Ciro y sus compañeros se dieron cuenta de que era sincero y le hicieron saber que confiaban en él. Sabían que ahora era bueno, así que lo convencieron de quedarse con ellos y olvidar su pasado, volviendo a ser simplemente el buen Ayrtón. Pero él pidió que le dieran un tiempo antes de quedarse en el palacio, así que decidió construir una pequeña y cómoda cabaña en el corral. Al terminar su relato, les preguntó:
—¿Cómo me encontraron en la isla?
—Con tu mensaje de la botella —respondió Harbert.
—¿Mensaje? Yo no envié ningún mensaje —respondió Ayrtón muy confundido.
Al día siguiente, Ciro y sus compañeros hablaron sobre el tema. Pronto llegaron a la conclusión de que quizá Ayrtón no recordaba haber enviado aquel mensaje, pues no encontraban otra explicación. Ciro no estaba convencido, pero no dijo nada.
Poco tiempo después tuvo la idea de construir un telégrafo para mantener comunicación con Ayrtón, así que, con mucho trabajo, un mes después logró su objetivo y pudo asegurarse de que no le faltara nada y siempre estuviera bien.
Pocos días después, los náufragos cumplieron dos años de haber llegado a la isla.
Todos se preguntaban qué habría sido de su país desde que se fueron. Inventaron historias y también se pusieron tristes. Extrañaban su hogar y a sus amigos. Entonces Pencroff propuso construir un barco mucho más grande en el que pudieran ir todos y llevarse todas sus cosas.
Un día quisieron navegar alrededor de la isla y explorarla un poco más. Todos fueron excepto Ayrtón que prefirió quedarse a cuidar el palacio. Una mañana, cuando estaban decididos a volver, Pencroff y Harbert le agradecieron a Ciro el haber encendido aquella fogata el día que volvieron de la isla Tabor en medio de la tormenta. Él no dijo nada, pero más tarde, le confesó a Gedeón, que él no había encendido el fuego.
Llegó de nuevo el invierno y todos se refugiaron en el palacio. Ciro no dejaba de pensar en todo lo que pasaba en la isla, así que una noche decidió compartirlo con los demás.
—Amigos. Creo que debo hacerles notar que han pasado muchas cosas en esta isla, que deberíamos tomar en cuenta.
—¿Qué cosas? —preguntó Nab.
—Pues bien. Fue extraño que después de que caí del globo y, sin yo recordar nada, apareciera en aquella cueva. También que Top supiera dónde encontrarlos. Otro hecho que no resolvimos fue el del dugongo, cuando mi perro salió volando del agua y el otro animal que tenía un corte que no parecía hecho por un animal. El grano de plomo tampoco ha tenido solución, la caja con las armas y los demás objetos, la tortuga que se escapó, la botella con el mensaje cuando por casualidad pasábamos por ahí y que Ayrtón asegura no haber enviado, la bajada de nuestra balsa justo cuando llegamos al río, la escalera que no creo que nos haya lanzado Jup cuando nos invadieron los orangutanes. También sé que vieron una hoguera cuando volvieron de la isla Tabor, pero ese día ni Nab ni yo salimos del palacio. Nosotros no encendimos ese fuego. Y, por último, la extraña actitud de Jup y Top alrededor del pozo.
Al escuchar todos estos sucesos juntos, todos se sorprendieron y aceptaron que algo misterioso ocurría en la isla. Así que acordaron explorarla más cuando pasara el invierno.
Cuatro meses después, el clima mejoró. Herbert había aprendido a usar la cámara fotográfica. Al ver el hermoso mar tan azul y tranquilo, quiso tomarle una foto. Cuando la reveló, notó que tenía una pequeña mancha. Intentó quitarla y se dio cuenta que era parte de la fotografía. Corrió con Ciro que con su lupa la vio de cerca. Entonces exclamó:
—¡Un barco!
En la foto, aparecía un barco cerca de la isla.
Estaban seguros de que era un navío y que podía ser el mismísimo Duncan o alguien amistoso, pero también podía suceder que fueran piratas. Así que debían ser cuidadosos. De pronto se dieron cuenta que se dirigía a ellos. Por eso decidieron ocultar todo, el barco, el molino, los huertos, las trampas, cualquier cosa que pudiera delatarlos. Cuando el navío estuvo más cerca notaron que no llevaba una bandera conocida, sino ¡de color negro! ¡No podían asegurarlo, pero era muy posible que se tratara de un barco pirata!
Por la noche se mantuvieron vigilando. De pronto, se escuchó la detonación de un cañón y después el sonido del ancla cayendo cerca de la isla y no muy lejos del palacio.
No había duda, los pasajeros planeaban desembarcar en la isla, por la noche o al amanecer. Todos estaban preocupados por no saber si corrían peligro o tenían ante ellos a sus salvadores. Entonces Ayrtón se ofreció a nadar hasta el barco y averiguar quiénes y cuántos eran. Aunque nadie estaba convencido de que fuera seguro, le permitieron ir.
Nadó durante media hora y por fin llegó junto al navío. Logró descubrir que eran piratas, que habían robado el barco al cual llamaban Speedy. También escuchó que el capitán era un hombre llamado Bob Harvey, un viejo amigo de él con quien había cometido muchos crímenes y que era una persona muy malvada. Entonces decidió esperar a que se durmieran para saber cuántos eran. Al subir pudo contar casi cincuenta piratas. Sabía que ni Ciro ni sus amigos podrían contra ellos, pues iban bien armados. Pensó que lo mejor sería hacer explotar el barco, aunque eso le costara la vida, pues quería salvar a sus amigos de la invasión. Fue descubierto y aunque logró escapar, los piratas ahora sabían que la isla estaba habitada y estaban dispuestos a invadirla y atrapar a Ayrtón.
Durante la noche no pasó nada, pero al comenzar a salir el sol, tuvieron que hacer un plan, pues sin duda serían atacados. Había mucha neblina, así que no sabían exactamente dónde estaba el barco pirata, pero eso significaba que ellos tampoco sabían dónde estaban los habitantes del lugar. La idea era hacerle creer a los criminales que en la isla había mucha gente, así que se escondieron en parejas en diferentes lugares para atacarlos desde varios puntos.
En cuanto la neblina desapareció, algunos piratas bajaron en una balsa y entraron por el río. Ayrtón y Pencroff les dispararon e hicieron que huyeran de regreso a su barco. Después, otros piratas intentaron lo mismo y les sucedió lo mismo. Al ver que no lograrían entrar, decidieron acercarse con todo y barco. Esto hizo que los náufragos corrieran al palacio para hacer un nuevo plan, pues los cañones del navío estaban apuntando hacia donde ellos estaban. No los habían descubierto, pero sin duda estaban cerca de hacerlo. Entonces las balas de cañón comenzaron a golpear el palacio, pero sin hacerle mucho daño. De pronto una bala enorme entró por una de las ventanas.
En ese momento sí se sintieron perdidos. Estaban a punto de entregarse a los piratas cuando, de pronto, un fuerte golpe y gritos de terror, salieron el barco. Ciro y sus compañeros salieron a ver lo que sucedía. El barco era levantado por una gran ola de agua que partió en dos el navío y en pocos segundos se lo tragó con todo y los temibles bandidos.
De inmediato corrieron al lugar para ver lo que había ocurrido y asegurarse que ningún sobreviviente se escapara. Pero no encontraron a nadie, sólo los restos del barco casi hundido. Pronto entre todos comenzaron a sacar del agua las cosas que les servían, armas, cajas de objetos, comida, ropa, cañones, entre otras. Nab les dijo que, aunque ninguno en el barco hubiera sobrevivido, él había visto que seis piratas iban en una balsa y habían huido hacia el otro lado de la isla así que debían estar prevenidos. Aun así, no dejaron de trabajar en las labores de rescate de las cosas del barco. La marea pronto subiría y el navío sería arrastrado por la corriente.
Al volver al palacio con todos sus tesoros, conversaron acerca de lo sucedido. Nadie tenía una verdadera explicación que los convenciera. No volvieron a hablar del tema. Días después, Nab regresó de la playa con un objeto metálico que parecía haber explotado. Lo llevó con sus compañeros de inmediato. Después de revisarlo, Ciro dijo:
—Amigos, esto fue lo que hundió el barco pirata.
—¿Pero qué rayos es? No parece algo que pueda hundir navíos —exclamó Pencroff.
—Sí pudo. Esto es un torpedo. Su tamaño no se compara con lo poderoso que es.
Esto se sumaba a todos los hechos misteriosos que habían ocurrido en la isla. No cabía duda de que alguien estaba con ellos y se había dedicado a ayudarlos a escondidas. Después de hablarlo un largo rato, llegaron a la conclusión de que había otro hombre, que era poderoso y que estaba de su lado. Al final decidieron buscarlo para conocerlo agradecerle todo.
Luego se preocuparon por el tema de los seis piratas fugitivos, así que decidieron que, en lugar de buscarlos, esperarían a que ellos mismos se presentaran. Tenían la esperanza de que, así como Ayrtón, ellos podrían volverse buenas personas.
El clima era muy bueno y había llegado el momento de cosechar los frutos del huerto. También los animales del corral habían tenido a sus crías. Ayrtón decidió irse unos días a su hogar para encargarse de los animales recién nacidos y todos estuvieron de acuerdo. En caso de presentarse algún problema, sólo tenía que enviar un mensaje por medio del telégrafo que construyeron para comunicarse con Ayrtón, así que no se preocuparon.
Por otro lado, Pencroff, Gedeón y Harbert decidieron ir al muelle para asegurarse que su barco Buenaventura estaba a salvo. Al llegar, todo parecía en orden, pero otro hecho misterioso los preocupó. El nudo con el que estaba atado el navío era diferente al que Pencroff había hecho. El ancla también estaba en un lugar distinto. Esto hizo evidente que su barco había sido usado y regresado a su lugar. El problema es que no sabían si habían sido los piratas fugitivos o el hombre misterioso. Entonces volvieron al palacio y le contaron a Ciro. Se decidió que después de buscar al ser misterioso y atrapar a los piratas, construirían un muelle frente al palacio para no perder de vista al Buenaventura.
Esa tarde, Nab le envió a Ayrtón un mensaje para pedirle algunos animales del corral. A pesar de que siempre respondía casi de inmediato, esta vez no lo hizo. Cuando anocheció, esperaron a que llegara a cenar, pero eso tampoco pasó. Preocupados, al amanecer fueron a buscarlo y Nab se quedó a cuidar el palacio. Después de un largo camino, descubrieron que el cable del telégrafo estaba cortado y era claro que había sido a propósito. A toda prisa llegaron al corral. Ciro entró a la cabaña de Ayrtón cuando se escuchó un disparo desde atrás y el grito de Harbert que caía herido.
El joven había recibido una bala por la espalda. Sangraba mucho, así que de inmediato lo metieron a la cabaña entre Gedeón y Pencroff. Mientras tanto, Ciro se enfrentó al pirata que había disparado, a quien venció de inmediato.
Harbert estaba muy grave. Lo curaron lo mejor que pudieron y estuvieron con él todo el día y toda la noche. Al amanecer despertó por un par de minutos. ¡Se estaba recuperando! Ahora el problema era saber lo que había sucedido con Ayrtón. Por otro lado, no podían salir de ahí pues seguramente los otros cinco piratas los esperaban para atacarlos. Alguien tenía que avisarle a Nab lo ocurrido, pues si no tenía noticias de ellos, era posible que saliera a buscarlos y también fuera atacado por los enemigos. Entonces escribieron una nota en la que le explicaban a Nab todo, le pedían que no saliera y que respondiera si todo estaba bien en el palacio. Luego ataron la nota en el cuello de Top y lo enviaron con Nab. Un par de horas después, se escucharon disparos y ladridos. Ciro abrió de inmediato la puerta y Top entró sano y salvo. Nab respondía que todo estaba bien y que lamentaba lo ocurrido a Harbert, pero que no se movería del palacio.
Pasaron algunos días y Harbert comenzó a recuperarse. Esto alegró a sus compañeros. El problema era que Ayrtón seguía desaparecido y no sabían si los piratas seguían afuera dispuestos a atacar. Tampoco sabían si el hombre misterioso se había ido o volvería a ayudarlos. Quizá la suerte les había dado la espalda.