David Copperfield página 6

—¡No descansaré hasta que Heep reciba su merecido! ¡No trataré de conocer a nadie, no diré ni una sola palabra hasta que no haya acabado con ese hombre malvado y falso!

Traté de calmarlo nuevamente, pero cuando iba a tomarlo de la mano, me rechazó diciendo:

—¡No, señor Copperfield! Evite contacto conmigo hasta que yo triunfe sobre Heep. Pero dentro de ocho días podrán ver cómo termino con él. Vayan todos al despacho del señor Wickfield, y verán lo que ocurrirá.

Pasados los ocho días, Llegamos al lugar. Fuimos mi tía, Traddles y yo. Cuando llegamos, nos recibió el señor Micawber, y nos dijo que el señor Wickfield estaba enfermo y en cama, pero que Inés nos recibiría.

De pronto, salió Uriah y se asustó un poco de vernos, pero lo disimuló bastante bien. Después de saludarnos, le pidió a Micawber que se fuera, pero el señor se negó.

—Retírese —repitió Uriah.

—No quiero hacerlo —dijo el señor Micawber sin moverse de su lugar.

—A veces es usted demasiado original, Micawber —respondió Uriah—. Quizá deba despedirlo. Ya hablaré después con usted.

—¡Si hay un ladrón en el mundo, es usted, señor Heep —dijo Micawber con furia.

Uriah miró a su alrededor y pensó que todo aquello era un engaño en su contra. Dijo que queríamos su ruina, pero que no la íbamos a conseguir. Mi amigo Traddles intervino y dijo:

—Soy el abogado del señor Wickfield. Sé que le han hecho firmar al señor unos papeles, aprovechándose de su enfermedad. ¡Él no puede pensar con claridad!

Uriah se volteó hacia mí y me dijo:

—No me asustan, señor Copperfield. Usted y su amigo no son nada. Se cree un gran señor, pero olvida que era un niño callejero cuando llego aquí.

Micawber interrumpió, luego golpeó con una regla una mano de Uriah y dijo:

—He venido aquí para desenmascarar al peor delincuente que se ha visto nunca. Este hombre —señaló a Uriah—, me tenía atrapado con deudas. Le pedí dinero prestado, y comenzó a utilizarme en fraudes y falsificaciones que dañaban al señor Wickfield. Uriah se aprovechó de la salud mental del señor, y le llevaba papeles importantes para que los firmara. Así, este hombre consiguió mucho dinero, pero todas las deudas eran para el señor Wickfield.

—Tendrá que presentar pruebas —dijo Uriah, quien intentaba parecer tranquilo.

—No se preocupe por eso, señor Heep —respondió Micawber—, puedo demostrar todo lo que estoy diciendo, pues tengo documentos donde está escrito todo.

La madre de Uriah llegó y lo estaba viendo todo.

—¡Trata de llegar a un acuerdo, hijo mío! —dijo.

—¿Quieres callarte, madre? —contestó Uriah, enojado.

—Ahora señores —interrumpió Micawber—, no me queda más que enseñar los documentos, y luego desapareceré de sus vidas.

Le dio a mi tía los papeles y se puso al lado de la puerta principal. Uriah, asustado, se dirigió hacia nosotros:

—¿Qué quieren ustedes de mí?

—Voy a decírselo —dijo Traddles—. En primer lugar, nos entregará ahora mismo el acta en donde dice que el señor Wickfield le da a usted todos los derechos sobre el negocio, luego dejará en nuestro poder todos sus papeles.

—Debo pensarlo —dijo Uriah.

—Claro, si quiere pensarlo, puede hacerlo en la cárcel. Copperfield, llama a la policía.

—¡No! —gritó Uriah—. Tendrán el documento que me piden y todo lo demás. Pero no llamen a la policía. Todo puede arreglarse como ustedes desean.

Al poco tiempo, Uriah, completamente vencido, nos entregó los papeles. Luego mi tía le preguntó a Micawber por qué no viajaba a Australia, donde había muchos recursos.

—No tengo el dinero para ir —contestó Micawber.

—Y no tiene por qué tenerlo —dijo mi tía—. Pero usted nos ha hecho un favor a todos nosotros y creo que podremos darle los medios para que viaje.