Las mil y una noches para niños

Resumen de las mil y una noches

Las mil y una noches es la reunión más increíble de historias del Oriente Medio. Es como si nos sacaran de nuestro mundo y nuestro espacio y nos llevaran a otro mundo lleno de magia y aventuras. Lo bueno de este libro es que es un resumen para niños y adolescentes, así que si eres uno de ellos, pues lo vas a disfrutar muchísimo, y si eres madre o padre, podrás estar tranquila, o tranquilo, claro, de que les estás dando una lectura adecuada a tus hijos.

¡Ah, y no nos olvidemos de los maestros! Este libro lo puedes recomendar para fomentar el hábito de la lectura. 

La versión infantil y juvenil de LAS MIL Y UNA NOCHES, como la versión original, es de autor anónimo.

Las mil y una noches para niños

La historia de Sherezada

Hace muchos años, en una tierra lejana, hubo un rey que era muy malo. ¡Él deseaba acabar con todas las mujeres del mundo! Era tan malvado que le dijo a su ayudante principal, es decir, al gran visir:

—¡Quiero que me traigas una muchacha cada noche!

—Pero… ¿no pensará lastimarlas, verdad señor? Piense en sus padres, en su familia.

—¡A mí no me importa nada! Una mujer me hizo daño y ahora lo pagarán todas.

El visir se puso muy triste. No sabía qué hacer. Se fue a su casa donde se encontró con una de sus hijas: Sherezada. Ella era una joven muy bella, pero sobre todo, inteligente.

—Padre mío, cásame con el rey, así podré salvar a las mujeres de nuestro reino.

—No puedo ponerte cerca de tanta maldad, hija.

—Padre, debo salvarlas.

—Hija, te puede pasar lo que te contaré en la siguiente historia.

Fábula del asno, el buey y el labrador

Una vez hubo un comerciante dueño de grandes riquezas. Estaba casado y con hijos. Nuestro gran Dios le dio la habilidad de conocer el lenguaje de los animales.

En su casa había un asno llamado Jacinto y un buey, al que le decían Toro. Un día, al llegar el buey de trabajar, vio que el lugar del asno estaba limpio. Además, tenía rica comida y agua fresca. Y claro, su amigo animal descansaba con tranquilidad.

Cuando el amo montaba al asno, sólo hacía recorridos pequeños. Luego regresaba a descansar.

Ese día, el comerciante escuchó a Toro decirle a Jacinto:

—No, no, tú sigue comiendo tranquilo. Disfruta tu cereal. Yo, en cambio, me quedaré aquí agotado después de hacer el trabajo en el molino. He arado desde la mañana hasta la noche. 

—¿Qué es arar? —le preguntó el asno.

—¿Acaso no has visto que me ponen unos aparatos pesados que tengo que jalar? Bueno, pues con ellos preparo la tierra para que la siembren. ¡Es tan cansado!

—¿Cómo se llama ese aparato?

—Yugo.

—Pues fácil, cuando te pongan el yugo te quedas muy quieto, te echas al piso y nada que te mueves. ¡Ni aunque te den de palos!

—¿Y si me levantan a fuerza?

—¡Te echas de nuevo! Y cuando te regresen al establo, finges estar enfermo. Lo más importante es que no comas nada para que te crean. Así podrás descansar del trabajo.

El comerciante, que seguía ahí, le dio su comida al buey. Toro no probó ni un bocado. Por la mañana lo encontró enfermo. Entonces le dijo a su ayudante:

—Toma al asno y que are todo el día en lugar del buey.

Y el hombre le puso el yugo a Jacinto y lo hizo trabajar todo el día.

Al anochecer, cuando el asno regresó, el buey le agradeció su gran consejo. Su amigo no le respondió. Estaba arrepentido.

Al otro día el asno estuvo arando todo el día y regresó con el cuello lastimado. El buey, al verlo de nuevo, le agradeció mucho.

—Yo antes estaba muy tranquilo, y ahora no paro de trabajar. De todos modos te voy a decir algo: escuché al comerciante decir que si no cumples tu labor, te llevará al lugar de donde nunca nadie vuelve. Te lo digo porque eres importante para mí y no deseo que te pase algo.

El buey, cuando escuchó esas palabras, dijo:

—Eres un gran amigo. Mañana reanudaré mi trabajo.

Y se puso a comer. ¡Hasta relamió el recipiente del agua! Pero el comerciante estaba ahí de nuevo y escuchó todo. Por eso obligó al asno a trabajar por siempre y el buey descansó sin problemas.

De vuelta a la historia de Sherezada

—Como ves, hija, te puede ir muy mal si vas a vivir con el rey. Por salvar a otras mujeres, tú podrías sufrir mucho —dijo el gran visir.