Cuentos sobre la amistad para niños

Cuentos de amistad cortos para niños

¡A todos nos gusta tener amigos! Y, ¿sabes qué es bien bonito hacer con ellos? ¡Compartir con ellos los mejores cuentos de amistad que existen! Y qué mejor si estos cuentos son cortos y buenos.

Cuentos de la amistad para niños

Estos cuentos son de los hermanos Grimm, que escribieron muchísimos cuentos para niños, algunos de ellos sobre el amor, la infancia y muchos otros sobre la amistad y es justamente estos los que contiene este libro, así que te aseguramos que todos y cada uno de ellos te van gustar.

Ahora sí, a disfrutar esta lectura sobre el valor de la amistad que te hará reflexionar. 

Cuentos sobre la amistad para niños

El abuelo y el nieto

Había una vez un viejo muy pobre que casi no podía ver. Ya era tan anciano que sus rodillas le temblaban y ya no sostenía bien la cuchara. A veces, sin querer, tiraba la sopa en el mantel.

Su hijo y la mujer de su hijo estaban muy enojados con él, porque tenían que cuidarlo todo el tiempo. Hasta que un día se cansaron y lo dejaron en un rincón.

El viejo lloraba y veía hacia la mesa con tristeza. Cierta vez el anciano se cayó y rompió su plato. La mujer le gritó muy feo y el viejito no se atrevió a responder. Luego le compraron un horrible plato de madera, para que comiera ahí.

Algunos días después, su hijo y su nuera vieron a su niño que estaba pegando algunos pedazos de madera que había en el suelo.

—¿Qué haces? —preguntó su padre.

—Un plato —respondió el niño—, para darle de comer a papá y mamá cuando sean viejos.

El marido y la mujer se miraron por un momento y comprendieron que la primera persona con la que se debe practicar la amistad es con los padres. Se echaron a llorar, fueron por el anciano a su rincón y desde ese momento lo trataron con amor.

Los dos hermanitos

El hermanito tomó de la mano a su hermanita y le dijo:

—Desde que mamá murió estamos muy tristes. La madrastra nos pega todos los días. Si nos acercamos a ella nos aleja con gritos. Sólo comemos las sobras del pan. ¡Hasta el perrito debajo de la mesa está mejor que nosotros! Si viera mamá lo que nos pasa, se pondría a llorar ¿Sabes qué? Vamos a escapar y a recorrer el mundo.

Entonces empacaron algunas cosas y salieron de su casa. Caminaron todo el día por campos y bosques. Cuando empezaba a llover, decía la hermanita:

—¡Es que la naturaleza está triste por nosotros!

En la tarde llegaron a un gran bosque. Estaban tan cansados y hambrientos que se sentaron en el hueco de un árbol y no tardaron en quedarse dormidos.

Por la mañana, el sol iluminaba con todo su brillo. Entonces dijo el hermanito:

—Hermanita, tengo sed. Creo que escucho una fuentecita de agua.

Entonces, fueron a buscar la fuente. Tal vez no lo sepas, pero… ¡la malvada madrastra era una bruja! Y claro, se había dado cuenta de que los niños se escaparon. Era tan mala, que los siguió sin que se dieran cuenta y embrujó todas las fuentes, lagos y ríos del bosque.

Al llegar al agua se emocionaron mucho. El hermanito ya iba a beberla, pero la hermanita oyó una voz que murmuraba:

—Quien beba de mí se convertirá en un poderoso tigre.

—¡No bebas, hermanito, te lo ruego! Si lo haces te convertirás en tigre y me vas a comer —exclamó la hermanita.

El hermanito se aguantó la sed y no bebió.

—Esperaré a la próxima oportunidad —respondió el jovencito.

Cuando llegaron a un río, la hermanita oyó también que murmuraba:

—Quien beba de mí se transformará en un terrible lobo.

—¡No bebas, hermanito, te lo ruego! Si lo haces te convertirás en lobo y me vas a comer a pedacitos —gritó la hermanita.

—Me voy a esperar hasta la próxima fuente; pero de ella sí voy a beber. No importará lo que digas, porque ya no puedo con esta sed —dijo el hermanito.

Cuando llegaron a un lago, la hermanita oyó que el agua decía:

—Quien beba de mí se convertirá en un veloz venado.

—¡Hermanito, te lo ruego, no bebas de esta fuente! Si lo haces te convertirás en venado y escaparás de mi lado —suplicó la pequeña.

Pero el hermanito ya se había arrodillado a beber. En cuanto las primeras gotas tocaron sus labios, se convirtió en un pequeño venado. La hermanita comenzó a llorar. ¡Su hermanito estaba embrujado! El venadito también lloraba.

—¡Tranquilízate, mi lindo amiguito; nunca te abandonaré!

Se desató una de sus ligas doradas y con ella tejió una cuerda muy suave con la que lo ató. Después siguieron su camino, cada vez más adentro del bosque.

Anduvieron por horas. Al fin llegaron a una casita. Como la niña no vio a nadie, pensó: «Podríamos quedarnos a vivir aquí».

Hizo una camita para el venadito y todas las mañanas salía a recoger frutos y nueces. Para el animalito traía hierba, que él comía de su mano muy contento.