La Iliada página 7

Hera tuvo mucho miedo y le dijo que ella no le había pedido a Poseidón que ayudara a los aqueos.

—Si estás diciendo la verdad, ve con Iris y con Apolo. Que ella le diga a Poseidón que deje de luchar del lado de los aqueos y que Apolo levanté a Héctor para que ya no le duelan sus heridas. Los aqueos correrán cobardemente hasta sus barcos de nuevo.

Hera obedeció y fue a buscarlos. Ahí le dijeron que el hijo de Ares había caído en la batalla y que estaba muy molesto. Iris y Apolo cumplieron las órdenes que les mandaba Zeus.

—Somos tres los hijos de Crono y Rea: Zeus, Hades y yo —dijo Poseidón cuando le dieron la orden del padre de los dioses—. No debe asustarme Zeus, porque yo domino los mares.

Iris le pidió que le hiciera caso a Zeus y Poseidón aceptó. Ya no les ayudó más a los aqueos y se sumergió en el mar. Mientras tanto, Apolo voló hacia donde estaba Héctor. Le dio de nuevo valor y sanó sus heridas.

Con Héctor a la cabeza, el ejército de Troya luchó de nuevo con fiereza. Les hicieron mucho daño a los aqueos. Como Apolo les quitó el valor a los hijos de Agamenón, éstos huyeron hacia sus barcos de nuevo. Héctor atacó de nuevo a Áyax y aunque no le dio, dejó en el piso a un amigo suyo.

Por fin llegaron a las naves. El combate era intenso pero parecía que no estaban cansados. Los aqueos ya no podían más. Los de Troya querían quemar las naves, pero Áyax no se los permitía.

Canto 16

Patroclo se acercó a Aquiles para hablar con él. Le pidió que le ayudaran a los aqueos para salvarlos.

—Ya he dicho que no entraría a la batalla hasta que ésta llegara a mis barcos. Te doy permiso de utilizar mi armadura para que vayas a pelear y los troyanos crean que soy yo. Aléjalos de nuestros barcos para que no los quemen, pero escúchame bien, cuando ya estén lejos, no los ataques más y regresa conmigo. Prepárate, yo mientras tanto reuniré a la gente.

Aquiles recorrió todas las tiendas para que sus soldados se armaran. Organizó un gran ejército y puso a Patroclo al mando. Los mirmidones, que así se llamaban a los que comandaba Aquiles, atacaron con furia a los troyanos. Patroclo fue el primero en arrojar su lanza. Los troyanos huyeron haciendo mucho ruido. Áyax intentó darle a Héctor, pero no le dio. El héroe troyano seguía luchando con valor.

El rey Sarpedón, héroe de Troya intentó detener la huida, pero Patroclo lo atacó. Con una lanza lo dejó en el suelo. Apolo lo salvó y le sanó la herida. Los mirmidones hubieran tomado Troya, pero Apolo no le permitía. Patroclo seguía acabando con los troyanos, pero en su lucha no vio que el dios estaba detrás de él y le dio un golpe en la espalda. Un soldado de Troya lo atacó con su lanza y Patroclo ya no volvió luchar. El mirmidón escapó pero Héctor fue detrás de él. Hablaron, pero Patroclo estaba ya muy débil y cayó al piso para siempre. Antes le dijo:

—Tampoco tú vivirás mucho tiempo, caerás en manos de Aquiles.

Canto 17

Menelao se dio cuenta que había caído Patroclo. Con mucho esfuerzo llegó hasta él para proteger su cuerpo. Héctor llegó con otros troyanos para atacarlo. Áyax se dio cuenta y fue a defenderlo, pero Héctor ya tenía las armas de Patroclo. Le dio las armas a sus compañeros para que las llevaran a Troya y él se fue tras ellos.

Las armas de Aquiles le dieron nuevas fuerzas a Héctor. Llamó a su ejército y juntos atacaron de nuevo. Los aqueos retomaron el valor y comenzaron a vencer a sus enemigos. Apolo se disfrazó de hombre y le dijo a Eneas que Zeus estaba de su parte y que ganarían la batalla.

Todo el día tuvieron un gran combate. El divino Aquiles no sabía sobre la muerte de su amigo Patroclo, porque la guerra se había hecho lejos de ahí. El sonido que hacían las espadas de cobre al chocar era muy fuerte. Zeus decidió que los troyanos tuvieran de nuevo victorias hasta llegar a los barcos y comenzaron a ganar de nuevo.

Canto 18

Mientras los aqueos y los troyanos combatían, Aquiles se preguntaba por qué de nuevo estaban perdiendo. En ese momento llegó un mensajero para decirle que su amigo Patroclo estaba en el suelo y que Héctor tenía la armadura.

—Héctor debe caer por mi lanza —le dijo Aquiles muy triste a su madre Tetis.

—Si es así, vivirás poco tiempo después de que eso suceda —le contestó la diosa—. No combatas hasta que regrese con una armadura que te hará Hefesto.

La batalla por Patroclo continuaba. Nadie podía quedarse con él. Cuando Héctor atacaba, Áyax los rechazaba. Así estaban las cosas cuando bajó la diosa Iris con Aquiles para decirle que entrara en la batalla, pues Hera lo ordenaba.

—No tengo armas —dijo Aquiles.

—Los dioses ya sabemos que no tienes tu armadura. Sólo preséntate en la batalla para que los aqueos tengan valor de nuevo y los troyanos tengan miedo.

Aquiles fue al combate sólo a apoyar a los aqueos, porque le hizo caso a su madre de no pelear hasta que regresara ella. Hera hizo que el sol bajará y la guerra terminó por ese día. Los troyanos comenzaron a preparar la comida, y en una reunión, uno de los jefes dijo:

—Regresemos a nuestra ciudad. Hoy Aquiles estuvo aquí, pero sin armas. Si mañana ya tiene una armadura, nos atacará con mucha fuerza.

—Parece que te gusta vivir encerrado en las murallas de Troya —le gritó Héctor—. No des esos consejos, porque no permitiré que suceda. Si mañana Aquiles quiere pelear, lo hará contra mí.

Tetis llegó al Olimpo, lugar donde viven los dioses. Buscó a Hefeso quien le dijo:

—¿Qué necesitas, Tetis? Cualquier cosa, yo la haré para ti.

—Mi hijo se quedó sin armadura, porque se las prestó a Patroclo. ¿Podrías hacerle una?

 

—Tendrá una armadura tan bella, que todos se sorprenderán cuando la vean.

Hefesto se puso a trabajar de inmediato. El escudo tenía cinco capas y estaba adornado con figuras de batallas. Cuando terminó todo, se lo entregó a Tetis, que fue volando con su hijo.

Canto 19

Tetis le entregó la armadura a su hijo Aquiles y le dijo que fuera con Agamenón para que ya no estuvieran enojados.

—Agamenón, hemos peleado mucho tiempo por una mujer. El único que ha sacado provecho es Héctor. Vamos a dejar atrás nuestras peleas, para combatir juntos a los troyanos.

—Voy a entregarte muchos tesoros como ya te había dicho Ulises —contestó Agamenón.

Aquiles le dijo que en ese momento no quería nada, sólo pensar en la batalla. Ulises le pidió que esperara a que sus hombres comieran, pero Aquiles estaba desesperado. De todos modos, le entregaron a Briseida, la mujer que le había quitado Agamenón. Ella se puso muy triste cuando vio a Patroclo, pues lo quería mucho.

Aquiles se puso la armadura que le hizo Hefeso. Subió a su carro que era jalado por dos hermosos caballos. Uno de ellos habló, porque la diosa Hera se comunicó por medio de él.

—Hoy te salvaremos, pero el día de tu muerte está cerca —dijo el caballo.

Canto 20

Mientras los dos pueblos se preparaban para la batalla, Zeus convocó a una reunión de todos los dioses.

—La guerra entre aqueos y troyanos seguirá —dijo Zeus—. Yo me quedaré sentado en el Olimpo para verla. Que cada dios ayude al pueblo que quiera.

Los dioses se fueron a combatir. Para ayudar a los aqueos fueron Hera, Poseidón, Atenea y otros dioses menores. Con los troyanos se fueron Ares, Apolo, Afrodita y también otros dioses menores.

Los aqueos estaban emocionados porque Aquiles regresaba a la batalla. En cambio, los troyanos tenían miedo, pues parecía un gran dios.

¡Se hizo un gran ruido cuando los dioses entraron en combate! Aquiles quería atacar a Héctor, pero Apolo le dio valor a Eneas para que lo enfrentara. Le arrojó su lanza, que dio en el escudo de Aquiles, pero como era un regalo de los dioses, no pudo traspasarlo. Aquiles sacó su espada. Poseidón vio esto, y como quería a Eneas, lo salvó. También le dijo que no volviera a pelear contra él.

Por fin se encontraron frente a frente Héctor y Aquiles. Se dijeron cosas terribles y el primero en atacar fue Héctor, pero Atenea sopló sobre su lanza y regresó a los pies de Héctor. Aquiles lo atacó tres veces, pero siempre lo salvó Apolo.

—Si te vuelvo a encontrar, no te salvarás —dijo Aquiles.

Canto 21

Los troyanos huyeron por el río. Hera creó una gran neblina para que no vieran dónde estaban. Aquiles entró con su espada y atacó a muchos. Atrapó a un jefe enemigo, quien le pidió que lo tomara como prisionero, pero el mirmidón no aceptó.

Los dioses comenzaron a luchar entre ellos, junto a los hombres. El dios del río rodeó a Aquiles para ahogarlo pero el inmortal Hefesto lo salvó. Los aqueos estaban ganando la guerra, por eso Príamo, el rey de Troya y padre de Héctor, ordenó que abrieran las puertas de la muralla para que el ejército que estaba huyendo pudiera entrar.

Canto 22

Los troyanos ya estaban dentro de su ciudad y los aqueos se acercaban a la muralla. Héctor estaba esperando a Aquiles para luchar contra él. Sus padres le pedían que no lo hiciera, porque el mirmidón era más fuerte que él.

Cuando Héctor vio que se acercaba no pudo quedarse ahí y huyó. Aquiles los siguió. Los dos estaban dando vueltas alrededor de la muralla. Zeus dijo:

—Dioses, vamos a decidir sobre la vida de Héctor.

Hera quería acabar con Héctor. Zeus le dijo que podía hacer lo que quisiera. La balanza estaba a favor de Aquiles, por lo que Apolo dejó de cuidar al troyano. Atenea tomó la forma de un aliado de Héctor y lo convenció de luchar contra Aquiles.

—Ya no voy a correr —le dijo Héctor a Aquiles—. Vamos a luchar. Si yo te gano, entregaré tu cuerpo a tu gente, y espero que hagas lo mismo.

Aquiles no aceptó el trato. Aquiles atacó primero pero falló el tiro. Atenea le regresó su lanza sin que se diera cuenta Héctor. Éste arrojó la suya que dio en el escudo de su enemigo. Le pidió una lanza más a su aliado, pero no estaba junto él. Ahí se dio cuenta que Atenea lo engañó. Aquiles atacó con su espada. Héctor estaba protegido por la armadura que le había quitado a Patroclo, pero no le cubría el cuello. Por ahí entró la espada de Aquiles para derrotar al troyano.

—Por favor, entrega mi cuerpo a mis padres. Ellos te darán muchas riquezas por él.

Aquiles no aceptó, por lo que Héctor dijo:

—Tienes un corazón muy duro. Apolo y mi hermano Paris me van a vengar —dijo, cuando su alma descendió al Hades.

Aquiles estaba muy enojado por la muerte de Patroclo, por lo que amarró a Héctor a su carro y lo arrastró. Los padres y la esposa de Héctor estaban muy tristes. Todo el pueblo de Troya estaba llorando.

Canto 23

La ciudad de Troya estaba rodeada por los aqueos, así que ambos ejércitos descansaron, comieron y bebieron. Aquiles celebró unos juegos en honor a su amigo que tanto quería. Hubo competencias de carros y batallas. Hasta los dioses competían entre ellos.

Los dioses querían mucho a Héctor, por lo que permitieron que su cuerpo fuera rescatado por los troyanos. Su padre fue a rogarle a Aquiles. Le dijo palabras hermosas y sentidas, por lo que Aquiles le entregó su cuerpo. El anciano llevó a Héctor a Troya, donde le hicieron un bello funeral. La ciudad estaba muy triste, pues había perdido a su más grande héroe.

FIN