Uno de ellos era un anciano como de setenta años. El otro tenía como treinta. No iban bien vestidos. Traían unos costales llenos de cosas.
Cuando les preguntamos qué pasaba, nos contaron una gran historia. Uno narró que era el hijo de un rey, pero que le habían robado su castillo y se quedó en la pobreza. El anciano, en cambio, nos contó que era un duque y que lo habían acusado de algo injusto, por eso huyó de su país. Como ambos estaban muy tristes, nos pidieron que, para animarlos, de ahora en adelante los llamáramos “su alteza” y los atendiéramos como se merecían. Jim y yo aceptamos, pues no queríamos verlos tristes. Así pasamos un tiempo dándoles todo lo que pedían. Los dejamos dormir en nuestros lugares y se comieron todo lo que les preparábamos.
Capítulo 18
Ellos prometieron que no dirían nada sobre Jim si nosotros no los acusábamos tampoco. Ése fue el trato. Entonces comenzaron a planear la forma en que conseguirían dinero y comida para el viaje. No nos decían a dónde iban, pero no me importaba, pues seguimos navegando en la dirección que Jim y yo llevábamos. Ordenaron que nos detuviéramos en un pueblo para dar algunas funciones de teatro. Nosotros no entendimos nada, pero aceptamos.
Mientras navegábamos, ellos ensayaban sus escenas de Romeo y Julieta y de Ricardo III. Nos divertíamos viéndolos. ¡Eran grandes actores! Pero sólo eso. Yo me había dado cuenta que la historia de que eran rey y duque, eran falsas, pero no le dije nada a Jim. A él le entusiasmaba la idea de llevar a dos personas tan importantes a bordo. Además, no hacía ningún daño fingir.
Por fin llegamos a un pueblo. Tuvimos suerte, pues ese día pusieron ahí un pequeño circo. Así que la gente estaría entusiasmada y con ganas de ver el espectáculo de este par de actores.
Caminaron por las calles invitando a las personas. El Rey y el Duque trabajaron todo el día. Por la noche llegó mucha gente. Ellos comenzaron su espectáculo. Daban piruetas y decían sus diálogos. La gente rió a carcajadas, pero cuando terminó la función, estaban muy enojados y comenzaron a decir:
―¿Es todo? ¡No duró nada! ¡Esto es una burla! ¡Nos han robado! ¡Son unos estafadores! ¡Atrápenlos!
El Rey vio que el público los golpearía si no hacía algo de inmediato, así que dijo:
―¡Tranquilos, mis queridos caballeros! Es verdad que duró muy poco. Somos unos actores muy famosos en Inglaterra y no podemos trabajar más por tan poco dinero. Sin embargo, ahora que salgan ustedes de aquí y le cuenten al resto de la gente lo que sucedió, se burlarán de ustedes. ¿Por qué no mejor les dicen que es una gran obra y que vengan mañana a vernos, así también sufrirán y podrán burlarse de ellos?
El público se quedó confundido, pero finalmente se fueron. Al otro día todos hablaban de la maravillosa obra de Romeo y Julieta.
Por la noche, todo iba muy bien. Pero noté algo extraño en la gente. Todos traían las bolsas y los abrigos llenos de algo. Lo peor, es que había un olor a podrido en el aire. Fui corriendo con el duque y el rey y les comenté lo que había visto. Ellos dijeron que ya se habían dado cuenta. La gente llevaba fruta echada a perder para lanzárselas y luego atraparlos. Así que en ese momento tomamos las cosas y salimos corriendo hacia el río.
Esa gente fue engañada y a mí no me daba risa, pues estos hombres eran unos tramposos terribles y le hacían mal a la gente. Llegamos a la balsa y Jim estaba ahí, sorprendido de vernos. Comenzamos a remar a toda prisa pues se escuchaban los gritos de las personas. Se dieron cuenta del engaño y venían hacia el río. Más tarde, le conté a Jim todo lo que había pasado. Me quedé pensando en que eso no estaba bien y debía deshacerme de ese par de mentirosos.
Capítulo 19
Un par de días después, llegamos a otro pueblo. Querían seguir engañando gente, así que desembarcamos. Esta vez dejamos a Jim con un letrero que decía “Árabe enfermo; inofensivo a menos que se vuelva loco”. Esto era para que nadie se le acercara y descubrieran que era un fugitivo.
El rey decidió adelantarse para averiguar si ahí los conocían o iban a poder presentar su espectáculo y robarle a esas personas. Mientras, el duque y yo nos fuimos a conocer los alrededores. Cuando estaba anocheciendo, buscamos al rey. Lo encontramos muy borracho y peleando con todos. Mientras el anciano trataba de sacarlo, yo vi la oportunidad de escapar. Corrí lo más que pude hacia la balsa. Le grité a Jim para que comenzara a remar, pero, ¡Jim había desaparecido!
Me puse a llorar. No sabía qué hacer. En cualquier momento regresarían los actores y yo no podría escapar de ellos, pues no iba a ir a ningún lado sin mi amigo.
De pronto, se me acercó un hombre y preguntó qué me sucedía. Le conté que Jim había desaparecido. Dijo que si era el negro de la balsa, él lo había visto.
Resulta que mientras el duque y yo fuimos a conocer los alrededores, el rey volvió con otro hombre y algunos negros en una balsa. Les vendió a Jim y les dijo que era el negro fugitivo por el que darían una recompensa. Entonces entendí que con el dinero de la venta, se regresó al pueblo a emborracharse. ¡Me había traicionado!
Estaba muy enojado, pero ahora era más importante encontrar a mi amigo. El hombre me dijo que lo compró el señor Phelps, que vivía a dos pueblos de donde estaba. Tomé la balsa y comencé a remar a toda prisa.
Mientras me alejaba de ahí, escuché gritos y a un grupo de gente furiosa. Vi a lo lejos que habían atrapado al par de mentirosos y los llevaban amarrados. Gritaban:
―¡Son ellos los que engañaron a la gente en otros pueblos! ¡Sí, yo los reconozco!
—¡También yo! ¡Llévenlos a la cárcel!
La multitud estaba furiosa y ellos muy asustados. Yo estaba tranquilo pues iban a pagar por sus crímenes.
Capítulo 20
Al día siguiente, llegué al pueblo donde tenía que buscar a Jim. Pregunté mucho y por fin encontré la casa del señor Phelps. Cuando estuve ahí, me acerqué con precaución, pues ya no confiaba en nadie. Había algunos negros, pero ninguno era Jim.
De pronto, salió una mujer y al verme se puso muy contenta.
―¡Por fin has llegado!
Yo me sorprendí mucho, pero no dije nada. Lo que sucediera no podía ser malo por lo bien que me recibió.
―Tom, has crecido mucho. Tu tío ha ido a buscarte. En cuanto regrese le daremos la sorpresa, ya verás. ¿Dónde están tus cosas?
―Yo… no… Están en un lugar… las dejé encargadas con un buen hombre ―respondí muy nervioso.
―¡No es posible! Te las robarán. En cuanto llegue tu tío, le diremos que vayan por ellas. ¡Ay, Tom Sawyer, qué alegría que vinieras!