Las mil y una noches página 4

Al llegar al sitio, el rey se quedó maravillado, pues nunca había estado en ese sitio que estaba tan cerca de su palacio.

—¿Alguien conocía este lugar? —preguntó el sultán.

—¡No, nunca! —respondieron los presentes.

El rey se acercó al visir y le dijo en voz baja:

—Tengo qué saber qué ocurre. En la noche vendré a conocer el misterio. No permitas que nadie me siga.

—Así se hará, señor —contestó el visir.

Al meterse el Sol, el sultán llegó al estanque. Entonces vio que había un palacio hecho de rocas negras. Tocó la puerta, pero nadie le abrió. Por eso entró, aunque con un poco de miedo. Recorrió los pasillos, que estaban vacíos. De pronto, escuchó una queja muy débil. Era una voz dulce de hombre que cantaba:

Ya no puedo con mis sufrimientos.

Ella es mi consuelo en las penas y los peligros.

El rey fue hacía el lugar de donde venían esas palabras. Ahí vio a un joven hermoso. Lloraba y tenía sus manos en la cabeza. Al verlo, el rey le preguntó:

—¿Qué te sucede?

El joven sólo contestó el saludo, pero no dijo por qué sufría tanto.

—Cuéntame la historia de este estanque y sus peces. También el misterio de este palacio y por qué estás tan triste.

—El relato de los peces es tan extraordinario, que nadie lo creería —dijo el joven.

De vuelta a la historia de Sherezada

Sherezada vio que el rey ya se estaba quedando dormido y le dijo:

—Rey, es hora de descansar. Si prometes portarte bien mañana y no tratar de hacerle daño a nadie en la noche, te contaré la historia de los peces.

El emperador dijo que sí y cumplió con su palabra, por eso la joven, al caer la siguiente noche, le narró la siguiente leyenda:

Historia del joven encantado y de los peces

—Antes de narrar lo sucedido, quiero que vea algo —dijo el joven que estaba llorando dentro del palacio de piedra negra.

Se levantó la ropa y mostró que la mitad de su cuerpo era normal, pero la inferior ¡era de piedra! El sultán se impresionó mucho y dijo:

—¿Qué le sucedió?

—Yo era el rey de las Islas Negras. Todo parecía muy normal, hasta que un día tuve la mala suerte de casarme con una bruja. Claro, en ese momento yo no sabía que lo era.

«Todas las noches me daba una pócima que me hacía dormir hasta el día siguiente. Mientras tanto, ella iba a hacer maldades a la ciudad.

Un día, escuché a dos esclavas decir que ella se comportaba muy mal cuando yo no estaba. Esa noche me dio agua, pero sólo fingí beberla. Cuando ella se volteó, la escupí toda. Luego cerré los ojos para que pensara que estaba durmiendo.

La bruja salió del cuarto. Yo la seguí. Entró en una cámara secreta. Para hacerlo, dijo algunas palabras en un idioma que no conozco. Ahí me puse a vigilarla. Fue muy triste darme cuenta que las esclavas tenían razón: no se portaba bien. Era mala con la gente. No contaré qué hacía, porque me lastima el corazón.

«Ella tenía un jefe. Un hombre grande, con la cara horrible y el cuerpo lleno de llagas. Cuando él decía algo, mi esposa obedecía de inmediato. Además, la insultaba y le gritaba. Jamás entenderé por qué hacía caso. Tal vez también estaba hechizada.

«Al ver todo esto, tomé mi espada y ataqué al hombre. Yo creí que lo había matado, pero después me enteré que no fue así.

«Como mi esposa, la bruja, no vio nada de esto, me dijo: “Estoy de luto porque perdí a un familiar querido”. Yo creí que era por la muerte de su jefe. ¡Qué equivocado estaba!

«Durante todo un año ella fue a visitarlo cada noche. Cuando yo me enteré, fui a reclamarle, saqué mi espada, pero ella dijo otras palabras en el lenguaje extraño y quedé así, como me ve, convertido en una estatua. Bueno, en la mitad de ella. Luego encantó las islas de mi reino. Las convirtió en las montañas que están alrededor del estanque.

—¿Y los peces? —preguntó el rey.

—Eso es lo más increíble de todo. ¡Ellos son los habitantes de mi reino!

El sultán no supo qué decir. Estaba impresionado.

—A la bruja, ¿la sigues viendo?

—Sí, todos los días viene y me tortura.