El retrato de Dorian Gray página 4

—Creo que tienes razón. Si cometiera un crimen, vendría a contártelo de inmediato.

—Las personas como tú no son criminales, pero gracias. Ahora dime, ¿cuál es tu relación con Sibyl Vane? Al menos ya la conoces en persona, me imagino.

—Claro que la conozco. La primera noche el viejo de la entrada entró a mi palco y me ofreció llevarme a conocerla, pero no quise hacerlo. Para mí ella era Julieta y ya había muerto.

—¿Cuándo hablaste por primera vez con ella?

—La tercera noche, interpretó a Rosalinda. La vi todo el tiempo, le lancé flores y ella me miró, o por lo menos eso fue lo que yo creí. El viejo estaba decidido a llevarme con ella, así que acepté.

—Cuéntame más sobre esta chica.

—Se sorprendió cuando le hablé sobre su talento. Creo que los dos estábamos bastante nerviosos. El viejo insistía en llamarme <> y tuve que explicar a Sibyl que no lo era. Ella me dijo: <<Más bien usted parece un príncipe. Lo llamaré Principe Azul>>.

—Vaya que sabe cómo tratar a un hombre—dijo Harry.

—No la entiendes. Me veía como un personaje de una obra de teatro. No sabe nada de la vida. Vive con su madre, una mujer grande y fatigada.

—Eso me deprime.

—Sibyl es lo único que me interesa. Desde la cabecita hasta los piececitos es divina. Noche tras noche voy a verla actuar y cada día es mejor que el anterior.

—Imagino que ésa es la razón para que ya no cenes conmigo. Me imaginaba que tenías entre manos una historia de amor, aunque no pensaba que fuera una así. Esta noche cenas conmigo, ¿no es cierto, Dorian?

Dorian Gray negó con la cabeza.

—Hoy hace de Imogen —respondió—, y mañana será Julieta.

—¿Cuándo hace la representación de Sibyl Vane?

—Nunca.

—Te felicito.

—¡Qué malvado eres! Sibyl es todas las grandes heroínas de la historia en una sola persona. Te ríes, pero yo te repito que es maravillosa. Tú que conoces todos los secretos del mundo, dime qué debo hacer para hechizar a Sibyl y que se enamore de mí.

Lord Henry estaba muy contento de ver a Dorian tan cambiado. Este joven que tenía enfrente no tenía nada que ver con el muchacho tímido que conoció en el estudio de Basil Hallward.

—¿Qué es lo que te propones hacer? —dijo Harry.

—Quiero que Basil y tú vengan conmigo un día al teatro para verla actuar. De seguro verán que es una gran actriz. Después tenemos que rescatarla de ese viejo. Debe trabajar para él por tres años más. Tendré que pagarle algo, por supuesto. Luego la llevaré al teatro Wend East y la presentaré como es debido. Todo el mundo enloquecerá como yo lo hice.

—Eso es imposible, amigo mío.

—Lo hará.

—Bien, ¿qué noche iremos?

—Mañana que interpreta a Julieta.

—Muy bien, yo llevaré a Basil.

—El pobre de Basil. Me da mucha pena con él porque no lo he visto en semanas. Me acaba de enviar el retrato en un marco diseñado por él. Me encanta verlo, aunque estoy un poco celoso del cuadro porque es un mes más joven que yo.

Harry se quedó solo pensando en Dorian. Su hermoso rostro y su alma igual de hermosa eran sorprendentes. Se escuchó que tocaron la puerta. Su ayudante le recordó que ya era hora de vestirse para cenar. Cuando regresó a su casa, vio un telegrama sobre la mesa. Era de Dorian Gray quien le decía que iba a casarse con Sibyl Vane.

CAPÍTULO 4

—Qué feliz soy, madre —dijo Sibyl Vane mientras la abrazaba. Soy feliz y tú también debes serlo.

—Sólo soy feliz cuando te veo actuar. El señor Isaacs ha sido muy bueno con nosotras. Recuerda que le debemos dinero.

—¿Qué importa ahora el dinero? El amor es más importante que el dinero.

—Le debemos mucho al señor Isaacs. No sé cómo podríamos sobrevivir sin él.

—Ya no nos hace falta, madre. El Príncipe Azul cuidará de nosotras. Lo quiero.

—¡Qué boba eres, niña! —fue lo que le respondió la madre.

La muchacha volvió a reírse.

—Hijita mía, eres demasiado joven para pensar en enamorarte. Además, no sabes de él ni siquiera su nombre.

En ese momento se abrió la puerta y un joven de pelo castaño entró en la habitación. Era muy fuerte, con manos y pies grandes; sus movimientos eran torpes. No tenía la delicadeza de Sibyl y era difícil adivinar que eran hermanos.

—Ven conmigo a dar un paseo, Sibyl. Es posible que nunca más vuelva a ver Londres —dijo el hermano.

—No digas eso —dijo la madre.

—¿Por qué no? Puede ser que no regrese de Australia. Sólo te pido que cuides a Sibyl. No permitas que le suceda algo malo. Me han dicho que hay un caballero que va a verla todas las noches. ¿Es eso cierto?

—Hablas de cosas que no comprendes, James. Las actrices siempre tenemos admiradores. El caballero del que hablas me trata muy bien —dijo la madre de Sibyl.

—Pero no sabes cómo se llama.