Narraciones extraordinarias página 2

MANUSCRITO ENCONTRADO EN UNA BOTELLA

No tengo mucho qué decir sobre mi país o sobre mi familia. He recibido una buena educación. Así como tú lo haces, me gusta pensar y preguntarme por todas las cosas que suceden. No creo en brujos ni fantasmas. Te digo esto porque no debes pensar que soy un miedoso. Voy a narrarte una historia.

En una ocasión, me fui en un barco hermoso a pasear a unas islas. Una tarde vi una nube muy extraña. Luego me di cuenta que la luna tenía un color rojo muy oscuro, y el mar se movía de forma muy rara. El agua parecía más clara que de costumbre. De pronto el aire se puso muy caluroso. Cuando se hizo de noche, vimos un gran pez en el océano. El capitán, al ver todo esto, ordenó echar el ancla. Yo tenía un mal presentimiento. Quise subir a cubierta, pero cuando estaba a punto de llegar, me asustó un fuerte ruido como el de un molino. El barco se sacudió por culpa de una ola de espuma.

Un poco golpeado por el choque del agua, me agarré de lo que pude y miré a mi alrededor. Había un gigantesco remolino de olas que rodeaba al barco. Escuché la voz de un hombre sueco. Él me dijo que todos los tripulantes habían caído al agua, menos nosotros. Pensamos que el barco se hundiría. Aquello parecía un huracán. El navío se movía a gran velocidad y ¡yo estaba aterrado! Así pasamos varios días, navegando sin rumbo fijo.

Un día nos invadió una profunda oscuridad. Las olas todavía eran enormes y el barco se movía rápido. No podíamos ver nada a nuestro alrededor. El sueco y yo nos sujetamos como pudimos de un palo, pues temíamos lo peor. Olas como montañas se elevaban sobre el barco y amenazaban con voltearnos.

El barco se movía de un lado para el otro, cuando mi compañero comenzó a gritar: —¡Mire! ¡Mire!

Volteé para ver a qué se refería. Una luz rojiza nos alumbraba. Cuando pude alzar los ojos, lo que vi me dejó helado. A una gran altura, justo encima de nosotros, flotaba un gran navío. Así como lo escuchas, ¡estaba volando! Era negro y más grande que cualquier otro barco que haya existido. Además, estaba muy sucio. Al costado tenía una serie de cañones antiguos. Lo que más nos impresionó fueron sus velas viejas y rotas. El barco se colocó por encima del torbellino que nos atrapaba, se detuvo y de pronto, ¡se dirigió hacia nosotros!

Como sabía que el choque no lo podría evitar, corrí lo más que pude y me aferré al viejo barco cuando se estrelló contra nuestro navío, que  se hundió en el mar. Yo aproveché que los marineros del gigantesco barco no se dieron cuenta de mi presencia y me escondí en la bodega. ¡Todos los tripulantes daban mucho miedo!

Un hombre se metió en la bodega. Yo me oculté lo mejor que pude. No logré ver su cara, pero era un hombre viejo y sin fuerza. Él no se dio cuenta de mi presencia. El anciano cargó un montón de cosas que le hicieron temblar las rodillas y luego volvió a subir a cubierta.

Ahí, escondido, me puse a escribir una especie de diario. Aquí están algunos fragmentos de él:

Hace ya mucho tiempo que recorrí la cubierta de este barco terrible. ¡Qué extraños hombres! Pasan a mi lado sin ponerme atención. Ya no hace falta esconderme, pues esta gente parece que no me ve. Hace algún tiempo me metí a la cabina privada del capitán. Ahí agarré la pluma y las hojas en donde estoy escribiendo todo esto. De vez en cuando continuaré escribiendo este diario. Es posible que no pueda encontrar la oportunidad de darlo a conocer al mundo, pero trataré de lograrlo. Quizá meta el mensaje en una botella y lo arroje al mar.

Hace una hora tuve la valentía de mezclarme con los tripulantes. ¡No me hicieron caso!, y eso que estaba justo en medio de todos. Ellos parecen ser muy ancianos.

He visto al capitán cara a cara en su propia cabina. Lo que más me llamó la atención fue su vejez. Era viejo de una manera distinta. Me dio la impresión de ser muy sabio.

Entonces me di cuenta que todo el barco estaba lleno del espíritu de la Vejez. Los marineros se mueven de un lado a otro como fantasmas. Luego me puse a pensar que quizá nos dirigíamos al Polo Sur. Veo inmensas cantidades de hielo que confirman que así es.

Seguimos navegando pero, en algunos momentos, el barco se eleva sobre el mar. ¡Oh, pero qué horror!, de repente el hielo a nuestro alrededor se abre. Comenzamos a girar con mucha rapidez. ¡Cada vez giramos más rápido! Me cuesta trabajo pensar en lo que me espera. ¡Estamos en un remolino que se hace cada vez más veloz y más pequeño! ¡Nos está tragando! El barco truena, se oye el viento silbar y el poderoso movimiento de las olas. ¡Oh, dios mío!  ¡Nos hundimos!

MANUSCRITO ENCONTRADO EN UNA BOTELLA

Hace muchos años me hice amigo de William Legrand. Antes era rico, por alguna razón se quedó sin dinero. Tal vez por eso se fue a vivir a una isla del sur.

Legrand se había construido una cabaña en la isla. Le gustaba cazar, pescar y caminar a lo largo de la playa. En todas sus excursiones iba acompañado de su sirviente, un hombre de color llamado Júpiter.

Un día decidí ir a visitar a mi amigo. Al llegar a la cabaña toqué a la puerta, pero nadie me abrió. Busqué una llave que Legrand escondía debajo de una roca, abrí la puerta y entré. Luego me senté en un sillón y esperé a que llegara.

Poco después, por la tarde, llegaron y se pusieron muy contentos por verme. Júpiter estaba muy sonriente y cocinó la cena. Legrand estaba muy emocionado. Él era aficionado a los bichos y había cazado un escarabajo que le parecía de una especie desconocida. Deseaba que le diera mi opinión sobre el insecto.