El corazón de las tinieblas para niños

El corazón de las tinieblas: el resumen

¿Has escuchado hablar sobre la literatura psicológica? Bueno, pues algo muy sencillo, es cuando las aventuras suceden dentro de la mente de los personajes. Pues este libro del gran Joseph Conrad es maravilloso porque las aventuras suceden dentro y fuera de la mente de los personajes, así que ¡tienes la diversión asegurada!

Esta versión de EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS es un resumen para niños y jóvenes, pero conserva la esencia del libro completo, con la ventaja de que tiene un lenguaje sencillo y claro.

 

El corazón de las tinieblas para niños

El corazón de las Tinieblas

El hermoso barco llamado Nellie estaba en el océano. Como no soplaba el viento, no hacía nada más que esperar. La ciudad se veía oscura. Era como si una capa la hubiera cubierto. Estábamos justo en la unión del mar con el río.

El director de las compañías era también el capitán del barco. Nosotros cuatro observábamos su espalda mientras él veía el cielo. Nos sentíamos muy tranquilos de que él fuera el líder. Era un hombre sabio y valiente.

A nosotros cuatro nos unía el amor por los barcos. El abogado era mi mejor amigo. Sólo traía una vieja almohada y estaba acostado sobre la cubierta. El contador había sacado las fichas de dominó y se puso a hacer pequeñas construcciones con ellas. Marlow sólo estaba sentado. Tenía la piel amarillenta, la espalda muy recta, los brazos caídos y las manos con las palmas hacia arriba. Era como la figurita de algún dios.

El director se volteó y fue hacia nosotros. Parecía contento, pero no dijo ni una palabra. Íbamos a jugar dominó, aunque por alguna razón no comenzábamos. Yo creo que era por la falta de viento. Todos nos sentíamos tranquilos, casi sin ganas de movernos.

Por fin se metió el Sol, y casi como por arte de magia, la marea cambió. Una corriente comenzó a movernos con mucha lentitud. Todo se puso tan oscuro que daba un poco de miedo. Logramos ver el faro de la ciudad y las luces de los barcos que estaban más cerca de la orilla. De pronto, sin saber por qué, Marlow dijo:

—Y también éste ha sido uno de los lugares más oscuros de la Tierra.

Marlow era un marino, pero también un vagabundo. No hacía muchas cosas, sólo cumplía con sus horas de trabajo y daba algún paseo. Con eso era feliz. Lo que hacía a este hombre diferente era su manera de contar historias. Ya sabemos que los marineros tienen muchas, pero él las narraba de tal manera, ¡que parecían un hechizo!

Como los amigos ya estaban acostumbrados a sus comentarios raros, nadie le hizo caso. Después, Marlow volvió a hablar con lentitud:

—Estaba pensado en tiempos muy lejanos. Cuando llegaron los romanos por primera vez a estos lugares. ¡Eran los más grandes aventureros! Además, ¡los mejores constructores del mundo! Tenían hermosos y veloces barcos. Y sus armas… ¡las más poderosas! Por eso lograron conquistar al mundo. Imagínense, eran grandes guerreros que luchaban contra bancos de arena, pantanos, bosques, hombres salvajes, tormentas, enfermedades y claro, enemigos. ¡Y así lo conquistaron todo! Yo creo que los jefes debieron ser terribles.

Nadie lo interrumpía por ser tan bueno contando historias, así que siguió:

—Eran hombres que se enfrentaron a lo más salvaje del bosque y del pantano. Nadie puede entender su valentía si no está en esos lugares: en el corazón del hombre salvaje. ¡Esos sitios son impresionantes! Pero dan miedo, mucho miedo. Nada es tan terrible como la oscuridad completa. 

Hizo una pausa.

—Ninguno de ustedes —siguió diciendo—, podría conocer esa experiencia. Si lo pensamos bien, esos romanos no eran tan valientes, más bien eran ladrones. Usaban su fuerza para quitarles sus cosas a los más débiles.

Se quedó callado, pensativo. Después comenzó su narración:

“Acababa de regresar a Londres. Viajé por lugares muy lejanos. ¡Hasta conocí China! Como estaba muy cansado, no hice nada durante un tiempo, pero luego me cansé también de eso y comencé a buscar un barco para regresar al mar.

Cuando yo era pequeño, amaba los mapas. Veía uno, buscaba un espacio en blanco y me decía: ‘Cuando sea grande, voy a ir ahí’. El Polo Norte era uno de esos lugares que me llamaban más la atención. Nunca he estado ahí, y creo que ya no lo voy a intentar. ¡Es imposible alcanzarlo! Hace tanto frío que al soplar salen hielitos de la boca.

Hay un sitio que me llamaba más la atención que todos los demás. Al verlo, me emocionaba tanto que hasta brincaba. Cuando fui, ya no era un espacio en blanco. Tenía ríos y lagos con sus nombres. ¡Era un lugar de tinieblas!

Lo que más me impresionaba era un río enorme. En los mapas parecía una gran serpiente. Luego recordé que en ese lugar habían puesto una gran empresa que usaba barcos de vapor para transportar las cosas que vendían. Así que se me ocurrió: ‘¡yo puedo trabajar en uno de esos!’.

La empresa era europea y fui a pedir trabajo. Me daba pena, porque yo nunca había rogado por nada. Ellos me decían:

—Claro que sí le daremos empleo, sólo que ahora no tenemos ninguno libre.

Yo esperaba, pero como no sucedía nada, seguí insistiendo. Luego se me ocurrió: ‘¡Mi tía puede ayudarme!’

Ella me escribió una carta que decía:

‘Haré todo lo que pueda para ayudarte. Conozco a la esposa de uno de los jefes de esa empresa y a un hombre que tiene mucha influencia ahí’.

Al poco tiempo me llamaron para hacerme capitán de uno de los barcos. ¡Yo estaba feliz! En menos de dos días ya tenía todo listo para partir y conocer a mis nuevos jefes.

¡Las oficinas eran enormes! ¡Las más grandes de toda la ciudad!

Cuando entré, vi que ahí todo era muy blanco, como si nadie jamás hubiera tocado las puertas o las ventanas. No había ruido. Debo decir que me dio un poco de miedo, aunque no existía ninguna razón. En un jardín estaban un par de mujeres tejiendo, una de ellas me lanzó una mirada que parecía amenazarme.

—¿Cuál es su nombre? —me preguntó una secretaria muy seria.

Cuando se lo dije, se abrió una puerta y salió un hombre canoso. Con su dedo me hizo una señal para que entrara a su oficina. ¡Todo era tan extraño! Él me entrevistó, pero a los dos minutos yo ya estaba afuera de nuevo. La secretaria me dijo:

—Debe firmar este contrato. Aquí dice que jamás revelará ninguno de los secretos de nuestra compañía.