La Iliada página 2

Menelao aceptó el reto. Ambos se armaron y fueron al centro de la batalla. Paris fue el primero en atacar. Con su lanza le dio al escudo de Menelao. Éste le respondió con la suya que se clavó en el escudo del troyano y le rompió la túnica. Paris se inclinó para salvarse. Menelao sacó su espada y le dio un terrible golpe en el casco a su oponente, pero la espada se le partió en tres pedazos. Entonces lo tomó del cuello con la correo del casco. Estaba a punto de vencerlo cuando Afrodita se metió en la batalla para salvar al troyano. Menelao lo iba a atacar de nuevo con su lanza, pero Afrodita se llevó a Paris volando.

Helena le dijo a Paris.

—Dijiste que eres más fuerte que Menelao y no es así. No vuelvas a retarlo porque saldrás herido por su lanza.

—Menelao ha ganado esta batalla —contestó Paris—, pero otro día lo venceré yo.

Mientras esto sucedía dentro de Troya, Agamenón gritaba con todas sus fuerzas:

—Todos lo vieron. Menelao ganó la batalla.

Y claro, todos los aqueos aplaudieron.

CANTO 4

Los dioses conversaban para decidir qué pasaría con la batalla. Hera, la esposa de Zeus y Atenea estaban de parte de los aqueos. En cambio, Afrodita apoyaba a Troya.

Hera estaba enojada con su esposo.

—¿Qué hiciste para que todo esto sucediera? —le dijo.

—Yo no entiendo que te hicieron Príamo y sus hijos Héctor y Paris para desear acabar con ellos —contestó el padre de los dioses—, pero está bien, haz lo que quieras con los troyanos.

Zeus le ordenó a Atenea que convenciera a los troyanos de atacar a sus enemigos. Como habían acordado no hacerse daño un tiempo, eso haría que se enojaran. Atenea buscó a un hombre llamado Pándaro y le dijo:

—Lanza una flecha en contra de Menelao.

Pándaro se dejó convencer por la diosa. Tomó su arco y lanzó la flecha contra el rey de los espartanos. La hija de Zeus estaba muy atenta y desvió la saeta que iba directo hacia él. En lugar de darle en el corazón, le dio en el cinturón por lo que no la pasó nada.

Agamenón estaba furioso por la traición de los troyanos, por eso dio un discurso para invitar a su ejército a pelear de nuevo.

—Nosotros somos los más valientes. Ellos rompieron el pacto y debemos atacar de nuevo.

Los jefes estaban de acuerdo y uno a uno le dijeron a Agamenón que lo apoyarían en la guerra.

Los ejércitos se encontraron de nuevo en la batalla. Chocaron las lanzas, las espadas y los escudos. Un aqueo atacó a un soldado de Troya y le destruyó el casco. Otro cayó desde lo más alto de la muralla. Muchos soldados caían en el polvo. Ulises vio como atacaron a un amigo suyo, y se lanzó a la batalla con todo su poder. Los troyanos que estaban cerca huyeron al verlo.

El dios Apolo, quien apoyaba a los troyanos les gritó:

—Vamos, pueblo de Troya, los aqueos no están hechos ni de metal ni de piedra para resistir a sus espadas. Muchos aqueos y troyanos quedaron en el suelo, nadie supo jamás cuántos fueron.

CANTO 5

Atenea quería ganar la guerra junto a sus aqueos. Para eso, le dio valor a Diomedes. Lo puso al centro de la batalla y parecía que estaba hecho de fuego. En Troya había dos hermanos que eran valientes guerreros. Al verlo, lo fueron a atacar. Uno de ellos le lanzó su lanza, pero Diomedes se quitó. Éste lanzó la suya que dio en el blanco. Ya sólo quedaba uno de los hermanos que fue salvado por un dios.

Mientras esto sucedía, Agamenón destruyó un carro de caballos y le ganó a un soldado muy fuerte que iba en él. Menelao también derribó a todos los que pelearon en su contra. Un troyano lanzó una flecha contra Diomedes que le dio en el hombro. Un poco de sangre le comenzó a brotar. Atenea lo curó y atacó al arquero.

—Si ves a algún dios no le hagas daños, pero si te encuentras con Afrodita, hiérela con tu lanza —le dijo Atenea a Diomedes.

Eneas, uno de los grandes héroes de Troya, se dio cuenta que Diomedes los estaba derrotando. Así que fue por Pándaro, el mejor arquero de la ciudad.

—Atácalo con una de tus flechas —le dijo.

—Ya le lancé una, que sólo le dio en el hombro. Los dioses lo están protegiendo. No tengo un carro para llegar hasta él.

—Súbete al mío. Tú encárgate de pelear y yo cuidaré los caballos.

Al estar ya cerca de él, Pándaro lo atacó con su lanza que rompió su escudo. Como no logró derribarlo, el gran Diomedes le dio con su lanza. Con eso terminó el valor del troyano. Afrodita tomó a Eneas y lo elevó al cielo para que no pudieran hacerle daño.

Diomedes atacó a la diosa Afrodita y la hirió. Ella no podía creerlo. Para salvarse, le pidió a Ares, el dios de la guerra, sus caballos para huir de ahí hacía el Olimpo, el lugar donde viven los dioses. Ahí arriba, su madre la curó.

Diomedes seguía atacando a Eneas. Lo hizo tres veces más, pero ahora lo cuidaba el dios Apolo con su escudo.

—Diomedes, piénsalo mejor y vete. No puedes compararte con los dioses —le dijo Apolo, mientras se llevaba a Eneas para salvarlo.

Héctor, el jefe de los troyanos, combatió con más valor que nunca. Al verlo su ejército, recobraron su fuerza y atacaron a los aqueos. Ares dirigió el combate de la gente de Troya con una lanza enorme. Los aqueos tuvieron miedo, pues no querían luchar contra dioses que había tomado la forma de hombres.

Atenea habló con Diomedes para darle valor.