Quiero contarte algo sobre Charles Dickens, el escritor de este fabuloso libro para niños. Él creó a los personajes más malos de la literatura y también a los más buenos, así que te aseguro que vas a disfrutar mucho de esta versión infantil de David Copperfield, aunque, eso sí, lo mejor es que tengas a la mano una caja de pañuelos, porque tal vez un par de lágrimas roden por tus mejillas.
Este libro está hecho especialmente para niñas y niños, ya que es un resumen, es decir, una adaptación de la versión original, pero hemos cuidado mucho que no pierda nada de la historia para que lo disfrutes completamente.

¡Hola!, mi nombre es David Copperfield y ésta es mi historia. Algunos cuentan su vida desde el final, yo creo que la mejor manera es empezar por el principio, así que, aquí voy. Nací un viernes, a medianoche. La gente de mi pueblo suele decir que llegar al mundo en viernes y a las doce de la noche, es de mala suerte. Todos dijeron que iba a sufrir mucho en la vida, y otros que hasta vería fantasmas. Ya descubrirás si he sufrido, pero sobre los fantasmas, ¿me creerás que nunca he visto uno?
Recuerdo mucho a la empleada Peggotty. Una mujer muy gorda que me parecía hermosa. Por lo llenita que estaba, a veces se le botaban los botones de la ropa. En un viaje con Peggotty, al que no fue mi mamá, me le quedé viendo. Pensaba que si ella quisiera abandonarme, como a los niños en los cuentos de hadas, yo encontraría el camino a casa siguiendo los botones que, seguramente, se le irían cayendo.
En ese viaje conocí a mi primer amor: Emily. Me pareció tan, pero tan bonita, que no hacía otra cosa que estar con ella. Era muy valiente, pero le tenía miedo al mar cuando había tormenta. Lo que más me gustaba de ella, eran sus ojos azules. Desde que la vi, creí que era un ángel. Si de pronto hubiera sacado sus alas, no me habría sorprendido para nada.
Cuando regresé del viaje, mi madre me tenía una espantosa sorpresa: ¡se había casado! Yo nunca conocí a mi padre, y saber que mi mamá tenía un nuevo esposo me puso de muy mal humor, sin saber la razón. Aunque, creo que sí sé por qué: su marido, el señor Murdstone, me parecía un hombre malo y que nos haría sufrir mucho.
Para colmo, también llegó a vivir a nuestra casa la hermana del señor Murdstone. Era mala y fea. ¡Siempre me dio mucho miedo! Ellos dos me trataron muy mal. Me daban clases, pero eran tan crueles que yo no aprendía bien las cosas. Me encerraban en mi habitación y no me permitían estar con mi mamá. ¡Eran las peores personas del mundo!
El señor Murdstone y su hermana convencieron a mi madre de que yo era un niño malo, así que me mandaron a un colegio cerca de Londres.
Cuando llegué a la ciudad, el cochero que me había llevado hasta ahí, preguntó si alguien venía por el joven Murdstone.
—Mejor pregunte si alguien viene por el joven Copperfield —corregí al cochero, pues no quería usar el apellido Murdstone.
Pero nadie contestó. Pensé que todo era un truco del esposo de mi madre para deshacerse de mí. Pero justo en ese momento llegó un joven diciendo que era maestro de Salem House, y que me llevaría con él.
Debo confesar que una vez le mordí un dedo al señor Murdstone al regañarme. Por eso, cuando llegué a Salem House, el profesor me puso un letrero que decía: “Cuidado, muerde”. ¡Eso me avergonzaba mucho!
Ahí conocí a muchas personas, como el director, el señor Creakle, que me daba mucho miedo. También estaba el profesor Sharp. Al primer niño al que le hablé se llamaba Tommy Traddles. Él me llevó a donde se encontraba un tal James Steerforth. Esto significó que fui admitido entre los chicos de la escuela.
Steerforth era grandioso. Un día hizo que corrieran al profesor Mell, pues le había dicho a Steerforth que era un cobarde y un miserable. El señor Creakle no permitió que un maestro le dijera así a un alumno, así que lo despidió. Yo me puse muy triste, porque el profesor me caía muy bien, pero aun así admiraba a mi amigo Steerforth.
El semestre escolar pasó más rápido de lo que pensé. Cuando me di cuenta, ¡ya eran vacaciones! El cochero me llevó hasta mi casa y entré sin hacer ruido. Pensé que no había nadie. Entonces escuché a mi mamá cantar. Me acerqué y vi que tenía un bebé en sus brazos.
Ella me oyó. Al verme, dejó al pequeño en una cuna y corrió hacia mí para abrazarme. Luego me tomó de la mano y dijo:
—¡Es tu hermanito Davy querido!
Pero fuera de ese saludo, las cosas marcharon muy mal. El señor Murdstone me odiaba, y también su hermana. Todas las vacaciones estuve encerrado en mi cuarto leyendo algún libro e imaginando que era el protagonista.
Luego volví a la escuela. No pasó nada interesante durante los primeros meses, hasta que un día, el nuevo profesor, llamado Sharp, me llevó a donde estaba el director Creakle. Me dieron la peor noticia que había recibido: ¡mi madre estaba muy enferma!, Se la llevaron a otro país para curarla. Quizá no podría volver a verla. Lo peor de todo, es que mi pequeño hermanito estaba con ella.
Yo grité y me puse a llorar. La esposa del director, la señora Creakle, estaba presente y me consoló durante todo el día.
—Ve a casa, David. Te están esperando —dijo la directora.
¡Y pensar que no volvería nunca a la escuela!
En casa me sentía muy triste. No me gustaba estar ahí sin mi mamá. El señor Murdstone despidió a Peggotty. Como yo sabía que el señor no deseaba verme por ahí, le pedí permiso para irme con ella. Para mi sorpresa, ¡me dijo que sí! ¡Estaba tan contento de poder ver a Emily!
Cuando llegamos, pregunté por ella, pero estaba en la escuela. Como yo sabía el camino, fui a buscarla. Cuando la vi, pasé a su lado como si no la conociera, pero ella me vio. De pronto, Emily corrió y tuve que ir tras ella. La alcancé casi hasta la casa. Se volteó y me dijo:
—¡Ah!, ¿Eres tú, Davy?
—Ya sabías que era yo —contesté.
—¿Y tú no sabías que era yo? —me dijo ella riendo.