De pronto comenzó casi a gritar:
—Lo necesitamos para cumplir las órdenes de Europa. Así, de pronto, llegó él: un hombre especial, como usted debe saberlo.
—¿Por qué debo saberlo? —le pregunté sorprendido, pero él no me hizo caso.
—Hoy es el mejor agente —siguió diciendo como si yo no estuviera—, luego será asistente de dirección, luego… Usted ya sabe en qué se convertirá en dos años. Usted ya es parte del equipo de la virtud.
A mí ya me estaba dando miedo la forma en que este agente hablaba.
—No finja que no sabe. La misma persona que lo recomendó a él, también lo hizo contigo —dijo.
—Me parece que usted está leyendo la correspondencia de la compañía. Cuando el señor Kurtz sea el director, ya no se lo va a permitir —dije molesto.
El agente apagó la vela y salimos. Afuera me encontré con el muchacho del bigote. Como siempre, saltaba de un lado para otro. Yo creo que comía demasiada azúcar. Se me acercó, pero algo raro pasó cuando vio al agente. Se quedó calmado y tranquilo. Nunca lo había visto así. Me fui con él.
A los pocos minutos el agente se me acercó corriendo y dijo:
—Por favor, espere, espere. Usted verá al señor Kurtz mucho antes que yo. No quiero que crea que yo pienso mal de él.
El agente quería ser el ayudante del director. Estoy seguro de que le tenía celos a Kurtz porque parecía ser más inteligente. Mientras él hablaba, yo veía la selva. ¡Era impresionante! Parecía un animal inmóvil, pero con miles de ojos.
Me quedé pensando: ‘¿quiénes somos los seres humanos?, ¿quién le ganaría a quién: la selva al hombre o el hombre a la selva?’ También pensé en lo enorme que era ese lugar. Yo sólo sabía que el marfil llegaba de ahí y que lo mandaba el señor Kurtz. Todos hablaban de él como si fuera una sombra, un diablo, o tal vez un fantasma.
Una vez conocí a un hombre que estaba convencido de que había vida en Marte. Cuando alguien le preguntaba cómo son eso seres, decía con voz baja:
—Caminan en cuatro patas.
Si alguien se burlaba de él, ¡los retaba a duelo! Yo jamás le habría disparado a alguien por defender a Kurtz, pero por culpa suya un día estuve a punto de mentir. Deben saber que yo odio la mentira. Me hace sentir enfermo, como si me hubiera picado una araña venenosa. Así me sentí cuando le hice creer al agente que yo era muy importante en Europa.
Me siento como si intentara contarles un sueño. Me gustaría que entendieran qué es la selva. ¡Es tan oscura y silenciosa que da pavor! Me siento como si de un momento a otro algo me fuera a capturar.
¿Te acuerdas que nuestro protagonista, llamado Marlow, estaba en un barco? Sí, al principio de la historia. Tal vez se te olvidó porque lleva mucho tiempo contando lo que le sucedió cuando viajó a la selva. Regresemos por un momento al presente.
—A mí también me hiciste sentir como en un sueño —dijo uno de los marineros que estaban a su lado.
Marlow se quedó callado un momento y continuó hablando.
La oscuridad era tan profunda que apenas podíamos vernos. A veces, si ponía la mano frente a mí, ¡no alcanzaba a verla! El agente seguía a mi lado.
—Tal vez usted quiera ser ayudante del director —dijo el muchacho muy molesto.
—¡Yo lo único que quiero son remaches! —grité.
—¿Qué es eso? —preguntó el agente.
—Se usan para arreglar el barco y no tengo. Es lo único que quiero. A mí no me importa ser ayudante de nadie —dije.