Nuestra señora de París página 8

Fueron pasando los días y Esmeralda estaba cada vez más tranquila. Además, era feliz porque sabía que Febo estaba vivo, ella lo había visto. No le importaba que él no la quisiera.

Cierto día, Esmeralda le contó con señas toda su vida a Cuasimodo, le dijo que de niña se había perdido, y que una familia de gitanos la encontró. ¡Ellos la salvaron! Después de eso, la cuidaron como si hubiera sido su hija. Lo único que tenía de aquella época era un pequeño calcetín, el otro lo había dejado en casa el día que se perdió. Toda esa historia le pareció conocida a Cuasimodo, así que sin decir nada, se fue.

A las pocas horas, regresó Cuasimodo.

—Tengo algo que quiero mostrarte —le dijo el jorobado.

Luego, de una bolsita, sacó un pequeño calcetín.

—¿Lo reconoces? —preguntó Cuasimodo.

—¡Es mi calcetín! —gritó Esmeralda muy enojada— ¿Por qué me lo quitaste?

—No es el mismo que tú traes —contestó el jorobado.

En efecto, Esmeralda abrió su bolsita y vio que el suyo seguía ahí. Entonces preguntó:

—¿De dónde sacaste el otro? Dímelo, ¡es muy importante para mí!

—Te lo diré, pero necesito que estés muy tranquila. Hace tiempo que alguien me contó una historia parecida a la tuya. Una mujer que amaba mucho a su hija. Ella dice que los gitanos se la robaron, pero eso no fue cierto. Es sólo que la niña se perdió y los gitanos la rescataron. Claro, como ella pensó que fue robada, comenzó a odiar a todos los gitanos. Esta pobre mujer perdió su trabajo y robó un pan para comer, por eso fue encarcelada. Desde ese día, grita por la ventana que quiere a su hija de vuelta y que odia a los gitanos.

—¡No lo puedo creer! La mujer que siempre me dice cosas horribles, ¿es mi madre?

—Así es —dijo Cuasimodo—. Te insulta porque piensa que los gitanos te robaron, pero tú sabes que esto no es así.

Esmeralda quiso salir de la iglesia para ir a verla de inmediato, pero Cuasimodo la detuvo.

—Recuerda que no debes salir de la catedral —le dijo el jorobado—. No te preocupes. Ella saldrá libre mañana y yo te la traeré.

Cuasimodo fue a hablar con la madre de Esmeralda para contarle toda la historia completa. La señora se puso tan feliz que lloró de alegría. Al día siguiente, Cuasimodo la llevó con Esmeralda. ¡Fue el encuentro más feliz de la historia! ¡Por fin, madre e hija estaba juntas!

Imagen 26

A partir de ese día, vivieron en compañía de Cuasimodo. Gringoire iba a ver a su hermana de vez en cuando, y también a visitar a su querida cabra.

Por cierto, Esmeralda ya no veía feo a Cuasimodo, porque se dio cuenta que lo importante era su belleza interior.