Fábulas de Esopo para niños página 9

El ciervo y el cervatillo

Nuestro grillito estaba parado en los cuernos de un ciervo, cuando llegó un cervatillo para decirle:

—Padre, hay algo que no comprendo. Tú eres más grande y fuerte que los perros. Además, ¡tienes unos cuernos magníficos! Entonces, ¿por qué huyes cuando ellos ladran?

—Sí, ¿por qué haces eso? —preguntó también el grillo.

—Lo que me dices es cierto, hijo —contestó el ciervo sin hacerle mucho caso al grillito—. ¡La verdad no sé lo que me sucede! Cuando los veo, no puedo hacer nada más que escapar.

—Cuando tengo miedo, yo siempre pienso “¿por qué me pasa esto?”. A veces, resulta que no tiene sentido mi temor y sigo tan feliz como siempre —dijo el grillito.

El caballo y el asno

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día iban caminando hacia la ciudad.

Nuestro grillo, que estaba tomando el sol en una roca, escuchó esta conversación:

—Amigo caballo, me siento muy cansado. Por favor toma una parte de mi carga si es que te importa mi vida —dijo el asno.

El grillito fue a ayudarle, pero sólo pudo cargar unos cuantos granos de arroz.

En cambio, el caballo se hizo el sordo. Unos cuantos metros después, ¡el asno ya no pudo seguir y se quedó ahí! Al ver esto, el dueño le quitó todo su peso y se lo puso al caballo.

—¡Qué mala suerte tengo! —dijo el caballo—. Por no haber ayudado con un pequeño saco, ahora debo cargar con todo.

—Yo quise ayudarte —le dijo el grillo al asno.

—Lo sé, querido amigo. Ojalá el caballo fuera como tú.

El camello, el elefante y el mono

De nuevo los animales hicieron una votación para elegir al rey. El grillito estaba contando todos los votos.

¡El camello y el elefante tenían más que los demás! Ellos esperaban ganar por ser los más grandes y fuertes. Pero luego llegó el mono y dijo:

—El camello no nos sirve. No sabe enfrentarse a los malhechores. El elefante tampoco funciona. Les tiene miedo a los marranos. ¡Si éstos nos atacan, no podremos defendernos!

—Debemos buscar alguien que no tenga tantas debilidades —dijo el grillito— y comenzaron a votar de nuevo.

La cabra y el pastor

Un pastor estaba llamando a las cabras para que se metieran al establo.

El grillito quiso ayudar.

—¡Vamos, métanse! — decía el grillo, pero no le hacían caso.

Una de ellas se detuvo a comer rico pasto. ¡El pastor le lanzó una piedra para espantarla! Él no quería hacerle daño. Por desgracia tuvo mala puntería y le rompió un cuerno.

—¡Por favor! —le dijo el pastor—, no le digas al dueño lo sucedido.

—Aunque no lo haga, él se dará cuenta al verme.

Los bueyes y el eje de la carreta

Unos bueyes arrastraban una carreta. Ésta rechinaba muy fuerte. Era como el sonido de cientos de puertas sin aceite. O mejor dicho, como de miles de grillitos cantando en la noche.

—Oye, amiga —le dijeron los bueyes a la carreta—, nosotros hacemos todo el trabajo y ¡tú te quejas!

El grillito estuvo de acuerdo, pero luego pensó: “¿Será que los demás piensan que me estoy quejando cuando canto en las noches?”.

Luego se fue a dormir.

El lobo y el cabrito encerrado

Un cabrito estaba dentro de su corral. Nadie podía entrar o salir de ahí. ¡Claro, menos el grillito que podía pasar por cualquier hoyito! De pronto pasó un lobo. ¡El cabrito comenzó a insultarlo! Se burló mucho de él.

El lobo, muy tranquilo, le dijo:

—Yo sé que me insultas porque sabes que ahí adentro no puedo hacerte nada. Pero ya saldrás algún día.

Al cabrito le dio miedo. ¡Ya no lo insultó más!

—A ver si ya aprendes a no ser tan grosero y presumido, cabrito, porque un día de estos la reja va a estar abierta —le dijo el grillito.