Nuestra señora de París página 3

Nuestro poeta pensó que se había transformado en el personaje de un cuento de hadas. ¡Todo le parecía increíble!

Él y Esmeralda estaban en un cuarto. Estaban sentados frente a una mesa para cenar. De pronto, Gringoire se dio cuenta que esa hermosa mujer era su esposa y quiso darle un beso en la mejilla para agradecerle todo lo que había hecho por él. Ella se levantó de inmediato, sacó de su falda una navaja y le dijo:

—¿Qué estás haciendo?

—Le doy un beso a mi esposa. ¿Acaso no estás enamorada de mí?

—Por supuesto que no. Ni siquiera te conozco.

—Entonces, ¿por qué te casaste conmigo?

—¡Para que no te mataran! —dijo enojada Esmeralda.

Gringoire se puso un poco triste. La muchacha era tan hermosa que le habría gustado que ella lo amara. Por eso sólo le dio las gracias y dijo:

—Podemos ser amigos, es decir, como un hermano y una hermana.

—Tal vez —contestó Esmeralda.

—¿Qué puedo hacer para enamorarte?

—Tendrías que ser un hombre, es decir, llevar armadura, espada y espuelas de oro en los talones.

—¿Por qué no me amas a mí?

—Porque sólo puedo querer a quien puede cuidarme.

Esmeralda hablaba de cuando Cuasimodo intentó raptarla y Gringoire no pudo ayudarla.

—¿Cómo lograste escapar del jorobado? —preguntó Gringoire—. Creo que yo me desmayé.

Esmeralda se puso pálida y llevó sus manos al rostro. Sólo de recordarlo, sintió mucho miedo. Luego dio un suspiro y sonrió. Tal vez estaba pensando en el capitán que la salvó.

—Veo que no me quieres contestar, por lo menos dime: ¿sabes por qué te perseguía?

—No lo sé. Tú también ibas detrás de mí. ¿Por qué?

—En realidad —respondió Gringoire—, ni yo lo sé. Ya que te estoy preguntando muchas cosas, dime por qué te llaman Esmeralda.

—No sé. Tal vez por este amuleto que llevo colgado en el cuello que parece una esmeralda —dijo la muchacha, mientras se lo mostraba.

—Ese hombre que nos casó, ¿es el jefe de la banda?

—Ya me cansé de tantas preguntas —dijo ella—. ¡Ni siquiera sé tu nombre!

—Soy Pierre Gringoire.

—Yo conozco un nombre más bonito —dijo la gitana mientras hacía un puchero.

—Eso fue un poco grosero, pero no me enojaré contigo. Cuando me conozcas mejor, llegarás a amarme.

Luego el pobre enamorado le contó toda su vida. Creyó que con eso ella podría quererlo, en cambio, la muchacha susurró: “Febo”.

—Febo quiere decir Sol en latín —dijo Gringoire.

—¿Sol? —preguntó ella.

—Sí, y también fue el nombre de un dios arquero que era muy guapo.

Esmeralda parecía que estaba en las nubes. De pronto se le cayó una pulsera. Cuando Gringoire se agachó a recogerla, alcanzó a ver que Esmeralda se había ido corriendo con su cabra. El joven vio que no había una cama para dormir, así que se acostó en el suelo y comenzó a soñar con la joven.

La iglesia de Nuestra señora de París es un edificio enorme y hermoso. Es como si fuera la corona de la ciudad. Cuando las personas suben a sus torres, ven los paisajes más hermosos que te puedas imaginar. En ese lugar, dieciséis años antes de toda esta historia, alguien abandonó a un bebé muy feo.

—¿Es un niño? —se preguntó una señora.

—Es un milagro —dijo otra mujer.

—Llora como un monstruo —susurró una tercera.

—Nadie va a querer adoptarlo —dijo la que pensaba que era un milagro.

Para suerte de Cuasimodo, porque él era ese niño, Claude Frollo, el arcediano, pasó por ahí y decidió encargarse del bebé. Ahora ya sabes por qué el jorobado obedecía al sacerdote.

A Frollo lo educaron muy bien. Le enseñaron latín y matemáticas. Aunque de niño parecía muy triste y siempre estaba serio, estudiaba con mucho gusto. Ya más grande sabía griego, hebreo y todo sobre las artes. En fin, ¡que sabía muchísimo sobre todas las cosas!

Como sus padres murieron jóvenes, él cuidó a su pequeño hermanito. Así pasaba sus días: de los libros a jugar con el bebé. Por eso decidió ayudar a Cuasimodo, porque se dio cuenta que, si le pasaba algo malo, su hermanito podría quedar sin nadie que lo cuidara.

Cuando Cuasimodo creció, se convirtió en el campanero de la iglesia. Es un trabajo muy divertido, porque son los que hacen sonar las campanas para que la gente vaya a misa.

El jorobado casi nunca salía de Nuestra Señora de París, por eso la conocía tan bien. Podía caminar por sus oscuros pasillos con los ojos cerrados. Además, era muy bueno para trepar por los muros y lanzarse por los aires, así que parecía un mono que se columpiaba de una rama a otra.

Algunos decían que era malo, otros que sólo era un salvaje. Parece que te toca a ti decidir, porque tal vez era bueno pero nadie lo comprendía. O tal vez lo hicieron malo quienes lo maltrataron desde pequeño por ser diferente. Por eso Cuasimodo sólo quería a Frollo y a su iglesia. Para él, los demás humanos sólo deseaban hacerle daño.

Su mayor diversión era tocar las campanas, sobre todo cuando podía hacer sonar la mayor. ¡Se escuchaba en todo París! Cuando Frollo le decía: “ve a tocar la gran campana”, el jorobado salía casi volando, se subía a la cuerda y comenzaba a saltar para que sonara. ¡No había nada que lo hiciera más feliz!

Con el paso del tiempo, Frollo se hizo un sacerdote muy importante. Era muy serio. Casi no hablaba con nadie y los niños que ayudaban en la iglesia le tenían miedo. Siempre caminaba muy derecho, con los brazos cruzados y parecía molesto.

El hermano ya tenía veinte años. Tal vez pienses que era trabajador y un buen lector como Claude Frollo, pero no es así. Más bien era flojo y muy desordenado. ¡El sacerdote se enojaba mucho con él! Quizás por eso siempre estaba de malas.

La gente decía que Frollo era un brujo. Que iba a reuniones donde se hacía magia negra y que buscaba una piedra que convertía el plomo en oro. Nosotros sólo sabemos que le gustaba pasear de noche y que leía mucho, incluso libros que nadie más conocía.

Como ya te imaginarás, ni Frollo ni Cuasimodo eran muy queridos en París. ¡A las personas les da miedo lo que no entienden! O quizás sí eran malévolos. Algunos niños molestaban al jorobado y le clavaban una aguja en la joroba, otros le jalaban la sotana a Frollo, pero ninguno de los dos se molestaba por eso. Ellos sólo seguían su camino.

¡Cuasimodo fue capturado por la ley! Seguro te acuerdas que intentó raptar a Esmeralda. Veamos lo que pasó  en la corte. Antes, hay que decir que el juez Florian estaba bastante sordo, y como recordarás, el jorobado también. Así que el juicio fue muy gracioso cuando Florian dijo:

—¿Cómo te llamas?

Cuasimodo no dijo nada.

—¿Su edad? ¿Está casado?

Tampoco hubo respuesta alguna. Las personas en el auditorio comenzaron a reírse un poco, porque ellas sí se daban cuenta de lo que estaba sucediendo.

—Bueno —continúo diciendo el juez—, se le acusa de haber hecho desórdenes en la noche y de no obedecer a los arqueros del rey.