar a la estación, los relojes marcaban las ocho cincuenta. ¡Phileas Fogg, después de darle la vuelta al mundo, llegaba cinco minutos tarde! ¡Había perdido!

Al día siguiente nadie sabía nada de Phileas. Al salir de la estación se fue a su casa derrotado. Estuvo encerrado en su habitación y pidió que se le preparara una a Aouida para que descansara. Por la tarde quiso hablar con ella.

―Quiero pedirle perdón por traerla hasta aquí. Yo quería llevarla a Holanda, pero después de todo esto, estoy arruinado. Perdí la apuesta y todo mi dinero en este viaje.

―Usted me salvó y no debe pedir perdón por nada. Yo soy la que le debo la vida a usted y es parte de mi culpa que se haya retrasado en su viaje y perdido la apuesta ―respondió Aouida muy triste.

―No podía dejarla en ese lugar, no es culpa suya, yo lo decidí ―dijo Fogg.

―Phileas, quiero quedarme con usted y ser su esposa, yo lo amo.

Fogg quedó sorprendido, pero al mismo tiempo se emocionó por sus palabras.

―Yo la amo a usted, con todo mi corazón. Casémonos de inmediato.

Picaporte escuchó las palabras de su amo y salió corriendo a la iglesia para planear la boda al día siguiente, es decir, el lunes.

El día en que Fogg debía llegar a Londres, toda la gente estaba en el Club Royal esperando su llegada. Muchos se habían sumado a la apuesta y estaban ansiosos por verlo cruzar la puerta. En los periódicos se hablaba de Phileas y su viaje alrededor del mundo.

A las ocho cuarenta todos estaban ansiosos, algunos aseguraban que llegaría y otros creían que no lo lograría. Cuando el reloj marcó las ocho cuarenta y cuatro con cincuenta y siete minutos las puertas se abrieron y todos gritaron de alegría.

―Aquí estoy, señores ―dijo Fogg.

 

¡Así es! Phileas entraba al Club Royal el 21 de diciembre a las ocho cuarenta y cuatro.

Ese día, Picaporte había salido a la iglesia para planear la boda entre Fogg y Aouida, pero al llegar con el sacerdote para pedirle que los casara al día siguiente, el hombre le dijo que eso no era posible. Eran las ocho treinta y cinco de la noche y Picaporte llegó a toda prisa a la casa de Phileas y dijo:

―¡Señor! Es imposible que se case mañana…

―¿Imposible?

―Sí, no puede hacerlo porque mañana es domingo.

―No, es lunes ―dijo Fogg muy seguro.

―No, hoy es sábado 21 de diciembre. Usted se equivocó: ¡llegamos un día antes! Pero no hay tiempo que perder, son las ocho treinta y cinco.

Picaporte tomó bruscamente a su amo y lo sacó de la casa a toda prisa. A las ocho cuarenta y cuatro y cincuenta y siete minutos, Phileas Fogg ganaba la apuesta y de nuevo volvía a ser rico.

Lo que había sucedido es que al darle la vuelta al mundo, Fogg había visto el amanecer ochenta veces, pero al estar al otro lado del mundo, alcanzó al sol y había ahorrado un día, así que mientras él contaba un amanecer más, en Londres era de noche y, por tanto, ¡ese día no contaba aún!

A los dos días, Aouida y Fogg se casaron y Picaporte fue su testigo de boda, pues ya era más que un sirviente. Por otro lado, Phileas perdonó a Fix y como no le guardaba ningún rencor, lo invitó a su boda.

Quizá te preguntes qué ganó al final Fogg con este viaje si gastó más dinero del que había ganado. La respuesta es muy sencilla, ganó dos nuevos amigos, una gran aventura y conoció al amor de su vida, la hermosa Aouida. Ésa es suficiente razón para darle la vuelta al mundo ¿no crees?

FIN