Narraciones extraordinarias para niños

Narraciones extraordinarias: el resumen

Qué suerte tienes. Has encontrado la mejor versión del libro NARRACIONES EXTRAORDINARIAS en versión infantil y juvenil.

Este no es sólo un libro para niños o jóvenes de los grandes cuentos de Edgar Allan Poe, sino que están transformados para el público en Español, por lo que no te perderás nada de lo que escribió el autor originalmente.

Te recomendamos que antes de leer este libro les preguntes a tus papás o, mejor aún, que lo leas con ellos, para que todos los disfruten (y tengan miedo) en familia. 

Narraciones extraordinarias para niños

Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe para niños y jóvenes

EL GATO NEGRO

No te pido creer en el extraño relato que estás a punto de leer. A lo mejor pensarás que todo fue un sueño. Solamente quiero contarte esta serie de extraños hechos que me han provocado miedo. Quizá tú seas más valiente que yo y este cuento no te atemorice. 

Desde pequeño siempre me han gustado los animales, pero mis papás no me dejaban tener tantos perros o gatos como yo quería. ¿No crees que el mejor cariño que existe es el de un perro fiel?

Cuando crecí, me casé con una mujer a la que también le gustaban los animales. Era perfecta. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato.

El gato era grande y hermoso. Tenía el pelo negro y era muy inteligente. A mi mujer le gustaba decir que los gatos negros traen mala suerte. Y es que eso lo cree mucha gente, pero quién sabe si sea cierto.

Al gato le puse de nombre Plutón. Muy pronto se convirtió en mi favorito y en un gran amigo. Sólo aceptaba que yo le diera de comer y me acompañaba a todos lados. También salía conmigo cuando tenía que ir a la calle.

Por alguna razón, con el paso del tiempo mi forma de ser cambió mucho por culpa del gato. Me enojaba por cualquier cosa y trataba mal a la gente y a mis otras mascotas. Al principio Plutón no sufrió mis enfados, pero luego también me enojaba con él.

Un día el gato me mordió la mano. Me enojé tanto y sentía tanto coraje dentro de mí, que le lastimé un ojo. El pobre ya no lo podía abrir. Yo no quería hacerle daño, no sé qué me sucedió.

Al día siguiente me sentía muy mal por lo que hice. Los días pasaron y el gato mejoraba, aunque no abría el ojo. Él ya no se quería acercar a mí. ¿Cómo un animal que antes me quería tanto ahora no deseaba estar conmigo? Lo malo es que, en lugar de querer arreglar las cosas, me enojé más con mi mascota y un día lo dejé en lo más alto de un árbol lejos de casa.

En la noche, después de que abandoné al gato, me despertó un terrible grito: “¡Fuego, fuego! No lo podría creer, pues ¡toda mi casa estaba en llamas! Tuvimos que salir a toda prisa. Mi hogar se quemó por completo.

¿El incendio tenía algo que ver con aquel gato al que abandoné? No pude dejar de pensar en eso y les contaré por qué: Sólo una pared de la casa no se cayó y de un lado tenía grabada, con mucha claridad, la imagen de un gato en un árbol. Ese dibujo me dio tanto terror, que comencé a buscar al animal abandonado por todos lados.

Un día me encontré con un gato muy grande, tan grande como Plutón. ¡Era igualito a él! La única diferencia es que este gato tenía una raya blanca que le cubría casi todo el pecho, mientras que Plutón era completamente negro. Acaricié al gato y decidí llevármelo a casa. Él estaba contento, me seguía y ronroneaba. Era tan hermoso que se convirtió en el favorito de mi esposa.

Pero también comencé a odiar a ese gato. No sé por qué. El cariño que me tenía me molestaba mucho. Lo evitaba. Cuando me cruzaba con el animal, le gritaba cosas malas y le decía que no lo quería.

Lo que me molestó de ese gato es que tampoco podía abrir un ojo. ¡Era igual a Plutón en eso! El animal no se daba cuenta de que no lo quería. Se acercaba a mí y se acostaba en mis piernas. Ahora debo confesar algo: cuando sacaba sus uñas y las clavaba en mi ropa para poder subirse hasta mi pecho, yo sentía mucho miedo.

Me da pena decir que el gato me asustaba muchísimo. ¿Quieres saber por qué? Porque su mancha tenía la forma del árbol en donde yo había abandonado a Plutón. Eso hizo que me volviera más malo sin saber por qué. Lo que yo tenía de buena persona, fue desapareciendo. Mi mal humor creció y comencé maltratar a mi esposa.

Un día el gato me hizo tropezar y caí al suelo golpeándome con fuerza, por eso quise pegarle. Mi mujer me detuvo y yo le dije que iba a abandonar al animal al igual que a Plutón. Mi esposa se enojó mucho conmigo. Tanto, que se quería ir de la casa.

Yo no iba a dejar que se fuera. La tomé de un brazo y la llevé al sótano. Ahí la dejé mientras sacaba ladrillos de una vieja chimenea. Luego llevé a mi esposa hasta la chimenea. Una vez que ella estaba dentro, hice que se durmiera y volví a colocar los ladrillos, de forma que ella no pudiera salir. Sé que suena terrible, pero yo ya no era el mismo. Me había convertido en un hombre malo.

Después de encerrar a mi esposa, fui a buscar al gato pero no lo encontré por ningún lado. Lo busqué por toda la casa pero jamás apareció. ¡Me puse muy contento!

Pero no todo estaba bien. Un vecino había escuchado la pelea que tuvimos mi mujer y yo y mandó llamar a la policía. Un grupo de oficiales buscó por toda mi casa para ver si le había hecho algo a mi esposa. Bajaron varias veces al sótano, pero no encontraron nada.

—Caballeros —dije cuando los policías subían por la escalera—, me alegro mucho de que hayan venido. Como les dije, todo estaba bien. Les deseo lo mejor. ¿Saben?, esta casa está muy bien construida. ¿Ven esas paredes? Son muy fuertes.

No sé por qué dije eso. Quizá quería demostrarles que jamás encontrarían a mi mujer a menos que yo quisiera. Confiado, golpeé con un bastón los ladrillos tras los cuales estaba mi mujer. Pero apenas había yo golpeado cuando se escuchó una fuerte voz desde atrás de la pared que me hizo temblar. 

Los policías que estaban presentes también tenían miedo. Pronto se recuperaron del susto y varios de ellos se arrojaron contra el muro de ladrillos que construí. Mi mujer apareció con los ojos muy abiertos. Parecía un zombie. Lo más aterrador de todo es que el gato estaba sobre la cabeza de mi esposa. Maulló con tanta fuerza que nos dimos cuenta que quien había gritado era el animal y no mi mujer.

Ese gato que me hizo una mala persona me acusó con su maullido. Me imagino que, ¡encerré a ese monstruo junto a mi esposa! Después, en la cárcel, tuve que pagar todo lo mal que me había comportado.