El retrato de Dorian Gray página 3

—Así es, Basil. Yo te gustaré hasta que me salga mi primera arruga. Entonces ya no seré nada para ti ni para nadie. Lord Henry tenía razón, lo único que importa en la vida es la juventud. Tu cuadro me lo ha enseñado.

—¡Dorian!, no hables así. Eres mi mejor amigo y siempre lo vas a ser. No me digas que tienes celos del cuadro o de cualquier cosa material. Me importas más que todo.

—Tengo celos de todo cuya belleza dura para siempre. Tengo celos de mi retrato. ¿Por qué él será bello por siempre y yo me haré feo? ¡Debería ser al revés, que el cuadro se ponga viejo y yo ser como soy ahora siempre! ¿Para qué lo has pintado? Algún día se burlará de mí.

—Dorian está así por tu culpa —le dijo el pintor a lord Henry.

—No, lo que ves ahora es el verdadero Dorian —respondió Harry.

—Harry, no me puedo pelear con mis dos mejores amigos al mismo tiempo. Entre los dos han hecho que odie mi cuadro, así que voy a destruirlo. No voy a permitir que un retrato eche a perder nuestra amistad.

Basil fue hacia la mesa y tomó un largo cuchillo. Iba a cortar la tela del cuadro. Dorian dio un gran salto, tomó a Basil de la mano, le quitó el cuchillo y lo arrojó del otro lado del estudio.

—No, no lo hagas —exclamó Dorian—. Sería un asesinato.

—Me alegra que por fin te guste mi obra —dijo Basil.

—¿Gustarme? Es parte de mí mismo. Lo noto.

—Bien. Cuando esté seco te lo enviaré a casa. Una vez allí podrás hacer con el cuadro lo que quieras.

—Muy bien —dijo lord Henry— ahora los invito al teatro.

—No puedo ir —contestó el pintor—. Tengo mucho trabajo.

—Entonces usted y yo, mi estimado señor Gray.

—Sí, vamos al teatro —respondió Dorian.

Basil se molestó. No quería que Dorian saliera con lord Henry e intentó convencerlo de que no fuera, pero no lo logró.

A las doce y media del día siguiente, lord Henry Wotton fue a visitar a su tío.

—Vaya, Harry, ¿qué te ha hecho salir tan pronto de casa? Creí que la gente como tú no se levanta hasta las doce y se dejan ver en público hasta después de las cinco.

—Vine para mostrarte cuánto te quiero. También quiero pedirte algo.

—Dinero, me imagino —dijo el tío mientras hacía un gesto de mal humor.

—No necesito dinero nunca, tío. Lo que necesito es información sobre la madre de Dorian Gray, a quien acaban de presentarme.

—Era una mujer extraordinariamente hermosa. Todo el mundo se enojó cuando se escapó con un joven que no tenía dinero. Espero que caiga en buenas manos ese muchacho porque heredará una buena cantidad de dinero por parte de su abuelo.

—Muchas gracias por la información, tío. Me gusta saberlo todo sobre mis nuevos amigos.

Lord Henry pensaba en su nuevo amigo Dorian Gray. Le parecía interesante y deseaba ser parte de su vida. Harry quería influir en él. Meter ideas en su cabeza y ver qué pasaba con el joven. ¡Qué lástima que su belleza iba a desaparecer! Harry decidió que el espíritu de Dorian Gray sería suyo y haría con él lo que quisiera.

CAPÍTULO 3

Cierta tarde, después de un mes, Dorian estaba recostado en un lujoso sillón en la pequeña biblioteca de la casa de lord Henry. Él no había vuelto aún. Después de un rato se escucharon pasos afuera.

—¡Llegas muy tarde, Harry! —murmuró Dorian.

—Lo siento, Dorian.

—Creo que es probable que me case, Harry —dijo de pronto Dorian—. Estoy muy enamorado.

—¿De quién te has enamorado? —preguntó.

—De una actriz —dijo Dorian,  mientras se ponía rojo.

—Mejor deberías enamorarte de una princesa.

—No dirías eso si la vieras, Harry. Su nombre es Sibyl Vane.

—Nunca he oído hablar de ella.

—Nadie ha oído, pero todo el mundo lo hará algún día. Es un genio.

—Me cuesta trabajo pensar que lo que dices es cierto. ¿Hace cuánto tiempo que la conoces?

—Tres semanas.

—¿Cómo la conociste?

—Te lo voy a contar, Harry, pero no te burles de mí. Después de todo no me habría pasado si no te hubiera conocido. Hiciste que deseara conocer todo sobre la vida. Una tarde salí a buscar aventura. A eso de las ocho de la noche pasé frente a un teatrillo horrible, con luces brillantes y carteles chillones. Un hombre ridículo y sucio me ofreció un palco. Algo había en él que me divertía mucho, así que entré. Veo que te estás burlando de mí.

—No me río, Dorian, al menos no me río de ti.

—Bueno, me encontré en un palquito asqueroso. Se iba a representar la obra de Romeo y Julieta. Romeo era un hombre horrible y muy viejo para su personaje, pero ¡Julieta! ¡La criatura más encantadora que hayas visto antes! Su voz era tan maravillosa como ella. ¿Por qué no amarla? Para mí lo es todo. Voy a verla actuar día tras día. Todos sus personajes son maravillosos. ¿Por qué no me dijiste que una actriz es la más digna de amor?

—Porque he querido a demasiadas, Dorian.

—Ahora quisiera no haberte contado nada sobre Sibyl Vane.

—No lo puedes evitar, Dorian. A lo largo de tu vida siempre me contarás todo lo que hagas.